Capítulo 22 - Ornitón

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Una suave brisa traía el olor a madera y a plantas aromáticas hasta su despacho, una estancia privada en lo alto del poblado orni.

Cuando eso sucedía, soltaba la pluma, apartaba los pergaminos y se dejaba llevar por la esencia de la primavera en la montaña. Olía a infancia, a baños en el lago, a brisa fría que a veces bajaba por la cornisa de las montañas. Olía a olvidar las obligaciones y a montar a caballo tan rápido como para que el corazón estallase en pedazos por la adrenalina. Y olía a páginas de un libro nuevo, pintadas con la sombra de las hojas tempranas de un arce.

"Uno más y lo dejo por hoy", se dijo a sí misma.

Sacó el sello que habían fabricado para ella, y con la punta de una vela fundió un poco de cera para verterla en el borde inferior de la página que marcó con "ZB", y los triángulos. Tyto, el patriarca orni, había hecho fabricar un sello real para ella, y en principio iba a ser un anillo que podría llevar siempre consigo. El problema era que los orfebres orni no habían imaginado que los dedos de una hyliana podrían ser tan delgados como los suyos, así que el sello terminaba escurriéndose de todos, incluso del pulgar. Por eso lo guardaba en un pequeño cofre que dejaba bajo llave en el escritorio.

Ordenó los papeles que había sobre su mesa con la pulcritud habitual. No soportaba el desorden, el desorden la desconcentraba, le hacía divagar y perder el tiempo.

Pretendía dar un paseo, un ascenso hasta una de las plataformas de vuelo y así perder la mirada en las cimas blancas de la cordillera de Hebra. Pero Prunia la esperaba en la puerta con una montaña de misivas más. Cartas de agradecimiento, cartas exigiendo tierras y títulos olvidados y sus favoritas: las cartas de odio. Eran sus favoritas por lo inesperado del contenido, no por lo del odio, claro está. Personas desconocidas volcaban sus frustraciones en ella. "Las tierras de mis antepasados están arrasadas por tu culpa y la corona no hace nada." O algunas escuetas, pero muy ofensivas. En una ocasión recibió un pergamino con una sola palabra: "Farsante." En fin, se veía obligada a leerlas todas y responder muchas de ellas. Y las respuestas eran igualmente surrealistas: "Lamento mucho lo de sus tierras, pero como he repetido, sólo soy princesa o reina por apellido. No poseo tierras ni dotes que pueda ofrecerle a usted." "Maldita sea, no poseo nada." Aunque eso último se lo guardaba para sus adentros. O también: "Agradezco su generosidad, pero no tengo intención de reconstruir el castillo. No siento que sea algo que me pertenezca, así que declino su oferta de mano de obra". Era un trabajo interminable. Diosas, ¿padre trabajaba de esa manera cuando era rey?

—Riju te escribe desde el desierto gerudo —informó Prunia al verla salir —sus mujeres quieren rendirte homenaje.

—¿Qué estupidez es esa? —dijo. Se puso una chaqueta forrada con plumas orni. Aunque estaban en plena primavera, el frío de la montaña siempre sacudía el poblado al atardecer —no quiero homenaje alguno.

—Los rumores de que los orni honran a los salvadores de Hyrule ha volado más rápido que vah Medoh en sus mejores días. Las gerudo no quieren que te sientas ofendida por cómo te trataron la última vez que estuviste allí.

—Lo que me ofende es que ahora pretendan darme un trato diferente. El trato que tuvimos fue perfectamente normal y pasé unos días buenos y agradables en el desierto —gruñó ella.

—No te diré nada del Dominio, entonces.

—¿Qué diablos pasa con el Dominio?

—Más cartas de Mezen disculpándose. Disculpa, disculpa, disculpa.

—Sidon me alojó en la más lujosa de las estancias de su palacio privado. Me trató como a alguien de su familia, así que no tengo queja de los zora. Y de lo que dijese o pensase Mezen... pues seguramente tenía razón sobre mí. No actué a tiempo y su princesa está muerta por mi culpa. Y no hablemos de que no pude disculparme ante el rey Dorphan así que...

Historia de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora