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Y el peso de su indiferencia cayó como piedras de mi seguridad

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Y el peso de su indiferencia cayó como piedras de mi seguridad. Mi esperanza se está comenzando a desmoronar poco a poco mientras yo camino sin descanso alguno recordando su fascinante sonrisa con recelo.

Mis brazos se encuentran cansados por llevar dos grandes bolsas blancas que resguardan alimentos y bebidas fatales, pero a la vez exquisitas para el paladar de los perdidos; no es un secreto que el licor suele ser remedio para los jóvenes, algunos no aguantan su amargo y nefasto olor, sin embargo, lo veneran como una cascada de chocolates.

Por el simple hecho de hacerte decir o hacer todo lo que estando cuerdo no te atreves a disponer. Y aquí, aborreciendo esa idea, más no el licor, me encuentro como una sirviente consiguiendo todo para la bendita fiesta que se hace cada dos meses.

No tuve cabeza al momento de ofrecerme como voluntaria a hacer las compras en el momento en que vi a Izan sumido en sus propios asuntos, la camisa blanca se ceñía silenciosamente en sus brazos y aquellos anteojos que adornan con recelo sus magníficos ojos de color azul, hace que pierda los estribos.

¡Santa madre y patrona de ese monumento espectacular!

Este se miraba incómodo, acomodaba cada 5 segundos sus lentes, a pesar que estos no se resbalaban por el puente de su nariz, se empeñaba en mantenerlo pegados; una terrible manía en que se vio envuelto al enterarse que su verdadero padre no era nada más ni menos el que se hacía pasar por primo de su madre. Detesta el hecho de parecerse tanto a él con los anteojos puesto que se vio obligado a dejar de usarlo por un tiempo, verse al espejo y que se reflejara al ser que se burló de su pobre, no padre, le molestaba.

Ni siquiera se inmutó en cuanto me acerque para tener su aprobación, y si no fuera tanto pedir, su tonto corazón; me ignoró. Fui un fantasma en pena a su lado, la esperanza que mantenía para que me acompañara no se pudo validar y se perdió entre las tinieblas del rechazo. Y aquí me encuentro, cansada, con los brazos adolorido, jadeante, sedienta y enfurecida.

«Hasta un puberto podría cargar con esto, cuando se trata de dolores de brazos, ellos son expertos»

–Izan...

Mi voz sale en un susurro en cuanto levanto mi mirada. Esta con los brazos cruzados mientras me ve con desaprobación, estoy dispuesta a recriminarle y arreglar las cosas con él, pero cuando doy un paso hacia su alma, me frena.

–Solo lo hago porque soy educado–Dice quitándome las bolsas de las manos, una sonrisa se dibuja en mi rostro en cuanto se da la vuelta–. No lo hago por ti, Venus.

Aguafiestas.

Al pisar el lugar, la ensordecedora música pega con furia en mi rostro, puedo sentir las vibraciones en mis pies e incluso, en todo mi cuerpo. Las luces se encuentran apagadas y lo único que nos ayuda a deambular sin tropezar, son las luces navideñas que cuelgan del techo y algunas paredes. Mi sorpresa no se hace esperar; cuando vine todo estaba desarreglado, pero ahora todo ya está listo y la fiesta comenzada.

El Lamento de una estrella (Un amarre por accidente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora