Capítulo 19

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Al cabo de unos días, la señora Gina tiene que salir de viaje. Va a estar un par de días fuera y, aunque Fabio insistió en que Emma la acompañara, su madre se negó rotundamente. A cambio, decidió optar por la compañía del leal Fabrizio, quien se comprometió a cuidar de Gina y asegurarse de que no cometía ningún exceso.

Eso le permite a Emma disponer de dos días libres que podía emplear como quisiera.

La primera mañana que puede levantarse a la hora que le apetezca, sabiendo que tiene todo el día para ella, se despierta incluso más pronto de la habitual. Se va a la cocina y desayuna con varias personas de servicio. Después de que le indiquen cómo llegar al pueblo más cercano, coge su bolso, un libro, se pone sus gafas de sol y se marcha.

Decide sentarse a la mesa de una terraza, pide un refresco y empieza a leer su libro. Cuando no ha terminado ni la primera página, alguien se para frente a ella:

—Emma, ¿verdad? —dice una voz masculina.

—Sí...

—Estaba dudando si eras tú, con las gafas de sol. ¿Intentando ir de incógnito para evitar a la prensa? No te preocupes, nadie te reconocería por las fotos que han publicado. Estás muy diferente, no pareces tú —comenta Santiago mientras toma asiento en la silla libre que hay frente a Emma —:No te importa, ¿verdad?

—No, claro —responde Emma, aunque Santiago ya había tomado asiento.

—¿Y qué haces aquí? ¿Estás con Paolo?

—No. Sí. No. Quiero decir, que sí que estoy con él, salgo con él, pero ahora mismo no estoy aquí con él. Está entrenando —dice Emma nerviosa.

—Tiene que ser duro salir con un deportista de élite, que además tiene el apellido Laponte, ¿verdad?

—No... 

—¿Y lleváis mucho tiempo juntos? Porque ha sido una sorpresa conocer a la novia de Paolo, así de repente.

En ese momento suena el teléfono de Emma y esta responde de inmediato.

—Hola, ¿estás ocupada? —pregunta Roger al otro lado de la línea.

—¡Hola! No, estoy tomando un refresco en un bar del pueblo.

—¿Tú sola? —pregunta Roger.

—Pues no. Estoy con... un amigo. Sí, así es. Se llama Santiago —Emma tapa un momento el auricular del teléfono y le dice a Santiago en voz baja —:Es una amiga.

—¿Santiago? ¿Mi hermanastro? ¿Y qué haces con él? —sigue preguntando Roger extrañado.

—No, estoy libre. Había venido a tomar un refresco. Ah, claro, pues voy ahora mismo. ¿Dónde quieres que nos encontremos? 

—¿Que nos encontremos? ¿Qué dices?

—Perfecto, pues salgo enseguida. Tranquila. Ahora nos vemos.

Emma cuelga la llamada y rápidamente recoge sus cosas.

—Perdóname, Santiago. Es mi amiga Leyla. Tiene un pequeño problemilla. Cosas de mujeres, ya sabes. Me tengo que ir. Nos vemos otro día, ¿vale?

Y sin dar opción a réplica, se levanta de la silla y empieza a andar. 

—¡Emma! —la llama Santiago cuando ha dado los primeros pasos —:Tu refresco...

El camarero acaba de servirle la bebida que había pedido. Emma regresa con la misma celeridad con la que se había levantado, toma el vaso  y se bebe casi todo el  contenido en dos tragos. Saca unas monedas de su bolso y las deja sobre la mesa. Con el cosquilleo de las burbujas todavía en su garganta, emite un ininteligible "hasta luego" y vuelve a marcharse a toda prisa.

Los LaponteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora