Capítulo VI: "Bikini rojo"

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Rami

Las siguientes semanas, Layna y yo convivimos más y se podría decir que somos amigos. Aunque solo charlamos cuando Sebastián no está en casa. Cada día me emocionaba un poco más esperar su llegada por las tardes o en las mañanas antes de la escuela.

Hoy era sábado por la tarde, y mi hermana junto con su esposo, planearon una agradable tarde en la piscina y una carne asada afuera. El verano estaba muy agradable para eso.

Ayude a mi cuñado asando la carne mientras mi hermana preparaba las verduras y la ensalada.

-No hacemos esto muy seguido, pero creemos que es bueno que pases tiempo con Sebastián-dice él.

-No está muy contento con mi presencia-confesé.

-Solo necesita conocerte un poco más, ¿Y dónde está Sami?

-Trabaja en Nueva York. Le ha ido muy bien.

-No mejor que a ti-palmea mi espalda-Un Oscar, excelente, se siente genial tener a una celebridad en mi casa-solté una risita. Volteo la carne con una pinza de cocina y prosiguió hablando-Con quien si te he visto convivir es con Layna-lo miré-Ella es como una hija para nosotros, ha estado con Sebastián desde que son bebés y se protegen mutuamente. Creí que en la adolescencia serian novios pero aun no es tarde ¿cierto?

-Es una buena chica-dije disimulando mi inconformidad ante su comentario.

-Si lo es. Su madre y tu hermana se odian.

-¿Por qué?

-Porque yo antes salía con ella. El padre de Layna y yo éramos mejores amigos desde la infancia también, cuando estábamos en la universidad hubo una fiesta alocada y ellos dos tuvieron algo que ver. Tu hermana estaba devastada, ambos lo estábamos y solo nos teníamos a los dos, entonces todo esto surgió después. Ellos se quedaron juntos y nosotros dos juntos-sonríe al terminar,

-¿La amabas?

-En aquel tiempo sí. Ahora amo a tu hermana.

-¿Ustedes dos volvieron a ser amigos?

-Sí, pero ellas no. Ya sabes cómo son las mujeres, muy rencorosas-pasó el filete de carne del asador a un plato extendido sobre una mesa de junto.

-¿Y tienes novia, Rami?

-Nos tomamos un tiempo, en realidad.

-¿Ella te lo pidió?-asentí con la cabeza-Que bien que hayas venido aquí a tener tu propio tiempo, aquí puedes conocer a otras chicas y salir-reí-Excepto con Layna, que es muy fan tuya-dijo en tono de broma y me puse nervioso de repente.

-No, ella es solo la amiga de Sebastián.

-Te diré algo aquí entre nosotros, Rami-dijo mirándome con seriedad-Yo soy doctor, y Layna es como mi hija, y es muy hermosa, muchos de mis colegas han pretendido algo con ella, colegas grandes, y me lo han dicho de broma, ¿sabes que he hecho yo? Los reporto, destruyo su carrera, soy el director del hospital, y trabaje años en un piso donde me tocó ver el acoso a pacientes jóvenes por mis compañeros. Yo y mi hijo protegemos a Layna de todos ellos.

-No sé porque me dices todo esto.

-Porque te atrae, lo sé, por eso te digo que salgas y busques en otra parte-tragué saliva. La conversación terminó por ser algo tensa. Pronto mi hermana irrumpió dejando las ensaladas sobre la mesa.

-Llegaron los amigos de Sebastián-dijo ella.

-Creí que solamente seriamos nosotros-ella se encogió de hombros y el hombre se puso a asar más carne.

Los amigos que Sebastián había invitado solo eran los de su clase, no eran muy íntimos, a mi parecer solo los invitó para hacer esta tarde menos incomoda por mi presencia. Aquellos jóvenes estuvieron en la piscina un rato mientras los grandes bebíamos en la mesa, cubiertos por una sombrilla y césped en los pies.

Me paré de mi sitio, camine a la cocina en busca de un poco de hielo, al entrar, me encontré con Layna vestida con shorts de mezclilla y una blusa blanca que dejaba ver su bikini rojo.

-Hola-saludó-Se ve bien el ambiente allá afuera.

-Sí, ellos saben cómo divertirse-dije tratando de controlar mis ganas de observar toda su cuerpo con detenimiento.

-Bien, entonces iré con ellos-masculla algo nerviosa y pasa por mi lado. Su largo cabello al estar en movimiento desprende un dulce aroma a coco que llega hasta mis fosas nasales.

Cuando sale de la cocina por la puerta, me giro hacia la ventana frente a la encimera y la observo acercarse a la piscina. Todos la saludan y le gritan que se meta al agua. Lentamente Layna comienza a quitarse la ropa quedando en un lindo bikini, y al igual que yo y todos en la piscina, quedan boquiabiertos ante tal espectáculo.

Layna era delgada, y con su ropa disimulaba muy bien aquellas curvas que ahora mismo mostraba de una forma muy seductora. Incluso Sebastián parecía sorprendido al verla, y al igual que yo, no aparte mi mista ni después de que ella se sumergió en el agua y se juntó con los demás.

Esperé unos minutos para poder salir sin delatarme a mí mismo. Deje el hielo en una cubeta y volví a sentarme con los mayores.

Durante toda la tarde me fue imposible imaginar a mi sobrino y a su amiga como novios. Después de la conversación con mi cuñado tuve mucho que reflexionar. Verlos divertirse, jugar, golpearse, abrazarse y mirarse como se miraban. Me hacía sospechar que había algo más entre ellos que no decían aún.

Una vez que cayó la noche, los amigos de Sebastián se marcharon y solo quedaron ellos dos. Mi hermana y yo limpiamos la cocina mientas su esposo limpiaba afuera. A su vez, los amigos se quedaron charlando sentados a la orilla de la piscina.

Cuando terminamos, la pareja subió a su habitación a descansar y yo me quedé un rato en la sala. No quería espiar a los chicos pero quería ver cuando entraran a la casa.

Después de un corto rato, me levante en busca de un vaso con agua, al beberlo, Sebastián entro corriendo por la puerta empapado de agua y atrás, un poco más lenta, lo siguió Layna, quién, al entrar en la casa, se resbalo por ka humedad y alcancé a tomarla en mis brazos. Su rostro y mi rostro quedaron tan cerca, que nuestras respiraciones se encontraron en un preciso momento.

A pesar de haber estado ebrio aquella noche, el recuerdo de sus labios en los míos surgió en cuanto la tuve tan cerca. Su suave piel y sus carnosos labios me hicieron perder la cabeza ante el inminente deseo de poseerlos. Ella parecía sentir lo mismo, debido a que de un momento a otro pareció contener la respiración. Sus manos se habían aferrado a mis hombros y las mías a su cintura descubierta.

-No estas ebrio ahora ¿o sí?-menciona ella y aflojo mi agarre separándonos. Solté una risita.

-No tendría que estar ebrio para querer besarte-confesé sin darme cuenta-Aunque aquí me metería en problemas así que lo pensaré antes de hacerlo-ella sonrió ruborizada.

-Tengo una sorpresa para ti-dije de inmediato después.

-¿Sorpresa?-me miróextrañada

Vestida de azúcar 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora