Capítulo X: "La Llave"

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Escuela de Pueblo Escondido
10:34 PM

Horacio montaba una de las camas del área del internado de la escuela. Patricia y Catarina lo ayudaban.

—Esto va a ser muy agotador —dijo Horacio mostrándose cansado— ¿Donde está todo el mundo, Patricia? —.

—Marcos fue por un taladro al taller de su casa—informó ella acomodando su fleco—, algunas camas están cayéndose. Se ve que este sitio no era internado hace tiempo—.

—Si, hace mucho de esos días —dijo Catalina mostrándose incomoda —. Disculpen—salió de la habitación.

Horacio y Patricia se vieron mutuamente. Parecía que de alguna manera habían tocado un tema difícil y era que Catalina en aquel entonces, treinta años atrás había sido perfecta en esa escuela.

—Tema difícil —dijo él.

—Si, no fue mi intención —dijo Patricia y siguió con lo suyo. Pero pronto lo dejó de lado—, Horacio ¿Tú que recuerdas de hace treinta años?... —.

—A decir verdad—dijo Horacio y se acomodo la bufanda con un manoteo—. No mucho. Yo llegué poco después de eso al Pueblo, para cuando mi familia se enteró de las desapariciones ya todo había dejado de ocurrir—.

—Ya—dijo Patricia desanimada.

—¿Y tu, Patricia? —preguntó el temeroso a la respuesta —. Entiendo que naciste aquí —.

—Si, pero sabes. Es curioso, mi terapeuta dice que tengo una especie de trauma porque no recuerdo nada de eso—dijo confundida—. Es decir, recuerdo mi amistad con Samuel y aquellos días en que jugábamos. Pero de eso no hay nada—.

—¿Le has preguntado a tus padres? —.

—Ellos dicen que no era tan grave como lo pintan—dijo ella acomodando una almohada y volvió la vista a Horacio —. Pero ¿Sabes? Yo no me lo creo —.

—Tampoco yo—dijo él—. Quizás te podría ayudar el chico nuevo—.

—¿El chico nuevo? —.

—El Consejero— camino hacia un mueble y sacó de este algunas cobijas —. El consejero escolar, tengo entendido que tiene un máster en Psicoterapia. Tal vez el pueda escarbar en tu pasado —.

Patricia se quedó pensativa, contemplaba esa opción con verdadero interés. Se quedó con las manos en la cintura y mordiendo su labio asintió.

******

Samuel entró al despacho de su Padre, lugar que llevaba tiempo de no ser utilizado. Más sin embargo, se encontraba tal cual lo habia dejado su progenitor la última vez que estuvo dentro. Un enorme estante con libros yacía detrás de un escritorio color marrón. Sobre la cubierta brillosa de madera estaba la placa de Gonzalo Jiménez.

—¿Qué hay viejo? —dijo él acariciando el escritorio y paso detrás para empezar a buscar en el librero. Tenía que encontrar ese diario a como diera lugar.

Después de minutos de intentar, se percató de que algo tan importante no podría estar con los demás libros, así que se fue contra el escritorio. Abrió cajones hasta dar con uno que tenía llave, ese debía ser el indicado.

******

Elías iba a toda velocidad por el bosque iluminando con su linterna. En esta ocasión fue muy cuidadoso, pudo pasar por el barranco sin caerse. Nadie lo tomaría desprevenido esta vez.

—¡Carmen! —gritó y se detuvo en el área donde habían encontrado a aquel sujeto que escapo de la cárcel.

Estaba el lago, que en la oscuridad era cubierto con un manto se niebla. Era realmente escalofriante, pero Elías no se detendría por nada ahora.

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