Volví.

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Volví a quebrarme ante tu memoria, volví a llorar nuestra historia. Volví a sentir esa necesidad de estrecharte en mis brazos; de decirte que los más preciados sentimientos que ahora habitaban en mí, habían nacido de aquel lazo que un día forjamos. Que eras la causa de mis más inesperadas sonrisas y que cada suspiro llevaba impregnado tu nombre en él. Desee tanto verte, poder pronunciar esas palabras que antes salían de forma natural y ahora dolía como dagas incrustandose en mi piel. "Te amo", susurré y me sentí vencida, me sentí agotada. No importa cuanto tratará de engañarme a mi misma y pretender que todo estaba bien, porque a pesar de la armadura que me cubría y me hacía ver incolumne y fuerte ante los demás, me habías vencido. Marcaste mi vida y siempre serás ese amor que no se olvida y del que no puedes escapar.


En cierto punto, cierto tiempo, debo admitir, estuve totalmente vacía, cual abismo, insondable, pupila dilatada con la visión de la oscuridad eterna; perdí los sueños, devoré las ganas, enmarañé mi alma y corrí en todas mis ventanas las cortinas negras. Busqué un camino, mas encontré únicamente espinos, una que otra bestia, brazos cruzados, pasos cerrados.

Y la peor parte de la historia sería quizás que siento que en realidad el caso no ha cambiado, sigo en penumbras, llena de espectros y matices, aguardando por la luz al final del túnel, según dicen aquellos que a fantasear se atreven.

No es por usted, querido, que me ha encontrado tras rasgar las cortinas y golpear mis ventanas; es tan solo que uno de llorar se cansa y la oscuridad ya no le abriga como en un inicio. No es por usted que me sienta muerta, fueron mis ganas de no más charlar con la luna y verme a la luz del día, proyectando sombras.

 No es por usted que me sienta muerta, fueron mis ganas de no más charlar con la luna y verme a la luz del día, proyectando sombras

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