Capítulo 13 - Elegía

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"Es muy probable que se trate de un error. Los zora son los más longevos de todos los habitantes de Hyrule. Más incluso que los orni. Es posible que ese mensajero de Necluda se haya equivocado."

Cuando la oyó decir eso, Link la miró extrañado. Ella era inteligente y una persona más que preparada para tratar asuntos diplomáticos, no había más que ver cómo había gestionado sus reuniones en ciudad goron. Pero se estaba comportando como una niña pequeña. No parecía ella. Estaba más que claro que Dorphan había fallecido, tras la carta de Reid llegaron más cartas a ciudad goron. Yunobo también había sido invitado al funeral en el Dominio Zora. Los rumores habían llegado a la posta de la montaña, y a los viajeros que había en los caminos. Pero Zelda seguía empecinada en ir a desmentir "el error" cuanto antes. Se encajó en su montura y encabezó el grupo, en silencio y con el ceño fruncido.

"Dicen que el rey Dorphan tenía un cofre lleno de zafiros tan gigantes como mi puño. Muchos curiosos irán al Dominio a intentar sacar tajada." Había dicho un joven pecoso, con el que compartieron fuego en la posta.

"Deja de decir estupideces. Dorphan no ha muerto y desde luego si se entera de que alguien como tú va por ahí difundiendo semejantes mentiras, verás el interior de los calabozos del Dominio con tus propios ojos."

El joven la miró como si estuviese loca y no mencionó nada más. Nadie mencionó nada, de hecho, ni Symon, ni Prunia. Y él no se atrevía a hablar a Zelda. Ella se alejaba de los demás, envuelta en su empeño de negar la muerte del rey.

Habían caído copos de nieve espesos nada más llegar al Cruce del Trilo, la puerta de entrada al Dominio zora. El aliento de Sombra era una nube de humo blanco, lo mismo que la de los otros caballos y la suya propia. Zelda iba en cabeza con Symon, y él llevaba a Prunia sentada delante.

—¿Cuánto tiempo viven los zora? —preguntó. Tal vez si Prunia lo ayudaba un poco a suplir su ignorancia, podría aconsejar algo a Zelda sin parecer un desastre ni un zoquete. Él sólo recordaba al espíritu de Mipha, un poco, y había conocido a Sidon, que era joven y atlético, y no se había molestado en preguntar su edad. El resto de los zora le habían resultado tan parecidos entre sí que a duras penas los distinguía... mucho peor sería averiguar su edad.

—Varias vidas hylianas. Digamos que sus vidas transcurren al ritmo de un reloj que se mueve mucho más lento que el nuestro —dijo Prunia.

—Y... ¿y cuántos años tenía el rey Dorphan?

—¿Conociste a Dorphan?

—No.

Sidon se había empeñado en que él fuese a narrar lo sucedido con Vah Ruta en el Estanque Oriental. Pero tenía prisa y no se le daban bien los protocolos. No tenía ningún interés en conocer a los miembros de la corte zora, sobre todo después de cruzarse con ese tal Mezen, un zora viejo y arrugado que no había hecho más que reprocharle miles de cosas extrañas, como si él hubiera hecho algo terrible en contra de los zora. No era capaz de recordar y menos aún de entenderle así que se disculpó con Sidon y se marchó del Dominio, para seguir completando la misión.

—Dorphan ya era rey cuando fue coronado el bisabuelo de Zelda, el rey Sigfred Haralsen. Su primera hija, la princesa Mipha, nació pocos días después que la abuela de Zelda, la reina Zelda Haralsen, conocida entre el pueblo como la de "las manos mágicas". La reina había sido bendita con el don de la curación, al igual que la princesa zora, los sabios tomaron ese hecho como una señal.

—¿Una señal de qué?

—¡Yo qué diablos sé! —protestó Prunia —No soy experta en eso. Eso es cosa de los sabios estudiosos de las diosas y de los poderes místicos.

Historia de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora