Capítulo 6: Jean y Henry

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Tener una hija como Hermione no era fácil, era hermosa e inteligente, amable y bondadosa pero también una bruja y eso lo complicaba todo. Cuando era una niña sucedían cosas raras a su alrededor, objetos que estallaban cuando ella gritaba o pequeños incendios cuando estaba molesta, magia accidental como le llamo esa profesora que nos contó lo que era nuestra hija.

Nuestra Hermione nunca seria una chica normal, no estudiaría en colegios normales, no estaría molesta por que no le compráramos un nuevo teléfono móvil, no viviría las experiencias de las jovencitas no mágicas pues asistiría a un colegio para magos y brujas, un internado.

Había sido difícil dejar ir a su bebe, su pequeña niña a un colegio y solo verla en lo veranos por tantos años. Perderse de tantas cosas en la vida de su hija y verla cambiar tanto cada año, llenar su habitación de libros raros, incluso algunos mordían, de calderos y frascos con ingredientes de aspecto y aroma asqueroso.

Nunca supieron mucho de ese nuevo mundo del que su pequeña formaba parte, aun tenían recelos y miedo de todo lo que ese mundo oculto de la vista de los muggles, como llamaban a las personas no mágicas, albergaba.

Ellos eran solo unos simples dentistas, un matrimonio como muchos otros, que trabajaban duro cada día y llegaban por las noches a buscar comodidad en su casita pintoresca en los suburbios, no eran especialmente aventureros o con vidas interesantes, solo normales, promedio.

Por eso les costaba tanto entender como su hija resulto ser tan especial, mágica en el pleno sentido de la palabra.

Aun así la amaban con todas sus fuerzas, desde el día en que nació con sus mejillas regordetas y una fina pelusilla marrón como cabello ellos la amaron con locura. Deseaban protegerla, alejarla de todo aquello que pudiera lastimarla.

Tal vez si su hija hubiera sido honesta con ellos al contarles sobre esa guerra en el mundo mágico ellos hubieran entendido, tal vez incluso intentarían ayudarla aun que solo fuera apoyándola y orando por ella.

Pero su niña les mintió. Incluso se atrevió a hechizarlos. Uso uno de esos movimientos de varita sin dudarlo y les borro la memoria, todo recuerdo de quienes eran y de que tenían una hija, les invento nuevos recuerdos y los mando lejos mientras ella se colocaba en la primera línea de batalla en una guerra siendo aun una niña.

Y les había dolido, les había herido profundamente en el alma que su hija, su bebe que debía ser protegida los cuidara a ellos, los hacia sentirse tontos, incapaces e inútiles como padres.

El día que ella llego a ellos y les regreso sus recuerdos la miraron confundidos, recordaban cada día de su vida como Mónica y Wendell Wilkins en Australia pero también recordaban su otra vida como Jean y Henry Granger, sus infancias, el nacimiento de su hija, la primera vez que un montón de copas se rompieron cuando ella lloro, la carta de ese colegio para magos, la vieja profesora vestida con estampado de Tartan explicándoles que su hija era una bruja, ellos despidiéndola en el anden nueve y tres cuartos y una ultima imagen de ella apuntándoles con sus varita.

Habían llorado, sintiéndose dolidos y confundidos, mirando a la chiquilla de pie frente a ellos, con el cabello marrón enredado, los tristes ojos color chocolate, tan cansados y apagados, la piel ligeramente cenicienta, ella era su hija pero al mismo tiempo era una extraña.

No era su pequeña Hermione, esa chica frente a ellos era la bruja que los había hechizado robándoles sus vidas. Habían llorado y gritado reclamándole mil cosas que incluso en esos momentos les costaba recordar.

Lo que recordaban tan claro como el cristal era verla sostener un curioso medallón con la forma de una serpiente antes de desplomarse al suelo, unos segundos después se escucho un ruido extraño y un jovencito alto, pálido y rubio apareció de la nada en su sala de estar.

Un mago como ella, eso fue lo primero en sus mentes al verlo correr hasta su hija y abrazarla, lo vieron mirarla un segundo aliviado antes de levantarla del suelo tomándola en sus brazos y enfocar sus ojos grises cargados de preocupación, rencor e ira contenida en ellos.

"Ella es y siempre será su hija, señores Granger, ella solo pensaba en protegerlos cuando hizo lo que hizo, de haber sido a la inversa les aseguro que habrían echo lo mismo, ella no merece ser tratada de esta manera después de todo lo que a pasado… solo espero que recapaciten antes de que sea muy tarde y terminen arrepintiéndose por lastimarla de este modo"

Luego de decir eso el chico se marcho con ella en sus brazos y solo entonces se atrevieron a dejar escapar el aliento que ninguno sabía que contenían, confundidos, dolidos y sintiéndose culpables lloraron abrazándose por horas.

Con el recuerdo de su hija en el suelo, su hija mirándolos con los ojos acuosos por las lagrimas, su hija el día que nació… tan dulce, tan pequeña e indefensa, y luego la voz de ese chico, sus palabras que resultaban peor cuando esos ojos grises los miraban con desprecio culpándolos abiertamente por el estado en el que encontró a Hermione, en el suelo ahogada en llanto y que indudablemente era su culpa.

Encuentro fortuitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora