33 Maratón 4/5

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~Yoongi~

No podía jodidamente hacerlo.

No podía ver.

No podía oír.

Jodidamente me negaba.

Durante todo el tiempo que jugamos póquer, Cut me vigiló. Sabía lo que esto me causaría. Sabía cómo lucharía y paralizaría, y potencialmente me desenmascararía a mí mismo por completo.

Vino al juego con la misma pistola con la que me amenazó hace dos meses, enganchada en el cinturón, reflejándose en las lámparas de araña, prometiendo con indiferencia muerte si desobedecía.

Fue una maldita tortura esperar que el tiempo se acercara, pero no fue nada comparado con dejar a _____ con mi familia.

Odiaba dejarla. Pero no tenía otra opción.

Hablar de lo que sucedería era una cosa.

Observarlo suceder era jodidamente otra.

Mi piel picaba. Mi corazón se rompió. Mis pensamientos eran una ruina turbia.

Necesito ayuda.

No podría vivir conmigo mismo sabiendo lo que le sucedería a
_____.

Podrías tomar una sobredosis.

Tomar un puñado de pastillas y deslizarme en un coma, así nunca tendría que enfrentar las consecuencias de lo que haría esta deuda.

Apuñé mi cabello y pateé la pared.

El pequeño acto de violencia hirvió a fuego lento un poco de mi rabia.

La pateé de nuevo.

El dolor que solía buscar antes de tragar tabletas se encendió a la vida.

Pateé por tercera vez.

Agonía latente adornaba los dedos de mis pies. Me tranquilizaba. Me ayudaba a centrarme en el cuadro más grande, en lugar de las próximas horas.

Encontrando una cierta paz en mi furia, me salí de control.

Dejé caer mis paredes y me volví una bestia.

Girando alrededor, abracé cada centímetro de mi ira, las partes que siempre sufrí, las partes que apenas reconocía, todo.

Mostré mi verdadera locura.

_____ tenía razón.

Sufría una locura.

Y ella me condenó para siempre sin cura.

Ella jodidamente me odia.

—¡Mierda! —Aceché por el pasillo y saqué una caja de música que fue de mi tatara-tatara tía de una mesa auxiliar. Lanzándola al suelo, sentí una satisfacción enferma al tiempo que los resortes rebotaron libres y las vibraciones de música daban una serenata con notas rotas.

—¡Mierda! —Lancé candeleros dorados en las paredes cubiertas de tapices.

—¡Mierda! —Pateé una silla francesa invaluable.

—¡Mierda, mierda, mierda!

A lo largo de mi diatriba, en lo único que podía pensar era en lo que haría Tae.

Y cómo reaccionaría _____. Por tratar de salvarla, la perdí para siempre.

Me odia.

Me desprecia.

Detesta todo sobre mí.

Y jodidamente no la culpaba.

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Endeudado: Tercera Deuda//MYG Y TÚ//+18 [TERMINADA T4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora