Emergencias - La cirugía

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Llegamos a emergencias del hospital de mi universidad. Era un día domingo, así que el personal no tenía la predisposición para atenderme como lo sería en un día normal laborable de lunes a viernes.

Me ingresaron, me pusieron una gasa para que no siguiera el sangrado y llamaron al cirujano. Muchas llamadas; primero al cirujano, luego al traumatólogo, muchos no estaban atendiendo o no contestaban. Mientras la espera continuaba ahora sí que empezaba a sentir el dolor; primero en el dedo y después en toda la mano.

El traumatólogo de turno tardó un buen rato, llegó más o menos después de una hora; mientras el dolor se agudizaba yo me empezaba a desesperar, sobre todo por saber un diagnóstico acertado sobre mi dedo.

Cuando llegó, quitó la gasa y examinó la herida.

Mientras más tiempo pase, más se dificulta la pronta recuperación del dedo —fue lo primero que dijo al verlo— así que tiene que entrar ahora mismo a cirugía.

Tratamos de explicarle la situación.

—Mi hijo tiene un viaje —dijo mi madre—, representando a Loja y a Ecuador con su agrupación en Estados Unidos.

—Yo le recomiendo que no viaje, y que no baile —fue entonces que respondió tranquilo el traumatólogo.

¡Fue un espasmo para mí! Me sujeté la frente con la otra mano en ese momento mientras sentía un mareo por la noticia o talvez por la herida infectándose. Me tuve que levantar de la cama, caminé, estaba pálido, respiraba como si tuviese algo atravesado en la garganta que no dejaba pasar el aire; mi familia estaba anonadada, el médico no sabía que decir al ver mi reacción, «Maldición, maldición! ¿ahora qué hago? se me terminó todo este camello (trabajo)» pensaba mientras caminaba aturdido y desesperado por el pasillo entre las camas de emergencia.

Entre suspiros y medios sollozos tratando de contener el llanto; no quería asimilar, me resistía y no por el dolor, sino por la tristeza de que no podía bailar, se me seguía derribando el mundo.

—Los voy a dejar solos para que conversen sobre el tema —dijo el médico—, pero mientras más pase el tiempo hay más peligro, y es más probable una severa infección. Voy a pedir la opinión también del cirujano –añadió.

Nos quedamos con mi madre, y mientras esperábamos a que llegue el cirujano yo lloraba, a chorros por dentro y con los ojos enrojecidos por fuera. No iba a viajar, no iba a bailar.

Llegó el cirujano. 

–Tenemos que entrar inmediatamente a cirugía –dijo despreocupado apresuradamente. 

Le expliqué la situación, le dije que tengo que viajar a los Estados Unidos.

–Ah qué bueno! ¡Buen viaje, que le vaya súper bien! –Respondió con tranquilidad.

Fue entonces que me volvió el alma al cuerpo «Hijo de la grandísima, qué hijuemadre, ¿qué pasó?» pensé.

–¿Está seguro que puedo viajar? –le pregunté dudando.

–Claro. ¿O tú que le dijiste? –Le dijo mirando al traumatólogo.

–Yo le dije que no, que es mejor que se quede para controlar la infección –Respondió él.

–No, no pasa nada, no te preocupes –Respondió mientras dirigía su mirada hacia mí– te mandamos con antibióticos, medicina y tú puedes bailar. Déjame ver el dedo.

Quitó el vendaje de mi dedo, lo miró... la expresión de tranquilidad en su cara cambió.

–Ah, bueno; si ha estado medio grave –dijo como explicándose a sí mismo–. Pero no te preocupes, te vamos a mandar, no hay problema.

La expresión de mi cara alternaba entre felicidad y preocupación. Sentía un alivio ¡pero así inmenso! Aunque a su vez una intranquilidad grande, pues corría por cuenta mía, es decir, era bajo mi responsabilidad asumir el riesgo y ellos se liberaban de la responsabilidad de que ocurriese algún incidente durante el viaje.

Firmamos los papeles, me hicieron la radiografía; tenían que verificar que no estuviese comprometido el hueso. Si es que estaba comprometido totalmente el hueso entonces no podría viajar ni en broma.

Salieron las radiografías. El hueso estaba fuera, expuesto fuera de la piel, pero no estaba totalmente triturado. Buena noticia.

Literalmente el hueso estaba fuera, se lo podía ver a simple vista, y era algo increíble; había visto huesos en videos de accidentes en TV o internet, ¡Pero era mi hueso!

Luego hicimos los preparativos para la cirugía. Yo había comido algo antes así que no me podían poner anestesia general o podía vomitar en medio de la cirugía. Me durmieron sólo la mano, así pude ver las dos horas de cirugía mientras conversaba con los médicos.

Resulta que uno de los médicos había sido súper amigo de una de las madres de los chicos de mi grupo que viajaban, él había conocido quién soy y a quienes dirijo.

–Ustedes son los que viajan a Estados Unidos ¿verdad? –me preguntó– No te preocupes, yo voy a encargarme personalmente de que tú te vayas para allá.

Mientras me operaban, yo veía todo el procedimiento. Me cogían el dedo como un pedazo de carne.

–Mira, esta es la piel –me explicaban–, este es el músculo, y este es el hueso.

Yo sólo miraba. «Ay. Hijo de la grandísima» pensaba, y mi cara veía el proceso con expresión como entre asco y emoción. ¡Era repulsivo pero genial! Se demoraron bastantísimo tiempo en desinfectarlo, por el pequeño motivo de que me lo había metido a la boca. Mientras tanto iba conversando y el médico que mencioné me contaba que era de los mejores amigos de la madre de una de las integrantes de mi grupo, y que también se llevaba con otra persona que solía darme trabajos de baile, y encima nos dimos cuenta que habíamos sido casi parientes lejanos, muy lejanos; así, súper buena onda el doctor. Entre tanto, me quitaron totalmente los pedacitos de la uña, lo limpiaron bien, pusieron una uña de plástico para que mi uña siga la línea y no se vaya a sellar todo el dedo, limpiaron bien el hueso, lo jalaron como hacia arriba y lo suturaron. Así demoraron casi dos horas y media en la operación.

Salí, con un montón de medicamentos. Además, tenía cerca de ocho inyecciones ya puestas: la antitetánica, que la de vitaminas, los sueros, que la de no sé qué. ¡Mi trasero estaba verde! No podía levantarme, ni hacer fuerza, ni echarme un gas. Demasiado adolorido, muchas inyecciones para un solo día.

Así que salí del hospital rumbo a casa.

Ahora venía lo difícil: La noticia a mi grupo, los Tanz Regens.

Un sueño de baile y un dedo mutiladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora