Capítulo 6

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La calle era fría, Ángela por un segundo pensó que en su casa iba a estar un ambiente cálido como el de la de Kris, pero se equivocó. Al subir por las escaleras, ya que el elevador estaba en arreglo, se encontró con un ambiente frío y obscuro dentro de su departamento, su madre no estaba, llegaría al día siguiente si tenía  suerte.
Su departamento no le gustaba, prefería subir a la azotea, al menos ahí tendría inspiración.

Tomó su guitarra vieja y rasguñada y subió hasta el último piso de su edificio.
La noche comenzaba a caer, en el horizonte se veía el crepúsculo lleno de nubes, hubiera sido relajante de no ser por el ruido de las bocinas y otros sonidos de los autos de ciudad. Desde hace tiempo se había prometido que algún día ella y su madre se mudarían a un sitio tranquilo donde nada las perturbase.

Suspiró, dejó que el viento alborotara su castaño cabello y comenzó a pasar los dedos a lo largo del mástil de su guitarra mientras con la otra mano tocaba con suavidad las cuerdas.

Sus acordes se convirtieron en una suave y tranquila melodía que ella misma compuso. Tarareaba mientras tocaba, sólo podía hacer eso, tararear. Jamás había sido buena con las letras, no se le ocurría nada.

Pasados unos minutos, cuando toda la tensión había abandonado su cuerpo finalmente y su boca estaba por formar una curva hacia arriba una de las cuerdas de su antigua guitarra tronó, provocando que abriera los ojos de golpe y todo rastro de paz desapareciera.

- Espléndido - dijo para sí misma frunciendo el ceño y votando la guitarra sin dañarla más de lo que ya estaba - cómo si tuviera dinero para reponerla - apoyo sus codos sobre sus rodillas y dejó su cara descansar sobre sus manos.

De pronto sintió ganas de llorar, lo único que la mantenía calmada y ya no podía tenerlo tampoco. Cualquiera pensaría: "Sólo es una cuerda, no son muy costosas".
Pero en el caso de Ángela cada centavo era valioso, y sería un desperdicio gastar en algo tan inútil como una cuerda... O eso es lo que le había dicho su madre la última vez que le había pasado lo mismo.

Su tranquilidad se terminó, su relajación ahora era inexistente.
Había perdido el único trabajo que le había durado más de una semana, se metió en una pelea de hombres, su hogar era horrible, frío, obscuro y sin protección a su parecer.

Ángela necesitaba una protección, necesitaba sentirse segura , necesitaba el cariño que  ni su madre ni su padre le habían dado, ella quería saber que se sentía  que al llegar a casa alguien la esperara con ansias, quería saber que alguien la necesitaba. Quería sentirse simplemente querida por alguien.

Ahora, su guitarra estaba inservible, la única cosa que la había mantenido cuerda, había tenido mucha historia junto a ella, la última vez que se le había reventado una cuerda fue cuando aún vivían con sus padres, su madre se negaba a comprar un repuesto, pero su padre accedió solo para que dejará de molestarlo.

Esa guitarra se la había regalado su abuelo, quien fue músico, él le había enseñado todo lo que sabía, y no solamente con la guitarra. Él le enseño mucho más de la vida que sus propios padres

Cuando tenía 9 años su abuelo falleció, unos años después su padre las abandono dejándolas en la miseria.

Ángela nuca fue demasiado femenina ya que el tiempo no le alcanzaba para  traer el pelo suelto, ni planchado sabiendo que este le estorba al hacer sus actividades, tampoco tuvo el dinero para comprar maquillaje ni tiempo para ponérselo, igual, tampoco le gustaba. Siempre pensó que el maquillaje era un arte, también pensaba que era una máscara que te hacía lucir bonita  Una vez, jugando, se maquilló, su abuelo la vio y le dijo:
Quítate eso, el maquillaje te quema la cara. Tú eres hermosa tal y como eres, no te pongas eso porque no te reconozco.

Cuando salió por fin de sus pensamientos se dio cuenta de que sus lágrimas caían por sus mejillas, ni siquiera había sido un acto voluntario. El recuerdo de su abuelo la ponía nostálgica.

Se puso de pie y tomó la guitarra que yacía en el suelo, la sacudió y la estrecho con fuerza contra su pecho, soltó un pequeño gemido y limpio sus lágrimas. El sol había desaparecido por completo dando paso a la Luna y sus brillantes compañeras.

Bajo las escaleras y entró en el cuchitril al que se veía obligada a llamar hogar. Apoyó la guitarra en la pared y se dejó caer en su cama, o mejor dicho, en su catre.
Un dolor leve en su brazo la hizo recordar lo que paso esa tarde...

- Kris... - susurro y recordó el rostro de aquella persona, la única que se había tomado la molestia de ayudarla en toda su vida.

Durante su infancia, y los pocos años que había ido a la escuela, los niños eran crueles con ella. La empujaban, se burlaban de ella por no tener ropa o unos zapatos limpios y sin desgastar, o por no poder llevar más de un cuaderno y una pluma.

Nadie nunca la ayudó, por el contrario, mientras más daño pudieran hacerle mucho mejor...

Pero hoy había sido diferente, hoy se había sentido... Protegida. Sonrió

Cerro los ojos y pensó en cada detalle de la cara de esa persona que la había ayudado hoy, no quería olvidarla nunca... Y ¿a quien engañaba? Quería verla de nuevo.
Su sonrisa se desvaneció luego de un instante.

Kris y ella eran como el sol y la Luna, aunque quisieran volver a verse tenían un mundo entero de por medio.

Cerro con fuerza los ojos y sacudió la cabeza ¿En que estaba pensando? Lo único que debía ocupar su mente en ese momento era que tenía que conseguir un nuevo trabajo. Su madre estaría molesta al saber que perdió el último.

Pero primero necesitaba dormir. Ojalá esa noche hubiera soñado con algo más, o mejor dicho, con alguien más, que no fuera Kris.

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Gracias por leer y por el nulo apoyo que nos están aportando :) 
Esperamos les siga gustando y nos leemos pronto

Nota 1: no podemos asegurar capítulo para la siguiente semana, los exámenes están encima de nosotras, pero hacemos lo que podemos

Nota 2: no olvides que es una historia en colaboración con
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Y espero la apoyen a ella también.

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