Observo tranquilo cómo entra Joe a la habitación cargando dos vasos con soda.
—Gracias —digo cuando me deja uno en la mano. Intento sonreírle como si nada hubiera pasado. Porque de cualquier manera no estoy seguro de que algo haya pasado.
Se sienta en la cama cerca de mí y me rodea los hombros con sus brazos.
—¿Joe? —pregunto tranquilo.
—Dime —contesta mientras le da un sorbo a su bebida.
—¿Qué hiciste esta mañana?
Joe me mira con expresión confundida y luego se encoge de hombros.
—¿Por qué la pregunta?
—Porque hablé con Keith temprano y ella me dijo que habías salido de tu casa.
—Bueno, tampoco es como que tenga que pasármela todo el día encerrado en mi habitación —dice con el ceño fruncido, poniéndose a la defensiva. Lo que no hace más que avivar las alarmas que se encienden en mi cabeza.
—No, claro que no. Sólo quería saber qué hiciste —digo sonriendo, llevando una mano hacia su cuero cabelludo para intentar parecer calmado.
—Pues... Salí a caminar —comenta casi sin despegar los labios del vidrio del vaso.
—Me alegro que hagas ejercicio.
Él asiente y empieza a tamborilear sus dedos en el colchón.
—Debo irme —dice de repente.
—¿Tan pronto?
—Sí, no quiero que se haga muy tarde para tomar el metro.
—Sabes de sobra que no me importaría llevarte Joe —digo aproximandome a la mesita de noche donde he dejado las llaves del auto.
—¡Y tú también sabes que no quiero! —exclama.
Arqueo una ceja sorprendido. Joe se lleva las manos a la frente, rascando levemente la cien.
—Quiero decir... No es necesario que lo hagas Dan. Puedo llegar sólo a mi casa.
—Vale —accedo sin replicar más—. ¿Me avisaras cuando llegues?
—Lo haré.
Dicho esto, me da un beso en la frente y se marcha fuera de mi cuarto. Cuando va a mitad de la escalera, lo detengo.
—¡Joe!, espera, te has dejado el móvil.
Abre los ojos como platos y me lo arrebata en menos de un segundo.
—Gracias, últimamente me he vuelto muy descuidado.
—Está bien, con que no lo olvides en el metro —le digo—, no soportaría quedarme sin mi mensaje de buenas noches.
Joe sonríe y vuelve a emprender su camino hacia la puerta.
Suspiro mientras vuelvo a mi habitación. Otro día le preguntaré sobre el mensaje de Rick. De todos modos no soportaría que la noche se tornara más rara de lo que ya está.
*
El domingo es uno de mis días favoritos de la semana, porque por fin puedo levantarme hasta tarde sin sentir culpa y tengo todo el día libre para hacer lo que me plazca. Sin embargo, gracias a mi fiestecita del viernes y resaca de sábado, tengo que aprovechar para hacer algunas tareas que no he terminado, así de que después de bajar por algo de desayunar y tener un incómodo momento con mis padres en la cocina —nadie dijo nada por más de quince minutos—, vuelvo a mi habitación, me coloco los audífonos, y reproduzco Florence & The Machine a todo volumen. Estoy tan enfrascado en la letra de Dog days are over que me sobresalto cuando mi móvil empieza a vibrar de manera intermitente. Son al menos cinco mensajes seguidos de Joe, el primero dice:
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Tulipán. Él, yo... ¿Y ella?
Teen FictionDaniel (Dan) Hoffman, salió del closet a los 15 años. Abiertamente les dijo a todos que era gay. Aunque no todo fue color rosa, no salió tan mal como esperaba. Sus padres lo aceptaron, hizo nuevos amigos e incluso se consiguió el novio perfecto; Joe...