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—¿Viste que no todo era tan malo?

La mujer le pasó la taza de té a su hijo.

—Bue, tampoco para tanto. Ni siquiera "concretamos" nada —hizo comillas en el aire.

Como respuesta, recibió una mirada comprensiva, de ternura, de orgullo. Una mirada de madre.

—Por lo menos no estás congelándote abajo de la lluvia en algún pueblito del fin del mundo mirando de lejos la graduación a la que no te invitó el chico que te gusta.

No pudo más que reír. Ese día parecía tan lejano ahora, casi irreal.

Cada día se alejaba más de ese sentimiento horrible de ser rechazado, y se acercaba más a ese chico al que quería.

no lo leas, tiene hantavirusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora