Parte XVIII

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Remontemonos a una parte de su pasado, aquel pasado que cambió su vida completamente.

En una pequeña casa de azulados colores, se encuentra un niño jugando animadamente con un muñeco de peluche. Más precisamente con un conejito de telas moradas torpemente cosidas.

Ese pequeño peluche lo había hecho él en su escuela como parte de una actividad recreativa, y aunque el peluche no lucía como aquellos que se venden en las tiendas para Bon significaba un arduo trabajo que lo tenía muy feliz. Él había hecho todo el trabajo desde cortar la tela, rellenarlo y coserlo. Toddy había decidido ponerle botones como los ojos junto a una linda nariz rosada.

Por eso mismo, es que era su juguete favorito, aquel con el que después de ser creado pasaba todo el día. El pequeño niño podía sentir que tenía un íntimo amigo en ese blandito conejo morado.

–¡No vas a creer lo que sucedió moras!– gritó con emoción un día después de regresar de la escuela –Hoy hice otra amiga aparte de Meg y Toddy, se llama Joy – empezó a relatar a la vez que tomaba al conejo en sus manos –Le conté a mamá de ella, estoy muy feliz de tener más amigos– término de decir para seguidamente abrazarlo y salir corriendo de su cuarto junto con él antes de que su madre lo llamara para comer.

Aquel simple muñeco se volvió parte importante de la vida de Bon, porque siempre estuvo en todo lo que este necesitó.

Y Bon nunca imaginó que dependería emocionalmente de su querido juguete.

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Aún pasados los años, si Bon recordaba algo bien, era que su madre siempre hacia todo por él y el como ella siempre estuvo cada que la necesitó, llena de energía y calidez, dispuesta a darle un abrazo o regañarlo cuando fuera necesario. Siempre encargándose de que Bon creciera de la mejor manera.

Por eso, es que el pequeño niño a sus diez años le fue raro verla decaer poco a poco, desde como su energía se apagaba con más rapidez hasta el ver como sólo sonreía de forma cansada, esperando que su hijo no lo notará. Y para cuando Bon tuvo siquiera la valentía de preguntar que pasaba, su madre ya estaba internada, llena de cables por todos lados monitoreando la más mínima alteración en su cuerpo.

Esa fue la primera vez que vio a su madre tan exhausta.

Para el momento en que ella despertó, logró mover sus débiles ojos hacia él sólo para alzar su mano y acariciar su mejilla con la mayor delicadeza que pudo, haciendo que el pequeño niño sintiera un escalofrío llenando su interior al conjunto en que su rostro se deformaba con las lágrimas que bajaban con rapidez mientras sus manos se aferraban al peluche morado. Bon no entendía por que de repente actuaba así, pero se sentía fatal al ver a su madre en aquel deplorable estado.

Ella apenas y tenia la fuerza suficiente para decirle que todo estaría bien, aún sabiendo que esa era una rotunda mentira. Y no queriendo dañar los sentimientos de su pequeño niño se limitó a sonreírle una vez más, feliz de verlo otra vez junto a ella, con ello lo tomo del cuello de su playera acercándolo con su poca fuerza hacia donde estaba, para besar con suma ternura su frente y una vez se separara un poco de él movió sus labios sin emitir ningún sonido.

"Te amo" logró leer el moreno en la boca de su madre.

Cuando subió su verde mirada hacia los ojos de ella, estos lo vieron por pocos  segundos, solo para moverse en dirección al techo mientras el brillo de estos se apagaba.

Sin saber cuando pasó, un extraño ruido llenó el silencio de la habitación y él se encontraba a las afueras de un cuarto especial intentando decifrar que pasaba con su madre.

Te comparto mis ojos ∆BonxBonnie∆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora