Prólogo.

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Autora: Aquí les publico una obra que tiene mucho tiempo que escribí y por una razón u otra no había subido. Tendrán un capítulo diario hasta que se termine y la de Hockey Mask podrán leerla los domingos. Un abrazo.

El nudo en su garganta era demasiado grande y las lágrimas se agolpaban en sus ojos insistentemente con esa amenaza de salir, pero él no quería que cayeran en ese momento, no quería que su dolor fuera evidente.

Mordió su lengua para no soltar el "no me dejes" que se encontraba golpeando en su interior para poder salir, tampoco quería rogar puesto que jamás lo había hecho, aquella no era una de sus prácticas favoritas y mientras pudiera, lo evitaba a toda costa.

Tomó aire costándole mucho que éste llegara a sus pulmones por ese maldito nudo y, vaya que quería morir en ese momento, pero sabía que no iba a pasar. Pellizcarse estaba de más puesto que era consciente de que aquello estaba sucediendo ya que desde hacía un tiempo había recibido señales de que así sería, señales que había decidido ignorar.



- Nos estamos lastimando más al estar juntos - dijo Louis con la voz rota.



A diferencia de él, aquel chico de ojos azules lloraba sin importarle que lo estuviera mirando en tan mal estado y es que, después de tanto tiempo, se suponía que ya no debería de tener problemas en que Louis lo viera llorar y notara su dolor, pero su maldito orgullo simplemente era más alto y grande que él mismo.



- Sólo peleamos - continuó al no recibir una respuesta de su parte - ya dejamos de entendernos...



Louis sollozó y él quiso abrazarlo, pero se contuvo cerrando los puños con fuerza.



- Si eso es lo que crees, está bien - soltó todo lo contrario a lo que estaba sintiendo simplemente por darle el gusto.



Los ojos azules de Louis se clavaron en los suyos y después de unos segundos, el castaño asintió dando la media vuelta para empezar a alejarse de él a paso lento.

Quiso correr detrás de él, abrazarlo por la cintura y decirle que podían seguir juntos, que todo estaría bien, pero las lágrimas que se derramaban por su rostro lo habían dejado inmóvil en aquel parque al que siempre habían ido desde que habían iniciado su relación amorosa, justo donde su primer beso, el más anhelado por ambos había sido realidad.

Al levantar la vista se dio cuenta de que ya no había rastro de Louis y sintiendo cómo su alma salía de su cuerpo lentamente, se dirigió a su auto donde tuvo que esperar unos minutos para lograr tranquilizarse y cuando pudo conseguirlo lo encendió para conducir en dirección a su casa puesto que lo único que quería en ese instante era tirarse debajo de las sábanas y llorar hasta conciliar el sueño.

Para su buena suerte, su hermana no se encontraba y, por consecuente, su madre tampoco, así que pudo caminar llorando con libertad por todo el camino y cuando llegó a su habitación, siguió sus planes al pie de la letra; se dejó caer en la cama y se cubrió hasta la cabeza como si su sábana fuera un escudo protector contra el dolor hasta que sus ojos se sintieron cansados y lo llevaron a un profundo sueño.

La esperanza aún se albergaba en su corazón al creer que Louis aún le podía enviar un texto pidiéndole disculpas como siempre, retractándose de sus palabras, pero al despertar al día siguiente la realidad lo golpeó dejándole claro que todo había llegado a su final, que Louis se había ido dejándolo solo con un inmenso amor tan vivo como el primer día en que lo había visto caminar por la calle sin siquiera saber su nombre, y también le confirmaba que un día se sentía como tres otoños cuando no estaba a su lado.



Tres Otoños |Larry Stilinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora