Ángel David llegó en su automóvil al día siguiente a Pueblo Escondido. El pequeño Volkswagen golf se adentro en la pintoresca comunidad con sus reservas mientras que sus pasajeras miraban admiradas el precioso sitio en el cual vivirían, según esto, el resto de sus días.
-¡Mira, Mamá!-señaló la niña-, hay un parque por allá con juegos-su pequeño índice lo mostraba con emoción.
-Si, mi niña-dijo la madre-. Es hermoso-finalizó con una sonrisa a medias.
Ángel fulminaba el sitio, iba con sigilo mirando todo los rincones, todas las casas y a todas las personas cual escáner. Pudo notar a la señora Villalba, quien le daba de comer a sus múltiples gatos en el jardín delantero de su casa. Cuando los vio agitó si mano derecha emocionada. Cecilia pareció muy contenta al respecto, mientras que Grecia devolvió el saludo. La señora Villalba sonrió hasta que miró a Ángel, si gesto se volvió sombrío, bajo su mano lentamente y prosiguió con lo suyo.
-¿Qué le hiciste a esa mujer, Ángel?-cuestionó Cecilia asustada.
-¿Qué?-preguntó indignado-, ¡Nada, solo la miré y sonreí un poco!-mencionó confundido.
-Pues pareció que no le agradaste-.
-¡Anciana loca!-bufó él-. Recuerden que vinimos a mejorar nuestra vida, los tres ¿Vale? No vinimos a hacer amigos-vio a la anciana con recelo mientras se alejaban.
Prosiguieron por la calle principal, mientras que al lado de donde pasaban se desarrollaba una historia muy distinta. Había montones de personas congregadas frente a la estación de policía.
-¡Mira, Ángel!-señaló su esposa-, ¿Qué habrá ocurrido?-.
Ángel David volteó y analizó detenidamente a la turba que se mantenía frente a la estación.
-No lo sé, pero mientras más nos alejemos mejor-señaló y siguieron su camino.
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Frente a la estación, Abdiel y Rubén trataban de mantener a la gente contenida afuera de las instalaciones. Los padres de Carmen estaban desesperados al inicio del grupo. La señora rompía en llanto mientas que su esposo la abrazaba con fuerza.
-Tranquilos señores-dijo Abdiel con las manos extendidas-. Todo a su tiempo-.
-¿Es cierto que tienen al sospechoso?-preguntó una joven de cabello rizado color negro que llevaba anteojos. Su piel era morena, llevaba una chaqueta de mezclilla color caqui con un pantalón marrón y botas negras. En su mano sostenía una vídeo casetera para grabar audio.
-¿Sospechoso?-preguntó la madre de Carmen aterrada-, ¿Qué le pasó a nuestra niña?-miró a Abdiel desesperada.
-¡Abdiel!-gritó el padre-, ¿Qué sucede?-.
-¡Nadie está seguro de nada!-gritó Abdiel mirando a la chica de cabello rizado con furia-. Gloria, te pido que te abstenerte de tus comentarios y preguntas sin fundamentos-.
-¡Queremos a nuestra hija, Abdiel!-gritó la mamá de Carmen y lo tomó de la mano-. Por favor-.
Abdiel los miró con empatía, quizás él era mucho mayor que Carmen, por al menos diez años, pero en un pueblo lo pequeño era difícil no conocerse a fondo. Adbiel solía limpiar el césped de la familia, le parecía imposible que algo así ocurriera en Pueblo Escondido y mucho menos, que le ocurriera a una familia tan católica y tan ejemplar como los Cárdenas.
******
El Sheriff estaba sentado en una silla mirando fijamente al hombre rubio que, aunque había sido sacado del lago parecía completamente ileso. No tenía huellas de ninguna clase de daño y su semblante era muy agradable, perturbadoramente agradable. Jaime le dio una probada a su puro, cuyos acostumbraba a consumir con regularidad y rompió el silencio. Gilberto Zarco estaba a su lado analizando con detenimiento al joven.
-Asi que esperas que crea que simplemente apareciste en el lago-atajó poniéndose de pie.
-Si-.
El sheriff bajo un poco el puro y lo miró confundido. El joven respondía con suma tranquilidad e inocencia. Tanto que hasta el tan experimentado instinto de Jaime le creía, en verdad lo hacía.
-Escucha-ignoró su presentimiento-. Una joven desapareció anoche, justo cuando te encontramos, en donde te encontramos ¿Y tú esperas que crea que no estás involucrado?-.
-Yo no le hice nada a esa chica-.
-¡Mientes!-Jaime golpeó la celda con su mano molesto y después se dirigió a la recepción de la comisaría.
Gilberto se quedó un momento ahí, mirando al joven y después decidió ir con Jaime. El Sheriff hojeaba un directorio desesperado con el puro en los labios.
-Jaime ¿Y si dice la verdad?-.
-¿Tú le crees?-.
-No-respondió con duda-. No lo sé... Parece confundido-.
-No, no lo está-Jaime tomó el teléfono para llamar-. Eso quiere que creamos-.
-¿Qué haces?-.
-Debe ser un delincuente. Lo sé. Llamaré al pueblo contiguo, El Valle, seguro lo buscan ahí y vino huyendo hasta acá. Pudo haber encontrado a Carmen y la escondió en algún sitio-.
Jaime se sumió en una llamada con la estación de policía de El Valle. Gilberto sentía algo extraño por ese joven, algo misterioso parecía emanar de él, así que decidió ir a verlo. Camino hasta las celdas y lo miro, se había puesto el pantalon naranja se le dieron, estaba dando la espalda. Tenía un enorme tatuaje en la espalda, era una estrella dentro de un círculo. El joven se puso la playera del mismo color y se sentó tranquilamente. Gilberto raspó la garganta.
-Y bien ¿Tu quien eres?-.
-Yo no soy nadie-lo dijo con suficiencia.
-¿Nadie?-.
-Solo soy un mensajero y vine a dar un mensaje-sonrió a medias, pero después bajó la mirada y su semblante cambió.
-¿Mensaje?-miró alrededor-, ¿Mensaje de que?-.
-No eres la persona correcta para recibirlo-dijo tranquilamente-. Pero puedes ayudarme a salir de aquí para darlo-.
-¿Qué?-preguntó ofendido-, ¡¿Porque haría algo así?!-.
-Porque sé que lo puedes sentir, Gilberto-lo nombró-. Soy de los buenos y lo sabes. Tengo que salir antes de que él venga-.
-¿Quien?-.
-Eso es relativo. Solo puedo decir qe toda acción tiene una reacción-el joven miró a un costado, a la ventana que daba al bosque.
Lejos de donde ellos se encontraban, en un sitio oscuro debajo de las enormes copas de los árboles algo apareció de entre la tierra. Una mano se asomó extendiéndose aclarando su libertad y entonces, alguien emergió de la tierra, alguien maligno.
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MONSTRUO®
Mystère / ThrillerPueblo Escondido era un lugar pintoresco, una fantasía. Los habitantes hacían campamentos, fogatas y reuniones cada fin de semana en las inmediaciones del bosque. Todos eran felices hasta el día en que todo ocurrió. Corría el primero de Diciembre cu...