Extraño. Como esos cangrejos que habitaban en las costas del sur. Se metían en las conchas vacías de las caracolas y las abandonaban pasado un tiempo para buscar un caparazón más grande. La concha se quedaba libre y otro nuevo cangrejo la ocuparía, y ambos serían distintos.
El calor en el azul de los ojos de Link se había ido para siempre, y dolía más que pasar cien años encerrada en el maldito castillo para contener a Ganon. Ahora todo parecía extraño, ajeno. Link era como un cangrejo ermitaño de Onaona que había invadido su propia carcasa exterior, poseyéndola, siendo dolorosamente parecido a sí mismo, pero sin ser igual. ¿Tenía algún sentido todo eso? Diosas, si tuviera su viejo diario a mano podría descargar toda esa avalancha de sentimientos.
—Voy a cazar algo —dijo él, agarrando el arco —esas bolas de arroz que nos han preparado los sheikah se han puesto duras como una piedra. No quiero romperme los dientes intentando comerlas.
Ella asintió sin decir nada. Había llovido gran parte del viaje y habían tendido las capas y los calcetines mojados en la rama de un castaño. Las botas se secaban también junto a la hoguera y ella mantenía las plantas de los pies extendidas hacia las llamas. El calor le hacía cosquillas, era agradable. En el castillo siempre tuvo los pies helados, como el hielo.
La noche había caído cuando decidieron parar y ya se oían a su alrededor los ruidos de los animales nocturnos, habitando el bosque que crecía frondoso junto a la muralla de Hatelia. El bosque. ¿Cómo había crecido un bosque en tan poco tiempo? ¿Cómo podía ser la majestuosa muralla de la ciudad de Hatelia un montón de escombros apilados? Aún se mantenía, sí, pero se veían las cicatrices del Cataclismo. Link había dicho que había "media jornada más hasta la aldea. Hay moblins en estos bosques, mejor viajar de día". Hatelia era una enorme y próspera ciudad, la más grande tras la Ciudadela. La palabra "aldea" sonaba tan extraña como todo lo demás.
Link apareció al poco tiempo, con el pelo lleno de hojas de matorral. Apenas se habían consumido los primeros palos de leña de la hoguera. Estaba lista para asar.
—¿Has conseguido cazar algo? —preguntó. El estómago le empezaba a rugir de hambre. Eso era bueno. Tener hambre era un síntoma de normalidad.
—Una ardilla. Estaba bastante gorda, tendremos para los dos.
—¿U-una ardilla?
Él se quedó mirándola en silencio, con el ceño fruncido. Había visto esa nueva expresión en él varias veces, y le hacía parecer más distinto que nunca que el Link que ella conocía.
—Supongo que en las cocinas del castillo no asarían ardillas. Lo siento, he sido torpe.
—No, no es eso —se apresuró a decir —es que... una ardilla...
—Puedo volver al bosque, aunque ha oscurecido y no sé qué otra cosa podría cazar.
—No, Link, por favor. Puedes asar tu ardilla y yo me comeré el arroz de los sheikah. De todas formas, al final siempre se me quita el apetito.
—¿De verdad te vas a comer ese arroz de piedra? ¿Estás segura?
Link se escondió tras un matorral para desollar la ardilla. No se habría sentido escandalizada si él lo hubiera hecho delante de sus narices, ella misma había desollado animales más pequeños y más grandes que ese para estudiarlos, pero él ya no lo recordaba. La ciencia requería ese tipo de sacrificios. Prunia había desarrollado algunas técnicas para analizar distintas especies sin tener que acabar liquidándolas, y a pesar de las invenciones de Prunia, Zelda había tenido que sacrificar algunos animales, aunque nunca los comía. Pero Link... Él era tan glotón que a veces ella había conseguido usar su influencia para obligarle a probar los potingues y los animales más inverosímiles. Prunia le repetía que no estaba bien usar los servicios de su caballero para eso y ella sólo podía responder con una carcajada, era demasiado divertido usarle de conejillo de indias. "Es un abuso de poder, alteza", "algo bueno tiene que tener el poder" replicaba ella. También había abusado de su influencia sobre él cada vez que se sintió sola o desesperada por huir del castillo, y aunque sabía que estaba mal aprovecharse así de su caballero, sólo se arrepentía cuando ya era demasiado tarde. Al volver a casa siempre aparecía el maldito sentido de culpa, por permitirse tener esos sentimientos y por arrastrar a Link con ellos. Cada escapada con Link era como flotar por los caminos con un millón de mariposas en el estómago, las horas no existían, ni el tiempo. Era tan difícil no dejarse vencer para huir de la realidad... El vértigo de planear una escapada con cualquier excusa, la sacudida cada vez que él aparecía por la puerta, el calor súbito y la torpeza cuando a veces se miraban y faltaban las palabras... había estado enamorada de él y eso se tornó en algo mucho más grande y poderoso, más de lo que jamás pudo haber imaginado. Pero ahora... ahora no había mariposas, ni vértigo, ni nada de eso. En su lugar sentía tristeza, nostalgia y culpabilidad. No estaba segura de si seguir a su lado era una buena idea, aunque cuando él se lo propuso se sintió tan aliviada que no pudo hacer otra cosa que romper a llorar.
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Historia de un caballero
Fanfiction(Post-BOTW) Tras derrotar a Ganon, Link sigue sin recordar nada, ni siquiera a sí mismo. Sin embargo, siente gran curiosidad por su vida pasada y hará lo posible por volver a armarse caballero.