Cap. (3) sentimientos que se contradicen

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Me encontraba en un punto en cual no sabía que sentir, era un constante contraste de pensamientos, es como ligar agua y aceite en una botella. El aceite se refería a la tristeza siendo todo el lado negativo y lo que de alguna manera me afectaría sin poder evitarlo. El agua reflejaba el lado positivo, el lado genial, el lado que me llevaría a conocer nuevo horizontes. La botella era yo quien llevaría todas estas cosas juntas y debería de aprender a usarlas a mi favor, y creo que con una mente positiva podría lograrlo.

A pesar de todo conocer un nuevo país me llenaba de emoción y mucha curiosidad, pero esto implicaba muchas cosas.

Implicaba dejar a todos mis amigos y en espacial a mi mejor a amiga que considero mi hermana del alma hasta el sol de hoy, implicaba dejar absolutamente todo. Sería un cambio totalmente drástico el que me le esperaba.

Era una firme contradicción en la que me encontraba. Debía pensar en mí y en mi futuro pues quedarme sin mi núcleo familiar no era una opción.

Anteriormente vi como muchos de mis amigos, familiares y conocidos se iban del país y siempre tuve en mente la idea de hacerlo.

Por su momento pensaba que me quedaría en mi nación hasta que en algún momento este terrible desequilibrio que entró en la economía la cual estaba destruyendo muchos ámbitos de mi país se fuera en algún momento, y con momento me refiero a unos cuantos años.

Se veía tan simple empacar maletas. En las fotos, en sus despedidas llegando y saliendo del país se ve tan normal como si fuera una aventura, pero no, esas fotos no reflejan mucho. No reflejan las lágrimas que hubo detrás de esa decisión, no reflejan las ganas que tienen quedarse, porque en el fondo nadie se quiere ir.

Es que de solo pensar ¿Quien quisiera dejar así por así su país natal? Y lo peor es que hay algo que te impulsa a hacerlo debido al desastre que trajo los que tiene el poder político en mi país.

De lo contrario ¿Quíen se iría? Quién se iría para perder tantas fechas importantes, por ejemplo: como lo que son los cumpleaños y fiestas de fin de año. Quíen dejaría de dejar de compartir momentos en los cuales pueda estar presente, ahora lo único que los conectaría sería un par de teléfonos por algunos minutos o quizás una hora.

¿Quíen dejaría su tierra para llegar a otra donde es un completamente desconocido?

Si hay personas que salen por voluntad propia de su país natal.
Pero lo que quiero llegar es lo triste que es cuando el 98.9% de la gran cantidad de personas que salimos de mi país, salimos porque la situación nos obliga, salimos no por placer para conocer nuevas fronteras, salimos porque el futuro para pensábamos tener ya no lo podemos ver aquí. Salimos con la esperanza de que todo vuelva a ser como antes. Salimos con la mentalidad de mejorar nuestra calidad de vida pero con el corazón clavado en nuestra nación.

Muchos jóvenes en otros países se van y emprenden este viaje y está bien si su corazón así se lo dicta. Pero me parece tan inaudito que más de 3 millones de personas de todas las edades salgan no porque su corazón les dijo, sino porque su mente sabe que de una otra forma aquí no va poder prosperar ni tener una calidad de vida al menos digna de un ser humano.

Porque si todo estuviera en su original normalidad no estaríamos divididos en tantos países diferentes. Ahora poco a poco ya tenía más familia y amigos dispersados por todo el mundo.

Muchos pensarían, que genial ahora tendrás donde visitar en las vacaciones. No, no es así, salir de país no consta de que luego salto para otro, seguido de otro, y que en las vacaciones voy a visitar a quien quiera. Salimos del país no para darnos lujos porque siendo empleados muchos lujos no hay que dar y se requiere de mucho dinero para emprender un negocio en el extranjero.

Sin haber salido de mi país tenía muy en claro esta cosas. Ya en ocasiones había analizado esa situación.

Solo estaba a la espera de verlo con mis propios ojos y sentirlo en su máxima  expresión de que se trata esto de convertirse en extranjero pues eso iba a ser próximamente.

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