3: Sobre nuestro cadáver.

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Capítulo tres: Sobre nuestro cadáver.

Peter Hale.

Las heridas tardaron en cerrarse. No, miento, ni siquiera cicatrizaron o disminuyeron el tamaño del zarpazo, pero a pesar de todo, Stiles, tuvo la paciencia de cuidarme y ayudarme esa misma tarde.

Llegado un momento, nos trasladamos a la habitación de mi sobrino. ¿Las razones? La entrada principal olía a testosterona y estrógenos. Con un poco de la ayuda del chico de lunares, pude subir, de una forma muy penosa, por las escaleras, y claro, no podía faltar detrás de nosotros, un celoso Derek. Problemas graves no hubo hasta que, por quinta vez, la herida se abre y comienza a sangrar con más fuerza que las anteriores.

—Ven, vamos a lavarla. — Dice Stiles retirando suavemente mi mano de la herida, suplantando con la suya y así él pueda presionar mi abdomen. Era de pura suerte que el baño esté en el mismo piso que la habitación:

"Porque el tratar de curar una herida de alfa, en realidad, te dejaba sin fuerzas". Y de nuevo, como lo hizo durante toda la tarde, se tomó su tiempo en detener la hemorragia y de limpiar todos los lugares que fueron manchados. "Sangre derramada por los celos de un alfa".

Sus finos dedos recorren mi abdomen, acariciando mis músculos, evitando el hacerme un daño mayor del que ya tenía proporcionado, todo eso a la par de su aroma; un aroma que me hacía añorar a Talía, mi hermana, y su primogénita, Laura. El aroma a maternidad, galletas, leche y lociones suaves aptas para la piel del bebé; una pequeña mezcla de medicina y café.

"Talía y Laura". De a poco mi cabeza va cayendo, mi vista se me nubla. "No lo hagas, ni se te ocurra, Peter". Me digo a mí mismo, tratando de contener mis lágrimas, que poco a poco se alteran por escapar.

Ya era muy tarde, mi tosco sollozo llega a sus oídos, mis lágrimas empiezan a mojar al azar su camisa, y yo me muerdo mis labios para no mostrar un lado que nunca pensé que saldría a la luz de tan humillante forma. Al momento ya tengo a Stiles, cubriendo mi cara contra su cuello, protegiéndome de que nadie me vea, sobando mi espalda al ritmo de alguna canción que seguro se le ocurrió al momento.

—Si necesitas llorar, hazlo. No soy nadie para impedírtelo y mucho menos decirte que todo va a estar bien, Peter. — Mi llanto no fue sonoro, solo fueron miles de lágrimas, una detrás de otras, retenidas por años, que nunca conocieron la luz del día porque yo tenía la necesidad de demostrar que nadie me podía parar, ni mucho menos vencer. Pero la venganza pasó, y por culpa de la misma, Laura, murió en mis manos.

Siento sus dedos, esta vez pasando por donde una vez cayeron mis lágrimas, borrando cada rastro de que alguna vez lloré en sus brazos, procurando de mantener viva mi imagen invulnerable. Una vez más, inspiro aquel dulce aroma que lo caracteriza. Creé mi propio mundo por unos segundos, pero mi paz se acaba al escuchar zumbar ambos teléfonos sin piedad alguna, dándome, una vez más, otra razón de que aquella manada de inútiles no puede hacer nada sin que un adulto los supervisé.

—Isaac encontró el escondite del aquelarre. — Menciona Stiles para ambos en un susurro, como si de repente el hablar fuerte me espante y rompiera en llanto, otra vez; además de que tampoco había amagado a querer sacar el móvil de mi bolsillo trasero.

Derek no estaba, hace rato; y Stiles solo se permite ir a guardar los materiales que utilizó en mi herida, dentro del botiquín.

—Stiles. —

—¿Te duele? — Atento a mi llamado se gira y me encara, y sin limitarme a nada, más de lo que ya había cruzado la línea ese día, me acerco cauteloso. —Tal vez lo mejor sea que te quedes hasta que te cures por completo, cualquier cosa puedes ser nuestra caballería pesada si se nos llega a ir de las manos. —

Dos Terrones De Azúcar No Es Bueno Para Un Chico HiperactivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora