XIV: Conexión.

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Horas después de que los sobrevivientes se dieron a la fuga, el personal educativo y los estudiantes de noveno a décimo grado se habían acercado a Trewall Highschool. Por fuera, no había rastro de los vestigios del caos de la madrugada. En cambio, una vez adentro era inevitable ignorar lo acontecido. No hacía falta levantar la vista para horrorizarse pues los pasillos que conectaban los salones con el patio estaban lapidados de ladrillos y estos a unos pocos que no habían logrado escapar. Tan grande fue el horror que el director Hecks sufrió un paro cardiaco y si no hubiera sido por la cercanía al hospital, aquel hubiera sido el último momento de su vida. Ese día las clases se suspendieron pues el colegio había quedado parcialmente destruido y había cuatro chicos que habían muerto aplastados: Jane Lithium, Laurence Thumder, Molly Prodly, Katherine Rivers. Cuando las autoridades hallanaron el lugar, se encontraron con tres muertos más que habían corrido una suerte peor estos a primera vista estaban irreconocibles pero tras unos días de pericias se los identificó como Wendy Smith, Valentine Hopkins y Courtney Bulls, Peter e Irwin Parson . Oscar Collins, Hannah Flowers, Alaska Lore y Raven Wagner habían desaparecido completamente sin dejar rastros, lo cual había incomodado a su familia, sobre todo a la de Alaska que no podía entender en qué momento su dulce niña se había vuelto tan rebelde.

Nadie lograba entender en que momento había pasado eso. Las familia de los fallecidos estallaban de furia ante la negligencia del director cuya salud se vio severamente afectada desde ese entonces. Por otra parte, las familias de los que se encontraban desaparecidos, permanecían alerta a que llegara una llamada de la policía con la noticia de que alguno de los chicos habían aparecido. Sin embargo, aquella parecía ser una pesadilla colectiva de la que nunca iban a despertar.

No había peor sentimiento para una madre que la perdida de un hijo y a pesar de que ella no era más que su tía, Eleonor sufría todos los días la desaparición de Alaska. Ver a su sobrina era como ver nuevamente a su hermana, llena de juventud y belleza. La compañia de Alaska para Eleonor era como si su hermana nunca hubiera muerto más bien es como si hubiera rejuvenecido y hayan intercambiado el rol de hermana mayor y menor. Tras la ausencia de su sobrina se había restaurado el duelo por !a muerte de su hermana. Desde su partida su vida había cambiado drásticamente y ahora aquel dolor volvía con una intensidad mayor que flagelaba todas sus heridas cicatrizadas. Ni siquiera la presencia de Madeleine, su novia y confidente, le generaba alivio. No disfrutaba su presencia pues era lo mismo que estuviera y no ya que la comunicación entre la pareja había disminuido. Si la situación hubiera sido diferente, Madeleine asociaría aquello a una perdida de interés que, en el peor de los casos, se debería a una infidelidad. Sin embargo, hay cosas peores que sufrir una traición y una de ellas es ver como la persona que más amas se autoconsume. Madeleine estaba dispuesta a hacer lo que fuera para recuperar a la Eleonor de la cual se había enamorado. Eleonor se negaba a acudir a un especialista por más persistente que fuera su novia, era en vano que fuera si no se mostraba interés en abrirse.

Los días pasaban y los únicos rastros que había de Alaska era los relatos de los sueños Eleonor, interrumpidos continuamente por el llanto. Madeleine odiaba reconocerlo pero se sentía incapaz de ayudar a su novia aunque no podía dejarla sola en un momento tan crucial como aquel. El único consuelo que podía ofrecerle, además de los besos y abrazos que Eleonor parecía no disfrutar, era su apoyo de que Alaska aparecería con vida. Desgraciadamente, Madeleine no compartía con certeza aquel sentimiento que transmitia. Se destruía a si misma con pensamientos pesimistas. Todas las noches lloraba hasta que el sueño la vencía. Añoraba con las fuerzas que le quedaba que encontrara la ayuda necesaria.

Una mañana, después de desayunar forzadamente, se encontro con un pequeño anuncio que le llamo la atención. Jacqueline, the Sorceress, Scarlett se leía en letras mayúsculas y debajo aparecía una foto cuadrada de una mujer con una prominente cabellera castaña, tez pálida y un holgado vestido blanco. Debajo de la imagen, se encontraba un número de teléfono el cual ni hizo falta que Madeleine lo anotara porque lo marco de inmediato en su celular. Al cabo de unas horas, cuando el anochecer estaba cerca Jacqueline Scarlett y su hija Ciel Scarlett estaban en casa de Eleonor quien reacciono de una manera tan energética que parecía otra persona.

Conocimiento prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora