El pasaporte

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No había prestado atención a mi pasaporte y a lo que respecta a su vigencia, pues tenía mi pasaporte y visa desde ya hacía tiempo, y la verdad me había despreocupado de los mismos. Efectivamente, caigo en cuenta que mi pasaporte tenía sólo tres meses de vigencia; ahí radicaba el problema. No me podían emitir los tickets de vuelo para poder viajar.

–La solución más eficaz es que vaya ahora mismo al registro civil –me sugirió la encargada– y esperemos le puedan dar un pasaporte nuevo para poder viajar. Agende una cita en línea, y diríjase al registro civil.

Mi tío Esteban me acompañaba. En ese mismo instante tomamos un taxi y en transcurso del camino (considerando la distancia y que el tráfico en la capital no es ligero) íbamos revisando las citas en línea para atención en el registro civil. ¡Oh sorpresa! Podíamos agendar una cita para dentro de una semana a partir de ese día.

Me quedé mirando por la ventana del vehículo por un lapso de tiempo. El cielo de la capital lucía gris, bastante nublado que pareciese tener la intención de soltarse en llanto junto conmigo. Como entre desesperado y resignado exhalé un suspiro; no podía hacer nada, ahí me tocaba quedarme.

Tenemos un par de amigos en Quito que podían darnos una mano. Recordé a nuestro amigo Iván, que trabaja directamente en el consejo nacional electoral y es uno de los "duros" en el área. Iván era amigo mío y de la familia desde hacía varios años; estudiaba en mi misma universidad, bailaba con el grupo de baile moderno de la universidad y también formó parte de los Tanz Regens desde los inicios de la agrupación; ahora circunda los treinta años más o menos y teníamos una amistad muy fuerte desde antaño.

Nos contactamos con él y concretamos encontrarnos. Iván con la gratitud de saber de nosotros y que estamos en la capital, muy contento de vernos nos saludó muy efusivamente; conversamos y le expusimos nuestra situación.

Iván se quedó pensando por unos minutos. No sabía si seguía impactado por mi dedo o si estaba pensando en cómo ayudarnos, pero no dejaba de verme la mano.

–Déjame hacer un par de llamadas –resolvió al final–.

Revisó entre sus contactos, empezó a marcar... Respondió la persona al otro lado de la línea.

–Muy buenas tardes, le saluda Iván –se presentó formalmente, era la directora del registro civil de Quito– por favor necesito de urgencia el trámite de un pasaporte para esta persona –describió mis datos personales–, él mismo se va a acercar y solicito se agende una cita ahora mismo y se le facilite la tramitación del documento.

Nos miramos sorprendidos con mi tío, asombradospor esa elocuencia y agilidad, y nos dirigimos al registro civil. El día empezaba a mejorar.

Llegué al registro civil y pasé hacia el frente de la fila. De inmediato sentí todas las miradas acusatorias clavadas sobre mí, como preguntándose << ¿Y éste, cogería cita, por qué no espera?>>. La vergüenza me empezó a invadir, << No importa, ¡metámonos! >> pensé y se me escapó una sonrisa de satisfacción y timidez.

Me metí, pagué, me tomaron las fotos, recogieron mis datos personales y a esperar la impresión del documento. En el transcurso de una hora me lo entregaron, tenía ya el nuevo pasaporte en mis manos. ¡Un alivio extremo! << Ay hijo de la grandísima >> pensé y suspiré.

Luego nos quedamos por la zona urbana de Quito, necesitaba ver a Iván. Nos encontramos y lo invité a un café, era lo mínimo que podía hacer como agradecimiento a tremenda ayuda. Conversamos y le agradecí inmensamente por tan grande gesto. –De verdad estoy en deuda contigo –le dije–. No sabría cómo pagártelo, ya te imaginas cuánto significa para mi este viaje y nuestro grupo, gracias de verdad. Nos despedimos y tomamos rumbo al aeropuerto a encontrarnos de nuevo con los muchachos.

Ya entrada la noche, eran cerca de las diez cuando llegamos al aeropuerto con la buena noticia. Terminé el trámite, me entregaron los tickets, se subió mi maleta y listo; a esperar que sean las tres de la mañana para partir.

En Avianca nuestro viaje se realizaba con escala: Ecuador – Colombia y Colombia – Orlando. No me hicieron ningún problema en cuanto al viaje.

Llegó la hora. Todos abordamos y a pesar del cansancio se notaba la emoción y la euforia en el grupo. –¡Nos vamos carajo! –Exclamó Luis alzando los puños.

El avión despegó y sólo se podía ver las luces de la pista por la ventanilla del avión. Además, la capital tenía una vista nocturna espectacular mientras el avión se elevaba. Me recosté por un momento. No había terminado de cerrar los ojos cuando escuché: Señores pasajeros, favor de abrocharse los cinturones porque vamos a iniciar el descenso en la ciudad de Bogotá–, seguido del mismo anuncio en inglés. Ya eran las cinco de la mañana y la luz del día empezaba a iluminar una despejada enorme ciudad.

Desabordamos el avión en el "Aeropuerto Internacional El Dorado". Era un aeropuerto espectacular, inmenso en todo el significado de la palabra. Ahí debíamos esperar un par de horas más para abordar el vuelo hacia Orlando.

Pasó el tiempo rápido. Ya era hora de abordar, y en el momento de empezar a hacer la revisión de abordaje una de las encargadas me pregunta sobre mi dedo, si me había pasado algo. Le respondí que sí, que tuve una cirugía en el dedo y que fue un error mío, por no dar mayor detalle.

–Nosotros tenemos una política de viaje caballero –me respondió con tono autoritario–, usted debe tener un mínimo de ocho a diez días post cirugía para poder viajar. Recuerde que cuidamos su salud y su bienestar.

Sólo tenía cuatro días desde la cirugía...

Un sueño de baile y un dedo mutiladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora