Capítulo 30

1.4K 218 19
                                    

Cuando llega al pueblo, pregunta por una tienda de telefonía, donde ha pensado contratar una nueva línea. En cuanto tiene su nuevo número, lo primero que hace es mandarle un mensaje a su madre para decirle que se lo anote,  contándole la excusa de que va a utilizar esa nueva línea para los asuntos personales y dejará la anterior para los asuntos profesionales.

El segundo mensaje que envía es para Leyla:

-Leyla, soy Emma. Guárdate este nuevo número. He apagado el otro teléfono hasta que me vaya de aquí.

La respuesta de Leyla no tarda en llegar:

-Qué quiere decir "hasta que me vaya de aquí"? Qué ha pasado? Espera, te llamo.

—¿Cómo que hasta que te vayas de ahí? ¿Ha pasado algo?

Emma no puede contener las lágrimas y empieza a hablar entre sollozos:

—Soy tonta, Leyla... ¡Una completa idiota!

—Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras? 

—Ayer yo... Pensé que... ¡Cómo he sido tan tonta! ¡Y él es tan...! ¡Le odio!

—Cálmate, Emma. Dime qué ha pasado. ¿Ha sido el tío ese? ¡¿Te ha hecho algo?! 

—No... Sí... Bueno, no es por él... Es que... —Emma intenta explicarse, pero el llanto le impide hablar con claridad.

—No te agobies, ¡vamos a ir a por él! Mi amigo ya tiene su teléfono bloqueado y dice que está a punto de poder acceder ¡a todos sus archivos! Dile a tu amiga que al final, le haremos chantaje nosotros a él, ¡ya lo verás!

Leyla habla muy deprisa, intentado dar ánimos a su amiga, a quien encuentra totalmente desconsolada.

—¿En serio? —pregunta Emma esperanzada.

—¡Sí! Quizás lo consiga hoy mismo. Y podremos ver todo el material que guarda en su teléfono. Podremos eliminarlo todo. Y si tiene algo que nos interese, lo podemos utilizar en su contra.

—¡No! ¡No veáis nada! —exclama Emma. No quiere que Leyla se entere de que es ella la víctima del chantaje y que ese hombre tiene imágenes suyas.

—¿Por qué no? Le pagaríamos con la misma moneda.

—No hace falta, Leyla. Con que podáis borrar todos sus archivos es suficiente. De todas formas, ese no es el motivo por el que estoy así —dice Emma para cambiar de tema.

—¿Qué es, entonces?

—Fabio...

—¿Fabio? ¿Qué te ha hecho esta vez? ¿No me dijiste que las cosas habían mejorado entre vosotros?

—La culpa es mía, por hacerme ilusiones... —dice Emma, intentando controlar de nuevo sus lágrimas.

—¿¡Cómo que la culpa es tuya!? ¡Y una mierda! ¡Tú no puedes tener la culpa de que ese hombre sea un cretino! —explota Leyla. Pero, de inmediato intenta calmarse y, en un tono más conciliador, le pide a Emma que le cuente todo lo que ha pasado.

Y Emma empieza a relatar todo lo ocurrido desde la noche que apareció Alessandro y se fueron los dos de cena, volviendo a casa bastante borrachos. Le cuenta cómo fue la actitud de Fabio en la cocina al día siguiente, cómo creyó que iba a besarle justo cuando fueron interrumpidos, cómo ella pasó el resto del día intentando evitarle, después de saber lo del chantaje y de sentirse mal por traicionar su confianza. Y le dice lo que acababa de ocurrir esa misma mañana:

—Se ha mostrado tan frío, Leyla. No parecía el mismo de ayer. Parecía tan sincero cuando me dijo que quiso besarme desde el primer día que nos conocimos... Y sin embargo, esta mañana ha sido muy convincente cuando me ha pedido que lo olvide todo. Que no sabía lo que decía...

Los LaponteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora