6: La inocencia no existe.

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Peter Hale.

Ya había pasado más de la mitad de una semana luego de las brujas, y tanto la manada como el pequeño pueblo se encontraban en paz. Aunque el estar corriendo por tu vida no era un buen ejemplo de paz, si era una buena inversión de tiempo, en el cuál uno podía conversar con cierto chico hiperactivo.


Hacía ya desde un tiempo que me había conseguido un departamento en el pueblo, claro que mucho más completo que el de mi sobrino; ubicado al otro extremo del mismo, de dudosa dirección para muchos, a excepción de Lydia, quién era la única que tenía la ubicación exacta, piso correcto y una copia de las llaves de la puerta principal, por lo que se me hizo costumbre el sacar la llave desde adentro del cerrojo, por si ella deseaba ingresar sin permiso como veces anteriores.

No obstante, esa tarde fue todo lo contrario.

Resulta qué, mis mejores tardes constan de leer libros en mi sofá con alguna taza de té o café; o esa debería ser la idea si no fuese interrumpido por la puerta siendo abierta desde afuera, dando vuelta y destrabando el seguro, para luego abrirse completamente.

—Lydia, cariño, te he dicho que me mandes un mensaje para cuando vendrías, algún día me encontrarás desnudo y culpa mía no será.—

—¿Enserio?¿Culpa mía no será?— Al escuchar aquella voz no perteneciente de la chica pelirroja, elevo la vista del libro de la Alemania Nazi que me encontraba leyendo. Pues efectivamente, el muchacho bañado de lunares y de ojos color Wiskey me mira curioso, y como respuesta ante tal gesto cierro el libro. Él prosiguió:

—¿Qué clase de Yoda psicópata eres? ¿Y porque Lydia corre peligro de verte desnudo?—

—¿Celoso pequeño?— Le miré. Este era mi momento. Podía aprovecharlo o podía dejarlo marchar pero, de cualquiera de las maneras, sabía que no podría librarme de ello.

Él me mira ofendido por el adjetivo de cariño. De vez en cuando, Stiles, no soportaba que lo llámase pequeño o niño para cuando estaba enojado.

Sin mucha mas vuelta, le respondo.

—Con respecto a tu primera pregunta, cariño; me gusta pensar que puedo ser mi propio Yoda, claro que, uno mucho más sexy que Obi Wan Kenobi. Además, esta es...— Hago una pausa mientras alzo mis brazo a la altura de mis hombros, haciendo gesto de grandeza por todo mi departamento. —Esta es mi cueva, la cuál tanto ansiabas conocer, pero resulta que poco a poco es invadida por ustedes, quienes me van privando de las ganas de andar desnudo por todo mi departamento, lo cuál contesta tu segunda pregunta.—

—Emm, bien. ¿Y si tanto te molesta nuestra presencia, porque Lydia tiene un copia de las llaves? Es más, ¿Qué hizo para obtenerlas?—

—Nada. Un día se apareció en mi puerta y una semana más tarde ella ya tenía una copia de las llaves, y quién sabe que más.— La respuesta dada es suficiente para todas sus dudas. —Ahora, ¿En que te puedo ayudar, pequeño Stiles?—

—Ah. Bueno, yo vine a devolverte este libro, que Lydia te sacó. Y, tú chaqueta de la vuelta pasada; de hecho te quería decir gracias por el gesto, Derek me comentó que fuiste tú quién me arropo y me dejó con ambas chaquetas. —

"¿Derek? Fue primero con Derek".

—¿Y Lydia?— No quise pensarlo más, Derek empezaba a ponerse a mis alturas. Seguí escuchando todas sus explicaciones y detalles de lo comentado por mi sobrino; y el porqué Lydia no fue quién devolvió aquél gran libro, el cuál Stiles apenas podía sostener.

Dos Terrones De Azúcar No Es Bueno Para Un Chico HiperactivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora