El silencio se hace presente sin ninguna invitación de por medio, viaja entre los presentes y se detiene ante un mar de vidas, de secretos y esperanzas muertas.
Un suspiro de asombro abandona mi garganta y mi mirada se detiene con brusquedad al encontrarme con aquella imagen, con aquellos trazos tan limpios e intimidantes, quiero acercarme y tocar aquel cuadro, pero la culpa me gana.
Es casi un desafío lograrlo, no, es más que eso, estoy viendo arder el infierno frente mío.
Incensado seas, inferno.
Las palabras sobresalen de manera de burla y la secuencia de pinturas le sigue en un pequeño, pero suficiente resumen para entender de qué trata.
Un pueblo profanado por una iglesia, un hombre pecador y una mujer impenitente ante un hallazgo.
—Lo hice antes de que mi hija falleciera, pasaba horas con el trasero pegado a un taburete pequeño que solo servía para darme dolores de espaldas—Su voz se apaga al ver detenidamente hacia el pasado.
Su postura firme recae poco a poco, hasta relajar sus hombros y arquear su espalda, abre su boca, tal vez para decir algo o para agarrar aire en un intento d disimulo de camuflar su dolor y ahuyentar los recuerdos que lo ahogan.
—Mi esposa solía tratarme por no pasar tiempo de calidad con ellas, yo solía cerrar la puerta para que nadie me molestara—el rostro de Anthony se desfigura al momento en que varios sentimientos pasan a saludar—, no recuerdo cuando fue la ultima vez que abrace a Zenia o le dije un Te amo, hija. Estoy orgulloso de ti por intentar vivir cada día.
—¿Qué le pasó a su hija, señor Anthony?
La pregunta abandona mi boca, no me dio ni siquiera tiempo de pensar si realmente era buena idea formularla.
Soy una completa idiota. El rostro de Anthony se desfigura por la sorpresa, saltan sus ojos de sorpresa y la rojez imperdible de sus mejillas abandonan su rostro, dejando a su paso un papel en blanco.
—Se suicido cuando los fuegos artificiales adornaban el cielo—Carraspea antes de voltear a verme—, no vi las señales de alerta, parecía una niña feliz.
La sonrisa de Cayden aparece en mis pensamientos, ¿Cayden ocultaría su dolor atreves de una sonrisa?
¿Qué tan podrido puede estar uno para fingir que no hay dolor?
—Yo era de aquellas personas que no creían en la depresión, de aquel vacío que te carcome en silencio, solía pensar que eran excusas de las personas débiles, pero...—Agarra el cuello de su camisa y voltea a ver hacia al techo, como en busca de fuerza —. Dios, esto es tan difícil—Relame sus labios justo antes de susurrar un si puedo—, pero tuve que ver a mi hija tirada en el suelo cubierta por el frio para entender que si existe tal agobio, tuve que perder a mi hija para saber que eso no es un juego y mucho menos una burla, es el castigo más grande que llevaré por el resto de mis días.
—Lo siento mucho...
—Yo también lo lamento, si, yo también—Murmura con una sonrisa de dolor—. Creo que por eso siento tanta necesidad de proteger a Cayden de su pasado, de su presente e incluso de su futuro, porque puedo ver el rostro de mi hija en el de él, el auxilio silencio que no se atreve de gritar.
—Soy ajena a su dolor, Señor Anthony—Confieso desviando mi mirada de la de él para perderme en las pinturas—, no conozco los dolores y pecados que carga Cayden, no creo poder sentir los dolores de los demás cuando aun yo no he sanado el mío.
—Es comprensible hasta cierto punto, pero Venus ¿Hasta que punto cree usted que es bueno ignorar el sufrimiento ajeno? ¿Hasta que ya no haya nada que ignorar?
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El Lamento de una estrella (Un amarre por accidente)
Teen FictionVenus Coleman es una estudiante de la universidad Magnifica Artes donde cursa el taller de pintura. Ella siempre ha estado perdidamente enamorada de su amigo Izan Gray, el cual nunca le ha prestado atención. Desesperada por llamar la atención de Iz...