Capítulo 15 - El Origen

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En medio de la oficina postal de Littleclouds, el abuelo Light barría con paciencia. Era una tarde especialmente silenciosa, pero el viejo poni no prestaba atención ni siquiera al vaivén de la escoba, pues tenía la mente perdida en los recuerdos de cuando le tocó criar a su hijo junto a su amada esposa; tiempos más tranquilos sin duda, y también más simples.

«En estos momentos te extraño más que nunca, Ter, tú sabrías cómo levantarle el ánimo», pensó el viejo cartero cabizbajo.

De repente, la campana de la puerta sonó.

—Hola, buenas tardes —dijo Glass entrando con cuidado en la oficina postal. Traía sus alforjas consigo.

—Hola —contestó Light con voz apagada—, ¿vienes a aplicar la medicina?

—Así es, esta vez traigo una dosis más grande.

El abuelo puso el letrero de cerrado y acompañó a la yegua hasta el segundo piso, para ese entonces, él, ya había sido informado de toda la situación. Al principio, estaba muy molesto con el dúo de Canterlot, por lo cual no quería ni hablarles, aunque, después de unas buenas explicaciones, pudo perdonar a Glass. A fin de cuentas ella también fue engañada.

—La medicina ha funcionado bien —comentó el viejo pegaso—, muchas gracias por venir a atender a mi muchacho.

—No es nada, lo hago con gusto.

Caminaron por el pasillo de madera. Pero antes de abrir la puerta del cuarto de Wind, escucharon un fuerte estruendo, entonces entraron al cuarto a toda prisa.

—¿¡Qué haces en el suelo!? —exclamó el abuelo preocupado.

—Lo siento. —El joven pegaso apretaba los dientes y tenía un ojo cerrado debido al dolor—. Pensaba que ya podía caminar.

—¡Aún es muy pronto para realizar esos esfuerzos! —replicó la científica al tiempo que corría hacia él junto a Light.

Entre ambos ponis ayudaron a Wind a regresar a su cama. Tenía el ala mala vendada y varias gasas podían verse saliendo por los bordes de los vendajes.

—¿Cuándo podré salir a trabajar? No puedo dejar a mi abuelo solo.

—¡Oye! Estoy viejo, pero no es para tanto.

—Al terminar está aplicación podrás andar con normalidad en algunos días —explicó la científica, luego, con su magia, sacó un tarro de sus alforjas—, mientras, no te esfuerces tanto. ¿Está bien?

El joven pegaso exhaló decepcionado, para después decir con tono berrinchudo:

—Está bien. Acabemos rápido con esto.

Glass asintió con una expresión calmada, para ella, era mucho mejor verlo irritado a con la mirada vacía y la cara triste de los primeros días; al parecer el tiempo estaba haciendo su trabajo.

Usó su magia para sacar un tarro junto a una caja de gasas nuevas. Cuando giró la tapa del contenedor un olor similar al de la menta inundó el cuarto.

»Te quitaré la venda, trata de no moverte por favor.

La científica removió los broches de las vendas en el lomo del pegaso, después las gasas una por una. Ungüento seco podía mirarse en los pedazos de tela blanca así como en el pelaje azul rey de Wind. También, en la zona de la cicatriz, había varios puntos morados y rastros de hinchazón. Tal cual como cuando niño, esa zona estaba muy sensible por el tremendo esfuerzo realizado.

Glass no podía evitar sentirse culpable, a fin de cuentas ella le pidió su "máximo esfuerzo" en la recta final. —Voy a empezar a aplicar el relajante muscular con desinflamatorio —explicó con un tono ronco—. Trataré de ser lo más amable posible.

Wind asintió, entonces reunió un poco de la sabana a su alrededor y la sostuvo con los dientes. El anciano, por otro lado, decidió apartar la mirada.

Causar dolor no era un concepto familiar para Glass, ella prefería la paz y tranquilidad. Por ello, una sensación de pesadez le invadió el pecho cuando tomó el ungüento con su magia, impregnó sus delicados cascos con él y comenzó a presionar contra la parte dañada del joven cartero.

A pesar de que mantuvo su promesa y trató de ser gentil, los quejidos ahogados no dejaban de escucharse en el cuarto. Pasados unos eternos diez minutos, una nueva serie de gasas ordenadas cubrió la pomada recién puesta.

—Al principio duele mucho—comentó Wind entre respiros—, pero al menos luego me queda una sensación relajante y fresca en la piel.

—Me alegra escuchar eso —contestó Glass mientras colocaba los vendajes nuevos con magia—, pero como ya te he dicho varias veces, no hagas movimientos bruscos, aunque te sientas más relajado, tu cuerpo se sigue recuperando. Ve poco a poco.

—Escúchala testarudo —añadió el abuelo—, no te preocupes por mí, yo me las arreglaré por mi cuenta.

—Entiendo —respondió el joven cartero en un suspiro.

Glass, ya con una sonrisa, limpio sus cascos usando gasas y guardó los materiales viejos así como la pomada dentro de sus alforjas. Sin embargo, al darse cuenta de lo que debía de decir a continuación, su expresión cambió por una un tanto más seria. —Disculpen —mencionó un poco tímida—, sé que es un poco delicado tratar este tema, pero necesito saber si Wind sigue manteniendo su decisión de no hacerse la operación.

Nadie en el cuarto contestó, en lugar de eso, Wind solo desvió la mirada y el abuelo Light, a los segundos, negó con la cabeza.

»Eso imaginé. —La científica aclaró la garganta—. Esta era la última aplicación de la pomada. Afortunadamente el daño de Wind no es tan severo como creía, eso todavía lo pone para iniciar el procedimiento de reemplazo de ala de inmediato. Pero no le obligaremos a nada, si su decisión final es un no, entonces nuestro objetivo aquí ha terminado. Nos iremos mañana en la mañana.

Esas últimas palabras llamaron la atención de los dos pegasos. Entonces, Glass, cabizbaja, hizo una pequeña reverencia.

»Lamento todas las molestias causadas, en serio, espero puedan perdonarnos.

—Contigo no hay problema —comentó el anciano—, pero no quiero ver a ese "doctor" volver a poner una pata en este lugar, o de lo contrario recibirá una muy cálida bienvenida de mis cascos.

Al levantar la mirada, la unicornio mostró una sonrisa resignada y contestó:

—Le diré que ya lo expulsaron de un lugar más.

—Entonces, ¿este es el adiós? —intervino el pegaso mirando a la científica con sus pupilas escarlatas.

—Así es. Seguiremos en nuestra búsqueda de otro paciente.

—Entiendo, agradezco toda tu ayuda y espero te vaya bien. Fue divertido volar contigo.

—No hace falta agradecer, igual fue muy divertido para mí volar contigo... y Wind, sin importar lo que digan, fuiste un gran volador, y lo serías también.

—Gracias —contestó el cartero un tanto avergonzado.

Pasada la corta conversación, la unicornio dejó la oficina postal guiada por el abuelo Light, después, tomó rumbo a la posada a través de las calles de madera de Littleclouds. Algunos ponis la saludaban al pasar, con tan solo una semana viviendo en ese pequeño pueblo empezaban a reconocerla por la calle.

Pasó por dos órdenes de caldo de papa al local de aquel terrestre bigotón. En un principio el lugar le fue recomendado por Wind durante la primera curación, entonces decidió probar y le encantó. Llegando a la posada con el contenedor en el hocico, saludó a la vieja recepcionista, la cual contaba algunas monedas. Entonces, subió unas escaleras y avanzó por un pasillo hasta por fin llegar a su habitación.

—¿Esta vez si accedió? —preguntó Healer en cuanto miró a su colega entrar. Estaba sentado frente a su escritorio.

Metal Ligero (My Little Pony FM, Fanfic) (Tipo 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora