Inject the Venom

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Del fondo del pasillo frente a la oficina de Arthur, se abrió el elevador de servicio, el sonido de unas ruedas se aproximaba cada vez más, al momento que Arthur levantó la vista tras haber completado su macabra prueba, pudo ver a tres hombres vestidos en traje blanco llevando una camilla.

Llevaban el típico traje de investigación de un laboratorio, completamente en color blanco, cubrebocas del mismo color y guantes estériles en color negro complementando la vestimenta con unas gafas de protección.
Su proceder fué tan sincronizado y eficaz al meter el cadáver del oficial ultimado en una bolsa e inmediatamente subirlo a la camilla, que podría interpretarse que lo que hacían era tan común que habían dominado su técnica.

Siegfried interrumpió la mirada sorprendida de Arthur con fuertes palmadas en la espalda y una risa orgullosa.
—Arthur no pensé que tuvieras las agallas para pasar la prueba, me sorprendiste, pensé que tú eras quien había ayudado a dejar ir al traidor de Calvin Harris, ese hijo de perra debe estar como una rata en alguna alcantarilla de Kovareicht teniendo miedo de ser encontrado.—

—Jamás traicionaría a la empresa y familia que me ha dado tanto— dijo Arthur siguiendo el juego de Siegfried a sabiendas que eso le daba oxígeno a su existencia en ese perturbador lugar.

—Exacto esa es la maldita actitud que se necesita en Scorpion— decía Siegfried haciendo énfasis con su dedo índice presionándolo en el pecho de Arthur.

Los hombres de laboratorio se abrían mientras paso entre los asistentes y se llevaban el cuerpo hacia el elevador, desapareciendo de la vista de todos sin hacer mucho aspaviento.

¿Quiénes eran  esos hombres?
¿De dónde venían?
¿Que harían con el cadáver?

Las preguntas en la cabeza volvían a la cabeza de Arthur ante tan extraño escenario.

Apenas logró alejarse un poco de la algarabía enfermiza que había en su oficina, Arthur se dirigió al baño y vomitó, liberando el estrés y la tensión que había retenido al matar a un hombre para salvar su propia vida y la de su familia.

Se mojó el rostro y se miró al espejo, buscando explicarse a sí mismo como llegó a esa situación, después de eso se aflojó la corbata, la ansiedad de la situación le sentía asfixiarse.

Al salir del baño y dirigirse al encuentro de los demás, pudo ver que un grupo de ejecutivos con los que había estado relacionándose laboralmente a través de su tiempo ahí, habían formado una especie de pasillo humano, como aquel en el que los equipos le hacen a un campeón al llegar al campo de juego.

El pasillo estaba conformado por empleados de la empresa, políticos de la ciudad, empresarios locales y demás funcionarios públicos.

Nadie decía palabra alguna, le miraban con una sonrisa, Arthur avanzaba hasta el final del pasillo y al llegar de nuevo a su oficina, observó que ahora se sumaba al grupo el sargento Charles Montgomery, quien atizaba en una urna con brasas calientes un trozo de metal.

—Adelante Arthur pasa, es hora de que tengas la marca de la familia— le insistía a apresurar el paso Siegfried a la entrada de la puerta.

Arthur miraba a todos expectante, en especial a Montgomery que se esforzaba en tener ese trozo de metal lo más caliente posible.

Siegfried al tenerlo al alcance le tomó del brazo y lo orientó a la silla.

—Bien Arthur, ahora vas a tener que morder ésto con fuerza y sujetarte bien del asiento— dijo Siegfried al tiempo que le ponía al ejecutivo una mordaza y entre Violet y él le sujetaban de los brazos.

Tras asentir en manera de señal de aprobación, Siegfried miró a Montgomery quien respondió al gesto con una sonrisa y se dirigió a Arthur con un hierro ardiente para dejar marca.

—Sujetenlo bien, ésta parte del ritual siempre duele— dijo Montgomery al tiempo que le abrían la camisa y ante la mirada aterrada de Arthur y su grito contenido en la mordaza, el sonido de piel quemandose ante el hierro hacia ruido al tiempo que ahora en su piel una marca imborrable de un escorpión de al menos 3cm era parte del relieve de su cuerpo.

Fueron momentos breves pero dolorosos, los presentes en modo de algarabía, cantaban la canción "Erika", una canción que pudo identificar Arthur tras recordar haberla visto en un documental, una melodía que los soldados de infantería nazi entonaban durante la segunda guerra.

Violet se acercó y limpió la herida del hierro en el cuerpo de Arthur para evitar que se infectara, mientras lo hacía dirigía una mirada sonriente al ejecutivo.

Tras finalizar la curación, Siegfried llamó a todos a reunirse alrededor del recién iniciado al grupo de Scorpion, y tras tocar una copa con una cuchara a modo de campana, dió inicio a unas palabras al grupo.

— Damas y caballeros, el día de hoy podemos estar con el beneplácito que a partir  de este momento, nuestro compañero ha dejado de ser un escarabajo más y se ha convertido en uno más de Scorpion, su trabajo en la organización ha sido excelente estos meses y su lealtad ha sido demostrada éste día, ahora el se unirá al proyecto que quedó pendiente en 1942, la Operación Pastorius ha sido reiniciada, ¡Aquellos que cayeron hace unas décadas se levantarán aún más alto! Amigos míos, sembremos las semillas del miedo en los corazones de quienes nos han olvidado, les demostraremos que hay cosas peores que la muerte.—

Tras sus últimas palabras, todos aquellos que estaban en la habitación, levantaron su brazo y al mismo tiempo alzaron la voz con emoción gritando una antigua frase de victoria alemana: ¡Sieg Heil!

El resto del día estuvo lleno de celebración y un festín, aquellas personas que antes hablaban con Arthur de datos técnicos y administrativos, ahora le hacían comentarios nacionalistas, antisemitas y racistas, lo único que Arthur podía hacer mientras que el agente Boris le consiguiera una vía de escape, era seguir la corriente de sus ahora compañeros.

Llegada la hora de salida Siegfried se acercó a él para dirigirle unas últimas palabras.

—Es por demás obvio que no puedes comentar nada de esto con tu familia ¿De acuerdo?— dijo mirando seriamente a Arthur.

—Por supuesto Siegfried, cuenta con ello, nadie se enterará—

El teléfono de la oficina sonó, Arthur pudo identificar la llamada como el número de sus padres que vivían aún en Nueva York.

Se apresuró en contestar, buscando en esa llamada encontrar la tranquilidad y paz que puede dar una madre.

—Hola Mamá— dijo lo más alegre que pudo hablar Arthur tras su ingreso a Scorpion.

—Hola hijo, ya me dijeron que tuviste un ascenso, muchas felicidades mi cielo— decía notablemente feliz la madre de Arthur.

—Gracias mamá, me alegra escucharte como no tienes una idea— contestó Arthur tragándose la pena que le daba que su madre estuviera orgullosa de él, tras lo que había sucedido en la oficina.

—No, no para nada, felicidades, te voy a pasar a tu amiga del trabajo, ella nos dió la buena noticia, muy amable de tu parte hacernos llegar tus regalos con ella, están muy lindos, te dejo con ella mientras voy a servirle de comer a tu padre y a nuestra invitada.—

—¿Amiga? Mamá yo no envié a nadie...—

Arthur estaba a punto de soltar un grito para que su madre le escuchara, cuando una voz familiar en la empresa le contestó.

—¿Arthur? Habla tu compañera, White, me alegra que ahora seas parte de la familia, hubiera sido una pena que les hubiese pasado algún accidente a tus maravillosos padres, me pregunto...si yo llegaré a su edad así de feliz, te dejo, tu madre hizo un estofado delicioso, nos vemos mañana en Kovareicht chao chao— dijo la asistente de Siegfried con una mezcla de descaro y cinismo.

Arthur soltó el teléfono aterrado...Scorpion lo tenía, no sólo a él, sino a toda su familia.

ScorpionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora