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Capítulo uno.
Primeras interacciones.

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La campana sonó, indicando el inició de la última clase. Cerré el libro el cuál leía y me levanté de la mesa para dirigirme hacía mí casillero, para después ir a los bastidores. Odiaba los días miércoles, teníamos deportes al final del día y eso me molestaba. Teníamos que irnos todos sudorosos a casa y sin ignorar el hecho de algunos que no conocían los útiles de aseo personal, no nos dejaban usar las duchas, debido a qué las estaban remodelando y eso les tomaría todo el resto del año, aunque tampoco es culpa de nosotros de que los obreros tan solamente se dedicarán a ver a las chicas hacer deporte y estar pendiente de qué tipo de copa era cada una. Eran unos reales cerdos, pero como a la institución no le importaba, tan solamente los dejaban aún cuando miles de chicas se han ido a quejar diciendo sentirse incómodas. ¿Que hizo el rector? Nada, tan sólo dijo un "entiendo" para no hacer nada al respecto del compartimiento de los trabajadores.

Cerré mi casillero una vez que guardara el libro y sacara mi ropa deportiva para guardarla en la mochila, la puse en mis hombros y empecé mi caminata, aunque no llegué ni a dos pasos cuando choche con el hombro de un estudiante. Miré al la persona con tal de pedir disculpas, aunque fuera culpa de la otra. Me quedé viéndolo fijamente por un momento, era el chico de la biblioteca, aquél que siempre se sienta a hacer sus deberes frente a mí. Admito que física se le da mal, sí, he estado pendiente de su tarea y suele confundir mucho la velocidad con la rapidez; aunque no lo culpo, yo también solía confundirme las primeras clases.

- Lo siento, no me fijé por donde caminaba -Se disculpó haciendo una pequeña reverencia y se fue antes de que pudiera disculparme también.

Me quedé viendo el pasillo por dónde se perdió, hasta que recordé que yo también tenía clases.

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Coloqué mis manos en mi rodillas a la vez que intentaba recuperar el aire, miré a la profesora quién veía el tiempo de cada estudiante que participó y los anotó en su cuaderno. Habíamos corrido cincuenta metros planos, y admiraba a algunos de mis compañeros quiénes estaban como si nada después de correr eso, yo no era mucho de deportes, lo máximo que llegaba a hacer era caminar de casa al instituto y viceversa. Aunque igual era notorio aquello, los rollos en mí cintura lo delataban.

Me acerqué a las gradas para sentarme y recuperar el aire, sentí algo helado tocar mi mejilla provocando que diera un pequeño brinco debido al susto, dirigí mi vista hacía mí compañero quién me extendía una botella de agua. Admito que nunca me había dado cuenta que él chico de la biblioteca, tenía la misma clase que yo en estos momentos.

- Toma, te ayudará un poco -Acepté la botella para abrirla y tomar un largo sorbo, para después devolvérsela- No te preocupes, yo ya tengo la mía.

- Gracias -Agradecí al ver como me mostraba su botella, dí otro sorbo para después cerrarla y dejarla a un lado. De lejos se podía escuchar a la profesora llamar a los siguientes.

- ¡Choi Beomgyu! -El chico a mi lado dirigió su vista a la profesora- ¡Tu turno!

Se levantó para dirigirse a la cancha y posicionarse en el lugar que le indicaba. Me quedé observandole hasta que la profesora sopló el silbato, haciendo que empezarán a correr. Miré la botella a mi lado, para después ver al chico correr.

Llegó en tercer lugar, mientras que yo llegué penúltima cuando fue mi turno. Una vez que la profesora anotó su tiempo en el libro, se acercó a mí lado, tomó su botella, la abrió y ese dedico a darle un largo sorbo. A simple vista, se ve como alguien que destaca en muchas cosas y al verlo correr, parece que los deportes son una de esas cosas. Yo, con suerte he logrado destacar aunque sea una vez en lengua extranjera y dos en física, pero siempre hay algo que me hace volver a mí lugar anterior. Un chico se acercó a abrazarle por el hombro y hablar con él.

𝘓𝘐𝘉𝘙𝘈𝘙𝘠 𝘔𝘖𝘜𝘚𝘌  》》 𝘊. 𝘉𝘌𝘖𝘔𝘎𝘠𝘜  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora