El viaje a Quito y el segundo incidente

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Era un día miércoles un tanto nublado, como suelen ser la mayoría de días en mi ciudad.

Pasaron una misa en la iglesia de "La Catedral", en oración por mi grupo y por el feliz retorno de cada uno de los integrantes.

Entonces ya estaba un poco más convalecido, ya podía pararme y caminar bien; además, tenía que asistir a clases para no perder más contenidos de mi carrera, la gastronomía.

En la eucaristía fue la primera vez que todos los muchachos me vieron. Los padres y madres de familia de todo el grupo, que me sorprendió la cantidad pues es primera vez que tenemos tanto apoyo, me hacían llegar sus muestras de cariño tanto por mensajes y personalmente. Ese día me abrazaron, me alentaron, –Usted es una persona muy fuerte –me decía uno de los padres de familia–, Es increíble que aún quiera viajar –me expresaba otro de los padres–, y entre tantas muestras de afecto fue algo tan emotivo que casi se me caen un par de lágrimas; era increíble. Incluso pasó algo que jamás me hubiera esperado: Una madre de familia me dijo "Yo sé que usted tiene muchos gastos médicos, acépteme estos cuarenta dólares". Fue sorprendente tantas muestras de afecto y todo el apoyo moral que trataban de infundirme.

Nunca me ha gustado recibir halagos, odio eso, así que sólo los escuchaba y les daba las gracias. Siempre me ha gustado ser quien soy, sin considerarme más que nadie.

Luego de la eucaristía todos estábamos emocionados porque ya en la noche arrancaba el tan anhelado viaje, así que salimos eufóricos a terminar de arreglar las maletas y listos para encontrarnos en la noche.

A las ocho de la noche partía el bus rumbo a Quito, así que viajamos toda la noche y arribamos a la capital a las diez de la mañana. A la llegada hicieron un arreglo con el chofer del bus para que nos trasladara directamente hasta el aeropuerto, aceptó gustoso y llegamos al aeropuerto internacional "Mariscal Sucre" a las once de la mañana. En el aeropuerto tuvimos que quedarnos un rato pues nuestro vuelo salía a las tres de la mañana del día siguiente.

En el transcurso de ese tiempo era la preocupación del dedo latente, no moverlo y estar al pendiente de que no se infecte. La condición principal era: "No bailas nada ni haces ningún movimiento hasta el día de la competencia". Pero... ah uno es joven, se mueve la mano. Y esa mano latía, sentía como si tuviese otro corazón en el dedo.

Tratando de seguir las recomendaciones aguardaba hasta que llegó la hora de hacer el "check-in" en las máquinas del aeropuerto para que se pueda emitir el boleto y el ticket para ponerle a las maletas.

Yo viajaba con mis dos hermanos menores. Salieron sus boletos, pero el mío no salía <<Qué raro>> me preguntaba. –Espere hasta la una y media –me sugirió la encargada—, a esa hora abren las oficinas de "Avianca" y puede acercarse a revisar su caso.

Bueno. Llegó la una y media de la tarde, me acerqué a las oficinas de Avianca a hacer el respectivo trámite pues todos ya tenían sus boletos y sus maletas en orden, listos en el avión.

–Usted no va a poder viajar porque tiene un problema en el pasaporte –me dijo el recepcionista encargado–, debe tener un mínimo de vigencia de 6 meses en su pasaporte a partir del día que viaje.

De nuevo me sujeté la frente con la mano buena. <<¿Es en serio?>> me preguntaba a mí mismo, cómo tratando de darme una explicación de cómo puede ser posible otra traba para viajar.

Empezó otra odisea para poderme embarcar al avión... 

Un sueño de baile y un dedo mutiladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora