Capítulo 9

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Siento que voy a morir de desesperación cuando las llamas se extinguen, la camioneta queda rostizada, pero sin ningún símbolo de magia y el hombre más amenazante que he visto esta frente a mí con un martillo como el que usaba Thor en los comic que antes solía leer.

-     Ilitía, supongo que no tienes suficiente de sangre en tu trabajo, que ahora quieres derramar sangre de semidiós, ve a llorar con mi madre sobre cómo no pudiste matarlas o yo te matare a ti.

-     Te arrepentirás de esto hefestos

-     No pueden hacer nada más, ya fui expulsado del Olimpo.

La diosa desaparece en una pequeña luz que se extingue justo seguido que del cielo caiga algo parecido a gelatina podrida mezclada con baba de trol y caracol.

-     Por todos los dioses es placenta, ¡placenta! – grito mientras me trato de sacar toda esa cosa que esta sobre mí, litros y litros de la viscosidad más asquerosa que he visto. No lo soporto y vómito, es tan asqueroso que luego de un rato vomitando cosas que no he comido vomito sangre

-     Athina ¿Qué ocurre?

-     Apolo llegara pronto, no se preocupen – dice el hombre que ahora que no hay amenaza parece un poco incomodo

Mientras lo dice veo algo demasiado extraño y una lágrima se desprende de la luna y un rayo de sol nace de esta justo para caer arriba del ya estropeado jeep.

-     Parece que llegamos un poco tarde hermanita – comenta un chico de unos diecinueve o veinte años a una chica que parece de doce como máximo

-     Todo es tu culpa – reprende la chica mientras comienza a mover sus manos y llevarse la placenta lejos de nosotras, de todos modos yo aún no he podido dejar de vomitar sangre y la polera que antes era naranja está en la parte frontal llena de sangre

-     ¿Qué te paso a ti? – dice el chico bajando rápido del techo del vehículo – Hefestos ¿Qué ocurrió?

-     No lo sé, yo no vi que ella les hiciera algo

-     Athina mírame – dice el muchacho, hago lo que dice porque estoy cansada para hacer otra cosa, cuando sus ojos dorado me examinan sé que hay algo mal - ¿ella sostuvo tu mirada verdad?

-     Si – alcanzo a decir mientras vuelvo a escupir sangre esta vez en la linda chaqueta del dios del sol, siento como su hermana, Artemisa, se ríe un poco más allá.

El dios no parece en realidad enojado, toca mi frente con sus manos y ciento como las náuseas desaparecen de un segundo a otro.

-     ¿a qué hora llegara Hermes? – pregunta artemisa que ha estado limpiando el desastre que dejo la diosa de los partos

-     No lo sé – comenta apolo y le hace una señal a su hermana para conversar lejos.

No sé si alguna vez les ha pasado, pero incluso cuando no están escuchando o mirando saben exactamente cuando las personas están hablando de ustedes, supongo que se siente como un cierto calorcito en la mejilla, con los dioses era igual, podía sentir como los mellizos estaban hablando de mí.

-     No, no y no, envía esa caja a Vancouver, no la otra es a Madrid, si, esa a Barcelona.

-     Asumo que él es Hermes – dice Alinka

-     Lo soy – responde él dios que parece más un ejecutivo bancario – un placer conocerlos, lamento tu destino Athina, ¡tengo regalos y mensajes!

-     ¿Qué destino? – dice Adriana, más amenazante que lo que pensar que esa chica podía llegar a ser.

-     Pues que la diosa la maldijo y jamás podrá tener hijos – Apolo está haciendo señas para que Hermes se silencie de una vez, artemisa se pone pálida y Hefestos me mira con lastima.

Semidiosas de la eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora