--No puedo. ¿Cómo rayos se despeja esta fórmula? Y de nuevo, ¿Qué era v?
Andrea suspiró y se desperezó. Estaba a punto de tomar su zapato y romperme la nariz, lo sabía.
Se levantó y estiró los brazos, luego, contrario a lo que yo pensaba, se sentó con una sonrisa.
--Escucha— dijo, y cerró el libro que tenía en frente, instándome a prestarle atención.— La Física no es difícil. Sólo tienes que comprender qué es lo que estás buscando. La mayoría de estas fórmulas fueron escritas para resolver las preguntas existenciales de la filosofía antigua, así que, de una u otra forma, tratan de darle una explicación a todo o que te rodea, por qué las cosas caen, el volumen de un objeto, su fuerza centrífuga… sólo trata de comprender qué quieres encontrar.
--Tomémonos un descanso de 15 minutos y lee otra vez el capítulo 17. Quiero que escribas en tus propias palabras la fórmula que está escrita ahí, después te enseñaré cómo es realmente.
Hacía mes y medio que había contratado a Andrea como mi profesora particular y hasta el momento me había dado clases de 7 materias diferentes, una por día. Tenía una paciencia anormalmente increíble y una vocación auténtica para la enseñanza. Cada vez que un dejo de frustración se acomodaba entre su ceño, tomaba un respiro e intentaba todo de una manera diferente, cada vez, sin arañarse ni un solo cabello. Pero ella sabía cuándo estaba distraído y cuándo simplemente no entendía. Si se trataba de lo primero, se dedicaba a mirarme con un rictus sin emoción en la boca y salía de la habitación. Si intentaba detenerla, me miraba con desdén y decía que tenía asuntos más importantes que atender un mocoso pelele.
Ella de verdad decía “Pelele”.
Casi me meaba de risa en esas ocasiones, porque ella era pequeñita, comparada conmigo. Andrea tenía 26 años, pero se veía mucho más joven en ese cuerpo delicado de un poco más de metro y medio. Yo tenía 19, pero mis buenos 1.80 m de altura no parecía intimidarle, me miraba como si fuera un cachorro de Gran Danés. Y me trataba exactamente igual a uno.
Sentí un golpe en la coronilla de la cabeza.
--Me fascina tu fórmula. ¿Me la explicas? Demasiado avanzado para mí.
Miré mi cuaderno. Tenía unos garabatos ilegibles que en realidad no formaban palabra alguna, tan sólo el movimiento de mi filosófico lápiz. Después la miré a ella y agucé la vista hacia el rollo que tenía en la mano.
--¿Es eso un revista?
Me carcajeé. ¿Qué seguía? ¿Se negaría a rascarme la panza?
--Juraría que los maestros tenían alguna norma contra los castigo físicos.
--Si tú no aprendes, yo no enseño, por lo tanto, no soy tu maestra.
--Odio la física.
Miró mi libreta. Estaba llena de garabatos. La cerró de golpe. Con una ligera, ligerísima sonrisa.
--Ten cuidado, te va a oír. Y entonces será peor.
Me quejé por lo bajo. Ya no quería estudiar más. Moría, asesinaba, por unas galletas y un cerebro nuevo. Este se estaba pudriendo.
--Vas a descansar una hora, Sólo una hora y regresarás y leerás ese capítulo. Y cuando esta lección esté lista, será todo por hoy.
Me levanté tan rápido que incluso yo me asusté. Y la elevé unos buenos centímetros del suelo en un apretón efusivo de apenas unos 5 segundos. Ya. La verdad es que quería besar a la mujer pero ella me habría electrocutado.
--¡¡¿Qué demonios?!!—me gritó, enfadada y me golpeó con la revista en el pecho. Varias veces. Muy fuerte. Todo lo fuerte que ella podía.
--¿Me has visto cara de maleta?—Gritaba ella, una tormenta desatada a pequeña escala, mientras salía decidida del cuarto de estudio.
Sonreí extasiado. Andrea era una maleta muy linda.
Una linda, linda maleta con una sonrisa fácil, una eterna mirada de concentración en unos ojos encendidos color verde grisáceo, el cabello largo y una personalidad demasiado elevada como para caber 1.56 m de altura..
Algo extraordinario, difícil de encontrar, eso es lo que ella era. Alguien que era seria, tan seria sobre su trabajo, tan concentrada en enseñarme que no se daba cuenta de que sus ojos brillaban cuando yo lograba algo especialmente demandante, o que sonreía cuando estaba leyendo. Me gustaba molestarla. Me gustaba mucho, porque nunca permanecía enojada mucho tiempo.
Me puse a caminar por ahí, y decidí que estaba demasiado cansado incluso para eso, así que me fui al cuarto de T.V en donde puse un canal que no iba a ver en un volumen que no iba a escuchar y me acosté en el sillón de gamuza, sabiendo que me iba a dormir realmente rápido.
Cuando desperté el cielo comenzaba a oscurecer. Habían pasado más de tres horas.
Ay.

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Student-Zone
Humor¿Has oido hablar de la FriedZone? Bueno, esto es incómodo... Me llamo Isaías y tengo todo lo que siempre había querido. Y llegó ELLA Y lo jodió Todo. Me encanta mi tutora particular y hay un par de cosas que me gustaría hacer con ella Pero primero...