Capítulo 12 - El mensajero de Necluda

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Parecía menos una princesa y más una chica normal. Parecía más libre, más luminosa. Parecía más salvaje.

"Link, no me mires así" había dicho ella, arrugando la nariz "no lo he hecho esperando agradar a nadie con esto. Es más cómodo y ya está. Antes tenía doncellas y damas de cámara. Al menos cinco, ¿sabes? No tenía ni que mover un dedo para tener siempre un aspecto impecable. Así que... no me mires así."

Así zanjó Zelda cualquier comentario sobre su nuevo corte de pelo. Zheline le había ayudado a deshacerse de su larga y dorada melena de princesa de cuento. Pero él no la miraba "así", como si fuese algo malo. De hecho, la encontraba más guapa. ¿Era eso posible? Pues sí, para su sorpresa era posible verla aún más guapa de lo que ya la veía. "Así" significaba en realidad que se había quedado boquiabierto como un idiota, y para variar, no había sido capaz de decir ni un medio cumplido. "Te queda muy bien" fueron las palabras que se quedaron atrapadas dentro de su garganta. "No es que antes te quedase mal, antes también te quedaba bien", pensó, "es que ahora pareces más... más..." ¿Más qué? Diablos, era tan difícil expresar lo que sentía. "Eres preciosa" lo resumía todo. Pero se moriría cien veces antes de encontrar el valor de decirle eso. A lo mejor Zelda se burlaba de él y no lo tomaba en serio, o aparecía Prunia, o se le secaba la garganta, quién sabe. Seguro que el bastardo de Granté le habría dicho eso y mucho más la noche antes de su partida. Lo vio salir a la calle para hablar con Zelda a solas y a Granté el arte de la palabrería se le daba cien veces mejor que él. ¿De qué mil infiernos hablarían? ¿Qué habría respondido ella? No podía evitar sentirse inquieto por esa conversación, aunque ella no se hubiese marchado con Granté a la aldea Arkadia. En lugar de eso, aprobó su idea de ir a ver a Yunobo a la Montaña de la Muerte.

—Alegra esa cara, Linky —Prunia había empezado a acostumbrarse a cabalgar con él en lugar de con Symon y siempre era la primera en encaramarse a Sombra —ahora ya no tienes enemigos alrededor. Zeldy estará más disponible. Sólo tienes que decírselo.

—Ya te dije que no se lo voy a decir, así que no insistas —respondió, malhumorado.

—Si no se lo dices, nunca sabrás qué piensa al respecto.

—Si se lo digo se verá obligada a darme una respuesta —dijo él —Y eso la incomodará. Y puede que ya no quiera que la acompañe, puede que se marche de mi casa.

—¿Y prefieres que viva para siempre en tu casa y que tú no puedas acercarte ni para darle la mano?

—Diablos, Prunia —refunfuñó.

—Ha ido a peor, ¿verdad? Ya sabes... la sensación.

—Cállate.

—Ha ido a peor —Prunia sonrió con malicia y sacó la piedra sheikah, dando por terminado el interrogatorio.

Zelda y Symon aparecieron tras un montículo rocoso. Se habían adelantado un poco para ver el estado del camino y así saber si podrían subir a caballo el tramo hasta la puerta de entrada a la montaña.

—Hace un frío horrible ahí arriba —dijo Zelda —conforme más asciende el camino, más frío hace.

—Es imposible. Cuando vine a la Montaña de la Muerte hacía tanto calor que tuve que llevar una armadura especial y tomar pociones para resistir el calor de la lava—dijo él.

—El volcán parece inactivo —intervino Symon —no hay señales de lava más que grandes lagos sólidos de roca volcánica.

Justo en ese momento un copo de nieve se deslizó sobre sus cabezas y luego otro y otro.

—¡Está nevando! —exclamó Prunia.

Link levantó la vista hacia la caldera principal de la Montaña de la Muerte. La verdad es que no veía sus cascadas de lava deslizándose por la ladera, ahora sólo parecía un monte oscuro y humeante, nada que ver con el aspecto que tenía cuando él visitó el lugar.

Historia de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora