Capítulo 5: "Un disparo"

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Le damos tanta importancia a conceptos que ni siquiera somos capaces de tocar. Conceptos intangibles como el amor, la paz, el odio, los pensamientos, las palabras y así podría seguir mencionado más sin acabar. Podría decirse que estos reinan en nuestro mundo, como una anarquía en la que no podemos decidir si queremos ser reinados o no.

El día en que mi cuerpo se ponga de acuerdo con mi alma, el día en que pueda deducir desde mi propia consciencia que no fue mi culpa, sino de ellos, solo en ese momento, seré capaz de quitarme la pesada careta que permanece encadenada en el alma de lo que solía ser yo.

La mañana en la que logre cortar las cadenas que me unen a aquellos lúgubres demonios que han hecho de mi vida una mierda, será el mejor día de mi vida. Cuando sea capaz de correr con mis pies sobre la tierra llana, sin siquiera soltar una lágrimas, hasta poder llegar a la meta y soltar el grito de victoria que tanto soñé, ese día volveré a vivir.

20 de febrero de 1983

―Señora, lamentamos lo sucedido. Lastimosamente somos incapaces de arrestar a un civil por el testimonio de una chica borracha, en verdad lo sentimos─le dijo el policía a mi madrina, mientras yo solo escuchaba desde lejos.

─¿Cómo es eso posible, tienen todas las pruebas en sus narices y deciden ignorarlas?─chilló esta indignada con la respuesta.

De todas maneras, no siempre se le pueden sacar todas las espinas a una rosa. A veces hay que pincharse con unas cuantas antes de poder arrancarlas. El problema es cuando te pinchas tanto que tus manos terminan destruidas y llenas de sangre y ni siquiera las mejores vendas pueden sanarte.

13 de enero de 1984
3

:21 pm

―Bienvenida sea a la hacienda "La Rosa"―pronunció el tal Seokjin al entrar, abriendo sus brazos y señalando todo el lugar de manera amistosa.

―Muy lindo lugar.

Por dentro la casa tenía el mismo estilo que la fachada elegante y retro que se dejaba ver desde afuera. Estaba llena de artilugios bien cuidados y pinturas muy extravagantes. Las baldosas se veían relucientes y dos candelabros, hechos de lo que parecía ser cristal, se lucían colgados en la gran sala y el comedor del fondo. El techo era muy alto, siendo casi alcanzado por los refinados y alargados ventanales que, a pesar de ser cubiertos con cortinas anaranjadas que parecían haber sido hechas con la tela más fina que podía haber visto en mi vida, los rayos del sol aún tenían su cabida dentro del lugar.

―Ponte cómoda, en unos minutos comenzamos―volvió a mencionar el pelinegro, invitándome a sentarme en el sofisticado sofá de cuero negro que yacía a un costado de mí.

―¿Dónde están los demás?―interrumpió Kim, haciendo que pusiera toda mi atención en él.

―¿Esos idiotas?─inquirió Kim de manera burlesca─Salieron hace unos diez minutos a comprar cerveza.

―Espero que regresen pronto, o me van a enojar mucho. Y detesto que mis órdenes no sean acatadas.

―No se preocupe, jefecito Kim. Si alguno de esos idiotas se atreve a desafiarle o a llegar tarde, yo mismo me encargaré de volarles la cabeza.

¿Acaso dijo volarle la cabeza? Esto cada vez parecía una especie de El padrino, pero con adolescentes de protagonistas. Ya no sabía si asustarme o sorprenderme, por las cosas que me estaban pasando.

→ BLUE NIGHT; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora