Capítulo XI: "Funeral"

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Angel David fue llevado en una silla de ruedas fuera del Hospital. Ya atardescia en Pueblo Escondido y era hora de volver a casa de una vez por todas. Cecilia y Grecia iban a su lado acompañadas de la gata de Angora. El enfermero se detuvo.

—Listo, Señor Zepeda—el joven de cara regordeta y sonrisa amable le ayudo a ponerse de pie—. En un momento les traerán su automóvil. No olvide venir a la consulta el próximo Viernes—.

—Si, claro—dijo Ángel David mirando hacia otro lado sacudiendose, era algo testarudo al momento de recibir ayuda—. Gracias —finalizó a secas.

El enfermero se fue y Cecilia le pasó una mirada de desaprobación. Él se dio cuenta y se encogió de hombros.

—¿Qué? Sus policías hicieron esto, maldito pueblo—.

—Ángel, tienes que ser más amable con ésta gente—le dijo poniendo su mano en el hombro de su esposo—. No tenemos a donde ir por el momento—.

—Está bien—suspiró —, trataré de darle una oportunidad a este lugar—dijo a regañadientes.

Entonces, se escucho el claxon de un vehículo y lo próximo fue un desfile muy fúnebre. Algunos autos iban detrás de una carroza negra con un ataúd en la parte trasera. La familia Zepeda se quedó helada mirando tenebroso desfile. Ángel David le regalo una mirada a su esposa que lo decía todo. Ella se mordió los labios, la pequeña Grecia la abrazó.

******

La furgoneta de Hugo La Madrid se detuvo tras escuchar los códigos de la patrulla que lo obligaban a orillarse. Era nada menos que Abdiel, el oficial del departamento del Sheriff, que bajó enseguida dirigiéndose a él.

—Hugo— lo nombró y se quito las gafas de sol– ¿Mucha prisa?—.

—No iba a exceso de velocidad oficial—respondió Hugo de lo más tranquilo posible y sonrió.

—Quizás no— comentó Abdiel y miró alrededor—, pero alguien miró tu parachoques estropeado ¿Quieres hablarme al respecto? —.

–¿Ahora hacen mecánica también? —dijo él y rio cínicamente—, no creo que sea de su incumbencia –.

—El automóvil de la Directora interina volcó en el bosque. Algo la impacto —refunfuño Abdiel —, que seas el único auto averiado hoy lo hace de nuestra incumbencia —.

—¿Yo? —Hugo se mostró asustado –. No, yo no haría algo así. Menos a esa chica, es sexy —.

–Ahora ella está en el hospital. Limítate a responder, Hugo—Abdiel golpeo el claro de la ventana del piloto— ¿Donde estabas anoche? ¿Como te sucedió eso? —.

—Bebimos ayer... Los chicos y yo, Ezequiel Lora y Gabriel Cárdenas se pelearon y golpearon mi camioneta —.

—¡Mientes! —.

—¡Digo la verdad! —gritó Hugo y se molestó —. Digo la verdad— bajo la voz —. Y si no tienes una orden te sugiero que me dejes ir chico universitario —.

Abdiel se alejó de mala gana, lo suficiente para dejarlo ir sin problema. Hugo metió el cambio y aceleró, pero antes el oficial le gritó.

—¡Lo voy a confirmar, te estaré vigilando! —.

******

Ángel David llegó al mostrador de la farmacia de la Señora Davis, la anciana que llevaba varios años surtiendo todas las recetas de Pueblo Escondido sin ningún faltante. La mujer tomaba muy en serio su trabajo y los chismes locales, que eran su prioridad.

—Hola— sonrió un poco — ¿Me podría surtir ésta receta por favor? —.

—Claro que si... — ella titubeo un tanto mirando al hombre. Él miró a su esposa e hija que estaban a lo lejos mirando curaciones en un estante. Ella no prestaron atención a como la mujer lo miraba con sospecha—, usted no es de aquí —.

—No, no lo soy— él sonrió esperando que ese momento incómodo acabara—, llegue hace un par de noches —.

—Cuando todo comenzó— la mujer abrió los ojos al límite y tomando su receta se fue a meter entre los pasillos detrás del mostrador.

Grecia llegó a un pilar dentro de la Farmacia donde miró un letrero que le llamó la atención.

—¿Mamá, que le pasó a esa niña? — Cecilia se acercó mirando el póster de la desaparecida Carmen.

—Esa muchacha desapareció aquí, hija mía — la mujer sintió un escalofrío al ver que sucedió la noche en que llegaron y recordó las patrullas—, mejor ven conmigo, esperemos afuera—.

Angel a un seguía parado frente al mostrador con la intriga de la mujer.

—¿Qué le pasa a la gente en este lugar? —.

—Te esperamos afuera cariño — dijo Cecilia y ellas salieron a la acera.

—Aquí tiene, que tenga buen dia— la mujer apareció frente a él y lo llevó hasta la salida donde le dio sus cosas.

—No— pidió él sujetando la puerta que ella casi cierra —, explíqueme ¿Cuando empezó que? —.

—No deberíamos hablar de ello— dijo ella en voz baja a manera de complicidad —, no debemos alimentar al monstruo—.

—¿Monstruo? —.

Los claxons se volvieron a escuchar y ensordecieron a la familia. Angel volteó mirando la caravana una vez más, en el primer carro detrás de la misma pudo ver a un grupo de jóvenes que llorando seguían a la carroza.

—¿Puede explicarme? — cuando él volvió con la anciana solo noto la puerta al raz de su nariz.

La anciana había cerrado sin más explicación y ahora él se sentía aún más intrigado en ese sitio. Y ahora no sólo una chica había desaparecido, si no que alguien había fallecido.

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