Capítulo 43. Soledad.

743 96 12
                                    

Las habitaciones únicamente eran espacios que ocultaban secretos, donde nadie podría encontrarlos.

Los cajones eran secuaces los cuales podían ayudar a esconder cosas.

Y toda aquella casa era un nido de secretos.

Desde que tenía memoria su vida fue difícil, con el fallecimiento de su padre las deudas y la hambruna jamás falto en la casa, aún recordaba con claridad todas esas noches cuando su madre lloraba o bebía agua a más no poder para poder callar los gruñidos de su estómago y el dolor de su corazón.

No podía hacer nada, incluso con un trabajo de medio tiempo no podía dar buen soporte a la casa, se sentía un inútil.

Necesitaba ayudarla.

Pero en este mundo solo aquellos quienes tienen dinero reciben ayuda, lo pobres únicamente merecían torturas, odiaba tanto la diferencia de clases.


Cuando cierras los ojos puedes perderte tantas cosas, en un segundo la vida cambia, eso al fin lo entendió cuando, en un abrir y cerrar de ojos ahora tenía una nueva familia.

Los seres humanos somos completos, nadie es media persona, eso lo entendió el día cuando su madre dio a luz a una hermosa bebé. Él fue uno de los primeros en cargarla y supo que debía protegerla con su vida en el momento que, con aquella pequeña mano tomo su pulgar.

Jamás pensó que se enamoraría su pequeña hermana, temía tanto que sufriera lo mismo que su madre y por ello se volvió un imbecil.

Había perdido a su hermana por lo cuál con ello se fue el derecho de conocer a su sobrino. Pero ahora, había perdido a sus hijos.

Aquella enorme mansión era tan silenciosa, estaba tan acostumbrado a los gritos de Luffy, aquel pequeño siempre tan enérgico, su pequeño hijo, su mayor adoración a la cuál jamás pudo decirle cuanto lo amaba, únicamente se encargaba de consentirle todos los caprichos para de esa forma pagar sus ausencias.

Era un milagro que el pequeño no fuera un malcriado.

Sabo, su hijo adoptivo, debido a los problemas en su primer matrimonio y a la falta de heredero decidió adoptar al pequeño niño, apesar de no ser su sangre lo amo cómo a su propio hijo, era un ejemplo, era su todo, un logró.

Ahora no tenía nada.

Ninguno de sus hijos estaba ahí, y nunca más lo estarían, actuó como un idiota, lo sabía mejor que nadie, pero las palabras para pedir perdón no salían de su boca, simplemente se quedó callado mientras observaba como su familia desaparecia a una velocidad aterradora.

Nuevamente estaba sólo, pero algo era distinto, ya no estaba hundido en la pobreza. ¿De que sirve el dinero en esos momentos.?





--¡Increíble!--miro Tama al rubio quien sonrió--¿P-puedo comerlo?
--claro--la miraba contento--es para comer, no solo para ver.
--¡yo también quiero!
--Ace ya vas por tu décima rebanada de pastel...
--¡dame Sabo!
--claro que te daré--respondio el rubio mientras cortaba una porción más de aquel postre de chocolate, lo depósito en el plato ajeno y se acercó a él--toda la noche.
Tama ignoraba el ambiente, se concentro en comer--¿puedo llevarle a mi amiga?
--¿amiga?
--¡si O-Toko! Es una amiga que va en mi salón, escuche que va a ser adoptada por una pareja.
--¿adoptada? ¡oh la niña huérfana!
Ante las palabras de su hijo Roger y Rouge miraron al pecoso, quisieron regañarlo pero por lo visto el rubio con una sola mirada callaba a su hijo, ¿donde estuvo ese maravilloso muchacho todo ese tiempo?, era lo que pensaban los padres.
--te haré un pastel sólo para ti y tu amiga--acaricio los cabellos de la menor quien sonrió cálidamente--¿que tal si me acompañas por las cosas? Así puedes elegir tú el sabor.
--¡siiii!
--¡¿y yo que?!--reclamó el pecoso, celoso de la falta de atención cuando su hermanita llegaba.

Caminos Cruzados. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora