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Ella lo abrazó y él sintió que se derretía.

Hacía ya demasiado tiempo que no tenían una charla seria, que no tenían ningún tipo de charla, en realidad.

Y el tenía miedo.

No solo miedo. Tenía terror.

Pero ella lo había escuchado, lo había entendido, y lo había abrazado.

Hacía años que no se abrazaban de esa forma, profunda, sincera. La última podría haber sido ese día que por fin se fue a vivir solo. O el día de la graduación, que venía esperando desde que empezó la secundaria. Tal vez incluso antes, cuando sintió ese dolor tan insoportable en su corazón de adolescente y le fue a contar. Y ella, como siempre, lo escuchó sin juzgarlo y lo ayudó más de lo que nadie pudo hacerlo nunca. Aunque podría haber sido antes...

Ahora que lo pensaba, parecía ser esa la primera vez que se abrazaban en la vida.

Y es que le había contado todo. Completo y absoluto y de principio a fin. Y esa madre, la que él solía decirse que no merecía, lo había escuchado, lo había entendido, y lo había abrazado.

no lo leas, tiene hantavirusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora