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*escuchar*

La lluvia se intensifica con cada paso torpe que damos, las gotas cristalinas nos cubren en un manto de frialdad, lo cual provoca que quedemos al descubierto el uno al otro. Cayden parece recobrar la conciencia poco a poco, ha dejado de balbucear incoherencias al viento o admirando en un silencio preocupante el cielo.

Tan solo escucho su violenta respiración pegar en mi cuello, su pecho esta en un vaivén de querer dejar libre su corazón, su cuerpo tiembla a tal punto de sentirme demasiado mal por no llegar a tiempo.

«Algunas personas no tenemos control de nuestros sentimientos, y eso viejo amigo, causa guerras internas en la persona inocente, en la víctima que guarda una pizca de esperanza en ser correspondida»

Él mismo lo ha dicho, lo tiene plasmado en su canción; la única melodía que hizo temblar mis pensamientos y llorar amargamente por Izan.

Nos hemos detenido a mitad del camino, Cayden esta encorvado hacia adelante, con su mejilla derecha apoyada en mi hombro derecho mientras los suspiros de frustración en camina una rebelión convertida en corriente que destruye a su paso mi estabilidad emocional, provocando confusiones mentales que me podrían dejar pensando esta noche en la oscuridad.

–¿Estas bien?–Pregunto con cautela, pestañeando varias veces en el momento en que el agua no me deja hablar.

Me estoy muriendo de frío bajo un manto estelar, si no salgo huyendo dejándolo a su suerte para refugiarme en mis sabanas es porque siento lástima por él, y culpa.

–Tirarme de un auto en movimiento sería menos doloroso que esto–Susurra con dificultad, su voz se suele escapar hasta soñar como si la respiración le faltara.

Un sonido agudo, como si de un silbido se tratara, sale por sus labios.

–¿Sucede algo?–Mi voz me traiciona y la preocupación sale a flote.

Maldigo a mis adentros al ver como se separa un poco, expectativo por lo que diré o haré. Puedo ver su asombro bajo el temblor de sus labios o el dolor en sus ojos, parece un cachorro que ha sido abandonado bajo esta nefasta y tediosa lluvia.

–Nunca antes había encontrado algo que fuera más maravilloso que los colores del cielo o las brillantes estrellas...

Alza su mano a dirección de mi mejilla, con delicadeza la posa, sin embargo, sus temblores le impiden acunar mi rostro en ella. Se acerca despacio, a su ritmo, al compás en que las gotas caen en el charco y salpican a los intrusos; nuestros labios apenas y se rozan antes de que esté se aparta por la insistente tos que retumba en su pecho y desgarra su garganta.

–Vámonos antes de que agarres un resfriado y m culpes por eso–Murmuro.

Lo agarro del brazo y lo obligo a caminar, es imposible cubrirnos de la lluvia, ya estamos lo suficientemente empapados para ser cuidadosos. Cayden se ve terrible, su piel se ve más blanca de lo normal, sus ojeras se ven más pronunciadas y sus labios pierden su color rosado hasta volverse pálidos.

–¿Qué debo de hacer ahora? ¿y si este incidente provoca que ya no quieras andar por mi alrededor? Visitándome con tu risa lejana y aquel perfume de lavanda que impregnaba mi cama–Su voz sale temblorosa y tiene que detenerse mientras canta para intentar parar la tos que después se convierte hipo–. Podemos volver a empezar, volver a ser cenizas...

El Lamento de una estrella (Un amarre por accidente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora