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Escucho el goteo de la pintura roja caer poco a poco hacia el suelo de madera, tiñe el color marrón por uno extravagante, llamativo y enfermizo. Aquel bote de pintura yace volcado desde la altura de mi tocador, receloso ante esta escena y sombrío ante mis confusos pensamientos.

Los pinceles se encuentran esparcidos sin ningún patrón en común, al igual que las mil y unas hojas blanquecinas o vomitadas por ideas absurdas que pintaron su pureza con colores sublimes y al mismo tiempo, insignificantes.

Mi cuerpo está rígido siempre viendo al techo, lo único que se mueven son mis dos cuencas llamadas ojos. Mis labios arden por la resequedad que les cubre; mi cuerpo se siente débil y pesado sin ánimos de levantarse. En esta mañana que debería de ser sombría, oscura y lluviosa, se ha tornado en una brillante, potente y soleado despertar que sólo crea marachas en mi mente y un dolor de cabeza que parece no querer cesar.

Hasta el maldito clima juega conmigo.

Ha pasado una semana desde que Cayden me encontró en el salón con Izan, mi mejor amigo se encontraba con el torso descubierto y una toalla ajustada con recelo en su cadera; una insignificante tela que cubría lo que los demás no deberían ver.

El cantante se quedó petrificado en el umbral, observando desde la distancia con ojos cansados, postura encorvada y una débil sonrisa que el brillo ni siquiera llegaba a sus apagados ojos, no supe cuánto tiempo se quedó desde aquella distancia, sin emitir ningún sonido, solo observando, respirando acuesta; tal vez por el enojo o... la decepción.

Parecía una estatua, aunque su cuerpo estuviese pegado contra el suelo brilloso salpicado de pintura de la ahora escalofriante universidad, sus ojos emitían más de lo que pudo salir de aquellos labios encorvados ligeramente hacia arriba, tratando de figurar una sonrisa que en el proceso quedó solo en eso, tratando de que pareciera alguna.

Tal vez estuvo ahí unos pequeños minutos, unos largos minutos, insignificantes horas o significantes horas, no lo sé. Tampoco sé si para el fueron números avanzando de carácter despreciables o importantes.

No puedo ocultar que me sentí culpable por un momento, tan solo un pequeño momento, hasta que la punzada en mi corazón fue una temerosa alarma anunciando el hecho de que me estaba volviendo compresiva con él, sin embargo, aquel sentimiento que se presentó durante las noches de insomnios se esfumó en cuanto vi las fotos de él junto con Taylor en las revistas y periódicos, eso bastó para hacerme olvidar el sentimiento de culpa hacia él.

Fue de gran ayuda el hecho de ver como su vida seguía un curso sin interrupciones de por medio, no como él solía decirme sobre los obstáculos presentes en su día a día, me refrescó la memoria y del por qué no debería creerle y ni siquiera encariñarme, pero ¿Por qué aún me siento culpable?

Dice quererme, pero se aparece ante los medios con una sonriente Taylor agarrada de su brazo.

Luego me enteré que después del descubrimiento de Izan conmigo en aquellos salones vacíos, el cantante no le quedó de otra que posponer su concierto y lanzar un comunicado explicando las razones tras ésta.

Un sin fin de palabras vacías y tantos rodeos solo para concluir que su salud está teniendo altibajos preocupantes que necesita resolver con urgencias.

Tal comunicado le sirvió para tener parte del público consolandolo y admirando por su arduo trabajo, y otra parte sólo lo catalogaron de una persona con bastante influencias cuestionables para la juventud, pues, el rumor de que sigue frecuentando lugares como aquel donde casi pierde la vida por una "sobredosis" sigue sonando por todos lados. Aunque le doy el beneficio de la duda ya que la última vez que tuvo una crisis en un bar, no fue nada más que un ataque de ansiedad mezclado con una impotente asma que casi le cuesta la vida.

El Lamento de una estrella (Un amarre por accidente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora