7. ¿Pero que acabo de hacer?

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Charles

Ha sido un día agotador. Es uno de los casos más importantes que ha tenido este pueblo en mucho tiempo. Estos últimos meses lo máximo que hemos tenido que hacer ha sido reducir a unos perros que rondaban por la calle amenazando a cualquiera que pasaba cerca.                    Este caso parecía no acabar nunca. No tenemos pistas, pruebas o cualquier cosa que pueda ayudar a la desaparición de aquél chaval. Estamos andando sin rumbo alguno y cuando creemos saber el camino, viene Abby y nos dice que es imposible, nos argumenta los motivos como puede y nos deja perdidos otra vez.

Cuando entro a casa escucho las patas de Bobby a toda velocidad que se dirigen hasta la puerta. Me lame los zapatos, se alza a dos patas y me lame las manos. Es lo único que me hace feliz al llegar a casa estos días. Como cada noche, antes de cenar y acostarme, saco a Bobby a pasear, a desconectar, a respirar aire puro, ideal para dejar de pensar. Llevo estas dos últimas semanas pasando por casa de Abby, sé que no debo hacerlo, normalmente no podemos ponernos en contacto con los acusados a no ser que sea para el interrogatorio, pero aún así, me gustaba verla sentada cerca de la ventana, mirar esos ojos perdidos, esa larga melena que llega a la mitad de la espalda, esos delgados dedos intentando parar las lágrimas que todavía a veces le bajan por las mejillas. Me gusta mirarla.

Hoy no está en la ventana, pero aún así me quedo unos minutos esperando a que aparezca. Nada. La luz está apagada, debe estar dormida. Llamo a Bobby para volver a casa cuando me sorprende la muchacha saliendo de su casa con una bolsa del supermercado.

- ¡Abby! - la saludo con la mano mientras me acerco. - ¿Dónde vas a estas horas?

- Buenas Charles. Me apetece dar una vuelta, ha sido un día largo. Bueno, son unos días largos. -me dice nerviosa mientras intenta esconder la bolsa en su espalda.

-Pues sí. Esperemos acabar con esto cuanto antes. Debes echar de menos a tu novio.

Solo me mira. Una mirada extraña, entre pena y terror pero también de sorpresa. Como me gusta esa mirada. Le sonrío. Ella intenta sonreír pero lo único que hace es apretar los labios en un intento. Se excusa diciendo que quiere irse cuanto antes para no volver tarde a casa y preocupar a su padre. Lo entiendo. Me acerco a ella, despacio, y la beso en la mejilla tímidamente. Que bien huele. Me mira sorprendida. No debería haberlo hecho. Ambos nos miramos y avanzamos en direcciones opuestas. ¿Pero que acabo de hacer?

Cuando llego a casa ceno las sobras del día anterior. Últimamente no tengo hambre. Pasamos todo el día encerrados en una habitación buscando cualquier detalle que nos pueda servir para encontrar a Mattia, solo descansamos cuando interrogamos a Abby, si es que a eso se le puede considerar descanso, y para buscar por el pueblo posibles pistas, cosa que resulta fallida y volvemos siempre en menos de media hora.                                                                                              Apenas vemos la luz del sol, la monotonía del trabajo nos consume y lo único en lo que no dejo de pensar en todo el día es en esa muchacha. Michael siempre provocaba a Abby. En general, desde que llevo trabajando con él, siempre le ha gustado desquiciar a todos los acusados a los que interrogábamos, sobre todo a las mujeres, hasta que se volvían sumisos y él quedaba satisfecho. 

Odio cuando hace llorar a Abby. Tengo ganas de abrazarla, limpiarle con las yemas de mis dedos todas las lágrimas que caen sin cesar por su rostro, besar esas mejillas rojas, despacio, absorbiendo la humedad que tienen estas después de llorar un buen rato. Lo que daría por un beso suyo.  Michael sabe lo que siento por la chica. Al principio solo se fijaba, miraba atento a todos los movimientos, miradas y comentarios que yo hiciera cuando estaba ella. Más tarde, me comentó que parecía que me gustaba. Lo tomé por loco. No me puede gustar una muchacha acusada por la desaparición de su novio, era imposible. Finalmente, Michael se limitaba a asentir cuando yo hacía esos movimientos, miradas y comentarios, para afirmar así su punto de vista sobre aquel tema. Yo siempre hacía lo contrario. Se lo negaba. No podía ser. Pero realmente, lo único que hacía cuando llegaba a casa era pensar en esa muchacha, en cómo podía haber un dramático giro de los acontecimientos y hacerle ver que su chico desaparecido no volvería pero que a mi me quedaba mucho amor para entregarle. Pero sabía que era imposible. ¿No? Esa mirada me confundía, me camelaba, me hacía sentir vivo.







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