Capítulo 17

1.7K 263 6
                                    

Emma se pone rápidamente de pie. Tiene la tentación de salir corriendo de allí, sin embargo no mueve ni un sólo músculo. Sin esperar una respuesta, Fabio se aproxima un poco más a ella y en tono confidencial, le dice:

—Quiero pedirte disculpas. Siento mucho haberte hablado así, Emma. ¿Me perdonas?

—Sí, claro —dice Emma con timidez.

—Gracias.

—No, gracias a ti —le dice Emma.

—¿A mí? ¿Por qué?

—Por disculparte.

—Es lo menos que puedo hacer —añade Fabio —:Sé que no he sido especialmente amable contigo desde que llegaste, y por eso también quiero disculparme. Te estoy muy agradecido por haber aceptado ayudar a Paolo, es muy valioso para mí. Supongo que ya sabrás que soy una persona excesivamente desconfiada, pero hago un esfuerzo por mejorar. 

—Te entiendo. Supongo que una traición así es difícil de llevar.

—¿Lo sabes? —pregunta Fabio sorprendido.

—Me lo contó Roger.

Fabio aprieta los labios y baja su mirada al suelo.

—No tienes que preocuparte, no lo contaré a nadie —dice enseguida Emma, para tranquilizarle.

—Lo sé —responde Fabio de inmediato —:Sólo que... Bueno, es un capítulo de mi vida que quiero olvidar. 

—Imagino que no será fácil.

—No, no lo es.

Ambos se quedan mirándose uno al otro. A Emma le gustaría saber qué decir en ese momento. Duda si seguir hablando sobre ese asunto. Quizás pueda decir algo que ayude a Fabio a mitigar el dolor que todavía pueda quedar en su interior. También podría soltar algún comentario gracioso que pudiera servir para desdramatizar lo ocurrido, aunque no creía conveniente que fuera algo para hacer bromas. A su vez, también le apetecía ofrecerle su disposición para escucharle, si era eso lo que necesitaba. Pero mientras pensaba en todas esas posibilidades, ambos seguía mirándose fijamente a los ojos. 

Fabio, por su parte, buscaba qué palabras decir para que continuara su conversación, pero tampoco encontraba lo más adecuado. Contarle cómo se sintió, cómo había cambiado su carácter aquel duro golpe y cómo había acabado con sus esperanzas de enamorarse, podía ser un buen motivo para mostrarle su lado menos serio y antipático. Sin embargo, no quería que los malos recuerdos enturbiaran aquel encuentro, que le parecía que podía ayudarle a acercarse más a Emma.

Finalmente, es ella quien rompe el silencio con una pregunta:

—¿Quieres que hablemos de ese tema?

—No —dice Fabio —:Prefiero hablar de cualquier otra cosa.

—¿Sabes hacer la croqueta? —pregunta Emma, frunciendo el ceño.

Fabio sonríe. Ha visto la escena que ha protagonizado Roger sólo unos minutos antes, cuando estaba revolcándose por el césped para sacarle una sonrisa a Emma. Piensa que podría utilizar esa misma táctica para demostrarle que él también sabe hacer tonterías. Pero prefiere jugar sus propias cartas:

—-Por supuesto que sé —responde —:Soy cinturón negro y campeón del mundo de Croqueteo. De hecho, yo fui el maestro de Roger. 

—¿Maestro de qué? —pregunta Roger, que aparece junto a ellos.

—De croqueteo —dice Emma —:Creo que disfrutaría mucho viendo un duelo entre ambos.

—Por mí encantado —responde Roger —:Cuando tú quieras, yo estoy dispuesto.

—¡Uf! No me gustaría humillarte delante de Emma.

—¿Humillarme? ¿Tú? ¿Es que acaso tienes miedo? —le pregunta Roger, encarándose a su hermano.

—¿Miedo? ¿Yo? ¡No me hagas reír! —dice Fabio sacando pecho y acercándose un poco más a su hermano —:Sencillamente me preocupo por tu reputación, hermanito. Y no quiero que Emma se lleve una mala impresión de ti.

—¿Ah no? Pues yo creo que te encantaría —Roger se acerca todavía más y los rostros de ambos hermanos están cada vez más juntos —:Lo que te preocupa es la impresión que puede llevarse de ti, al verte perder ante mí.

El tono cómico que habían empezado utilizando, se va perdiendo conforme sus narices se van pegando, y las sonrisas despreocupadas que ambos mostraban, se van convirtiendo en muecas cada vez más duras y desafiantes.

Es Emma quien rompe la tensión con una sonora carcajada:

—¡Ja, ja, ja! ¡Madre mía! Cualquiera que os viera pensaría que os vais a enfrentar a un combate de boxeo.

Los dos hermanos vuelven a sonreír y empiezan a separarse lentamente. 

—¡Chicos, venid a despediros de Santiago! —les llama Gina desde la puerta —:Emma, ven tú también, que no te lo he presentado. 

Los tres se dirigen hacia donde están Santiago y Gina. Esta presenta a Emma como la novia de Paolo, y le dice que va a pasar con ellos todo el verano.

—¡Vaya, menuda suerte tiene mi hermanito! —dice Santiago, después de darle dos sonoros besos a Emma —:Espero poder conocerte un poco más la próxima vez que venga, cuñada.

—Santiago se ha alquilado una casa por la zona para esta temporada —les explica Gina a sus hijos —:Le he dicho que esperamos que venga a visitarnos otro día.

—Por supuesto —dice Fabio con sorna. 

—Será un placer —añade Roger en el mismo tono.

—Para mí también —responde Santiago —:Pero ahora, lamentándolo mucho, tengo que marcharme. Nos veremos pronto.

Y tras decir eso, se da la vuelta y se marcha.

—¿Qué cojones quiere? —pregunta Fabio en cuanto se ha ido.

—Sólo ha venido a decirme que estará por aquí y que espera poder pasar más tiempo con nosotros —explica Gina.

—Sí, eso es lo que te ha dicho —dice Fabio —:Ahora me gustaría saber qué es lo que quiere en realidad.

—No empieces con tus paranoias, Fabio —le increpa su hermano —:Lo más probable es que sólo quiera eso; molestar. Es su especialidad.

—No, Roger. Su especialidad es crearnos problemas. Y estoy convencido de que tiene otras intenciones. Algo me dice que está relacionado con el rumor sobre Paolo. Si descubre la verdad, no tardaría un segundo en ir a la prensa. O quizás lo utilice para chantajearnos.

—No te preocupes tanto, Fabio. Además, tenemos la coartada perfecta —dice Roger, acercándose a Emma y pasándole el brazo por su hombro —: ¿Verdad, baby?

—¿Creéis que sería capaz de algo así? —pregunta Emma desconcertada.

—Sería capaz de cualquier cosa —responde Fabio —:Ten mucho cuidado con él, Emma. No es de fiar. 

—Para mi hermano, nadie es de fiar —dice Roger, mirando a Fabio en tono desafiante.

Gina observa la mirada que sus hijos se dedican uno al otro y enseguida sospecha cuál puede ser el motivo de su rivalidad. Mira a Emma, quien parece mostrarse ajena a todo, y le dice:

—Emma, cielo, no les hagas caso a estos dos. Vente conmigo que quiero que preparemos unas cosas. ¿Qué tal te desenvuelves con la escritura?

—¡Muy bien! Es una de mis pasiones. Quizás algún día escriba un libro —responde Emma.

—¡Genial! Pues igual empiezas con mi biografía. Vamos a mi habitación. Me llevo a vuestra cuñada —dice Gina, cogiendo a Emma de la mano.


Los LaponteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora