Capítulo 2

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La señora Gina abre la cortina y la ventana de la que se ha convertido en la habitación de Emma durante su estancia allí. Mientras, Emma se dispone a hacer la cama, con las sábanas que hay sobre el colchón desnudo.

—Déjalo, querida —le dice Gina  cuando  ve  la  intención  de  la joven —:Ahora subirán y te preparan la cama. ¿Te gusta la habitación?

—Sí, es muy bonita.

—Puedes hacer los cambios que quieras. Seguro que sabrás darle tu toque personal. Le falta algo de frescura. La última cuidadora que la ocupó, la llenó de fotos de santos y vírgenes, ¡uf! 

Es una habitación pequeña pero acogedora, con todo lo que Emma puede necesitar. Un escritorio, un amplio armario, baño propio...

—Si prefieres otra almohada, se la puedes pedir a Fabrizio. Espero que no tarde con los cappuccinos —le comenta Gina.

—Es usted muy amable —responde Emma —:Espero estar a la altura.

—No me cabe ninguna duda, cariño. Me gusta tu decisión, ¿sabes? —añade Gina, giñándole un ojo —:Fabio está demasiado acostumbrado a que acaten sus órdenes sin rechistar.

—Espero que no se haya molestado. Yo sólo quería demostrar que estoy capacitada para este trabajo.

—Tranquila. Fabio se pone demasiado serio para algunos asuntos, pero tiene un corazón de oro.

—Supongo que sólo se preocupa por usted.

—Sí, así es. Pero se le olvida que llevo toda mi vida haciendo lo que me da la gana. No tengo intención de cambiar ahora —dice Gina soltando una sonora carcajada.

—La verdad es que no me parece que necesite a nadie que la cuide.

En ese momento, Fabrizio toca la puerta con sus nudillos y aparece cargado con una bandeja, en la que hay dos tazas humeantes.

—Gracias, amore. Espero que sean dos cappuccinos.

—Sí, señora —responde el mayordomo —:Dos cappuccinos pero descafeinados y sin licor.

—¡¡Ooooh, por favor!!! Fabrizio, ¿¡es que te has puesto de su parte?! —exclama Gina sin disimular su indignación.

Toma las dos tazas y le ofrece una a Emma y a continuación exclama:

—Mmmm, ¡qué rico! ¡Qué manos tienes, caro! Emma, cuando quieras tomarte un cappuccino, pídeselo a Fabrizio. Sólo a él.

—Lo tendré en cuenta —responde Emma después de darle un largo sorbo a su bebida.

—Señorita Emma, el señor Fabio me ha pedido que le diga que la espera en su despacho —le dice Fabrizio.

Emma deja su taza vacía sobre la bandeja que todavía sostiene Fabrizio y dispuesta a salir le pregunta:

—¿Me puede decir dónde está su despacho, por favor?

—Ven conmigo, yo te acompaño —dice Gina dejando también su taza sobre la bandeja y tomando la mano de la joven para que la siga. Antes de salir de la habitación, le da una nueva indicación al mayordomo —: Fabrizio, pide a las chicas que preparen la cama de Emma, por favor.

—Enseguida —responde Fabrizio, siguiendo a las mujeres para dirigirse a la cocina. 

Emma y Gina siguen hablando mientras bajan la escalera y se dirigen hacia el despacho de Fabio. 

—Te va a dar un montón de instrucciones —le advierte Gina —: Posiblemente lo haga poniendo esa cara de instructor militar que tiene ensayada para estos casos. No te asustes, le gusta impresionar. Tú dile a todo que sí, y luego me cuentas. Yo te diré las normas que tienes que cumplir y las que te puedes saltar.

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