Obviamente más que cuidar "mi salud y bienestar" también cuidan que no exista riesgo de demandas en su contra en el caso de que me ocurriese algo en el avión. Es admisible.
Yo disponía de un certificado que fue emitido el día de mi cirugía, el día 21, y yo viajé el 25; así que sólo tenía 4 días de cirugía.
Muy aparte de eso debía tener un "permiso de sanidad" del aeropuerto de Bogotá, diciendo que yo soy pasajero apto para vuelo. Tampoco tenía ese permiso.
Empezaron a abordar todos y regresaron a verme.
–¡Hey! ¿Qué pasó? –Escuché de uno de los chicos.
–No, nada, pasen, sigan nomás –respondí–, yo ya arreglo.
–Y ahora, ¿cómo puedo arreglar? –Le pregunté a la señorita agente de check in– ¿Puedo hablar con el capitán del vuelo? –Le dije con tono de reclamo.
La señorita se mostró muy amable. Lucía el uniforme de saco rojo, blusa negra y pañuelo rojo en el cuello característico de Avianca. Con todo el interés de ayudarme, me comunicó con el capitán explicándole la situación.
–Lo sentimos, pero nuestras políticas nos impiden permitir su abordaje señor –respondió la voz del capitán al otro lado del comunicador–. Usted conoce que la prioridad nuestra es la salud de nuestros pasajeros y no podemos correr el riesgo que ocurra un accidente durante el vuelo. Usted no puede viajar.
Mi tío se detuvo de abordar junto con Andrés.
–¿Y ahora? ¿Qué hacemos? –preguntó mi tío.
–Váyanse –les respondí fingiendo tranquilidad– ya veo como me arreglo.
Los hice entrar a los dos. Los vi pasar por la pequeña puerta que conducía a la rampa que conecta el aeropuerto con el avión mientras volvían la mirada. "Muestra fortaleza" me decía a mí mismo, tratando de convencerme de que todo estaba bien, que ya estaba a medio camino, que no podía fallar habiendo arriesgado tanto; pero la parte lógica de mi cabeza decía: "Qué piensas hacer ahora? No tienes ninguno de los documentos y ningún conocido en esta ciudad."
Mis dos hermanos habían estado esperando en el avión que ingresaran mi tío, Andrés y yo. Con sorpresa solo vieron ingresar a las dos personas antes del despegue del avión.
–Su hermano se quedó en Bogotá –había expuesto mi tío.
Y se habían soltado en llanto ambos, mis dos hermanos. Bueno, esa es otra historia.
El avión despegó. Por uno de los grandes cristales veía al avión alejarse, lo miraba y sentía que mi sueño de baile se perdía en el horizonte junto con él. Se me hacía un nudo en la garganta y sentía un dolor en el pecho.
Me quedé como un náufrago en la ciudad de Bogotá.
No sabía qué hacer, mi certificado tenía 4 días de emitido y estaba sentenciado a quedarme en Bogotá y volver a Ecuador. Sólo cerré los ojos, pensaba y pensaba. En ese momento se me prendió el foco.
–Señorita, creo que hay una confusión –le dije nuevamente, con una expresión de extrañeza–, porque este certificado tiene descrito el día de emisión del certificado mas no del día de mi operación. Mi operación fue el miércoles anterior. Ahí me tocó mentir.
–Debió decirme eso antes caballero –me respondió con un ligero tono de enojo–. Aquí en el certificado da a interpretar que tiene cuatro días de cirugía.
–No, ha habido un error –respondí explicándole–, yo tengo desde la cirugía cerca de ocho días, a partir el miércoles anterior.
–Eso tenía que poner en el certificado –alegó ya con tono más tranquilo–, así no hubiese existido problema alguno para que pueda viajar. Tiene que ver cómo arregla este certificado para que se describa claramente que tiene más de ocho días desde la cirugía.
Se me ocurrió esa brillante idea, aunque no me enorgullecía haber mentido, sentí renacer una leve esperanza y un alivio. <<Uf! Puede que haya otra salida>> pensé tranquilizado.
¡Ahora mismo! A llamar a mi cirujano para que me pueda hacer el inmenso favor de emitir el certificado. Iba en contra de la ética de la medicina y del juramento hipocrático; tenía que mentir que mi cirugía tenía más días de los reales.
Lo pude contactar. Al ser un muy buen amigo mío desde el día de la operación, por la conversación que entablamos durante mi cirugía, y por ser medio parientes, tenía una pequeña posibilidad que me ayude. Le expuse todo lo que había pasado y que estaba varado en Bogotá.
–Está bien –me respondió durante la llamada– te voy a ayudar.
Apreté el puño (con el dedo operado levantado) cómo diciendo: "Qué bien! Gracias". Y sentí un alivio tremendo al escuchar eso. Siguió hablando.
–Pero en este momento no puedo emitírtelo –continuó explicando–, estoy saliendo en un vuelo, llego en un par de días y te puedo ayudar.
–Chuta doctor, ¿y ahora? –le respondí, aguantando las ganas de decirle: "¿Qué parte de que estoy varado en Bogotá no quedó claro? – Necesito ese certificado de urgencia doc, el avión ya despegó con el resto de mi grupo.
–Te voy a dar el número del otro traumatólogo que está en Loja –me respondió tratando de alentarme–, él si está en el Hospital y a ver si puede ayudarte.
–Bueno –respondí cada vez resignándome más–. Muchas gracias doctor.
No podía hacer nada, solo llamar al otro traumatólogo.
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Un sueño de baile y un dedo mutilado
Historia Corta"El sueño de representar a mi país, y ganar un podio en el Dance World Orlando; se ven afectados por un accidente 4 días antes de partir hacia los Estados Unidos. Y fue sólo el primero de una cadena de sucesos trágicos que trataban de impedir lograr...