VI: Sorpresa nefasta

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Cuando Dorothy llego a su casa luego de veinticinco minutos a pie, se sintió más relajada. Las primeras horas de su día fueron incomodantes pese a que Adam Brooks no terminaba de cerrarle. Siempre encontraba una manera de captar la atención de los demás y si había algo que Dorothy al igual que muchas personas no soportaba era esa clase de personas. Aún así el clima de la escuela tras su muerte estaba lejos de agradarle.

No fue necesario que colocara la llave para que pudiese entrar. Tan solo empujo la perilla y se encontró con las paredes blancas acompañadas de muebles marrones y con un niño de hombros anchos y bastante alto para su edad. Se trataba de su hermano Olvir quien era diez años menor que ella. El niño retrocedió con ambos brazos sobre la espalda. Retrocedió para que su hermana pudiera pasar. Cuando le dio la espalda, el tironeo de su cabello y ella se volteo por ello.

-¡Es para ti!-Extendió sus brazos sosteniendo una hoja de gran tamaño doblada a la mitad.

-Oh, gracias.- Dorothy forzo una sonrisa. De los demás no esperaba que la felicitaran pero su propio hermano si. De igual forma que invirtiera su tiempo para dedicarle algo la reconfortaba. Sin más, abrió la hoja y Dorothy abrió los ojos como platos.

-No me digas que te impacto.-bromeo él.

-Claro que no.- A decir verdad si lo había hecho. En el dibujo observaba troncos de árboles que formaban una cadena aunque esta presentaba asimetrias. Algunos yacían sobre el suelo pero los que estaban acercandose a la derecha de la hoja habían llegado a convertirse en escombros.

-Son como los que hay en casa.- Olvir había nacido en Noruega también aunque recordaba más su estadía en Estados Unidos que en su país natal. Tan solo tenía dos años de vida cuando sus padres tomaron la decisión.

-¿No te gustaría vivir allí?

-Para nada. - Olvir rompió con toda expectativa .- Me quedo con el clima y la sociedad norteamericana.

Dorothy frunció los labios. ¿Qué podía entender un niño de ocho años sobre la sociedad? Solamente lo que era digerido por otras bocas desde luego. Estaba a punto de recriminárselo cuando sintió ruidos a sus espaldas. La puerta estaba abriéndose y se podían observar a dos personas. Un hombre castaño y una mujer rubia.

-¡Feliz cumpleaños, mi valkyria!- Una sonrisa de oreja a oreja decoro el semblante de Dorothy. En agradecimiento rodeo con sus brazos el robusto cuerpo de su madre quien le correspondió el abrazo.-

Mirando por el costado de la cintura de su madre, se encontró con su padre. Era alto y delgado quien poseía una cabellera ondulada hasta los hombros. Dorothy podía observar que debajo de una de sus manos colgaba una bolsa que tomaba una forma triangular.

-¡Feliz cumpleaños!-repitió su padre. Extendió su brazo y Dorothy tomo la bolsa. Con pasos rápidos se dirigió a la mesita de vidrio que estaba en frente de los sillones negros. Con el mismo entusiasmo que una niña pequeña, retiro el regalo de la bolsa y resquebrajo el envoltorio. Fue inevitable.

-¡Una Play Station 4!¡Muchísimas gracias!-Dorothy daba la impresión de que saltaría en cualquier momento pero si lo hacia no podría utilizar la consola nunca.

-De nada, hija. ¡Es para los dos!-confeso su padre.

-Mmm...lo imaginaba.

-¡Vayan a la cocina!-ordeno la madre de Dorothy.- Tenemos que preparar los emparedados y cocinar las pizzas-Ninguno de los tres abandonaba su lugar por lo que insistió - ¡Philip! ¡Orvin! ¡Dorothy!

Si Dorothy hubiera sido mas perezosa le hubiera fastidiado que su madre le pidiera que colaborara con las tareas domesticas en su propio cumpleaños. Pero como no era así, cumplió con gusto.

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