Hiro se encontraba siguiendo con la mirada las partículas de polvo que flotaban frente al haz de luz de la ventana, con toda la concentración que cortos sus dos años de edad podían concederle. Sus rechonchos deditos intentan atrapar algunas, pero su falta de coordinación ocasiona que sus esfuerzos no rindan frutos. Sus largas pestañas parpadean con rapidez cada vez que alguna se acerca demasiado a su ojo, y su única preocupación en la vida es la de recibir el calorcillo del sol de México a través de la ventana sin molestar a nadie.
Súbitamente siente los brazos de su padre alzando su regordete cuerpo del suelo, suspendiendo sus pequeños pies en el aire (alborotando todas las motas doradas de polvo con el movimiento), y se pregunta si acaso estaba estorbando el paso sin darse cuenta.
Se ve envuelto en el aroma a colonia de su padre mientras que se le permite ver los alrededores desde una nueva altura, haciéndole sentirse grande y poderoso por un momento de gloria que le saca un breve gritito entusiasta y ligeramente sofocado, uno de los pocos sonidos que parece permitirse emitir.
Dicho gritito, en conjunto con su dentadura, su corta estatura y su rollizo cuerpo, le ganó el apodo cariñoso de "ratoncito" por parte de su madre desde el primer momento en que lo escuchó, y posteriormente, su preocupación al notar que su hijo no decía mucho más.
Pero todo ésto era un misterio para Hiro.
El Hamada menor se aferra para no caer de los brazos de su padre, esperando que sólamente le muevan de lugar, pero al notar que le llevan de habitación en habitación, de un pasillo a otro, de cuarto en cuarto, su curiosidad se incrementa. La adrenalina de la anticipación a la aventura más grande que ha experimentado a su corta edad al notar que su padre le acerca a un cuarto en particular, uno al cual no se le había permitido la entrada antes, es tan grande que sus ojos grandes se abren un poquito más de asombro.
Lentamente, la puerta se abrió ante él, provocando que su pequeño corazoncito latiera aceleradamente y otro pequeño chillido de ratón saliera de sus labios, emocionado por ver lo que había dentro.
...Dentro, aguardan su madre y la señora morena que reconoce como dueña de la casa.
Ante ellas, hay una cuna.
Una cuna con un bebé.
Hiro no puede evitar inclinarse con curiosidad en un intento de espiar más de cerca, tan pronto como nota que su padre se acerca a ambas diciendo quién sabe qué cosas, y permitiéndole acercarse con una sonrisa.
Gracias a la altura extra, es capaz de observar un bultito moreno acurrucado en su interior, enfundado en un suave mameluco.
—Saluda Hiro. Éste es Miguel. —Pide la dulce voz de su madre a un costado suyo, en un susurro. La señora morena se queda callada, sonriente, a la expectativa.
ESTÁS LEYENDO
No Romo
FanfictionHiro y Miguel son mejores amigos desde que llevaban pañales. El paso de los años hace que sus amigos crean que es cuestión de tiempo para que acaben casados, pero ellos insisten en que "no homo", no hay nada romántico en lo suyo, simplemente son mu...