Capítulo 2.

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Se podía oír el gruñir de Kurama en toda la aula por encima de los cuchicheos de las personas que se preguntaban por qué reaccionó así. Incluso el ambiente se cargó, tomando como protagonistas al chico de pelo azulado y al oji-bicolor que volvía a todas las chicas locas cuando lanzaba una sonrisa ladeada. O ni eso. Verlo ya en pleno duelo para muchas era la mejor estampa que podían tener en mitad de una clase aburrida.

-Tú... -Gruñía Kurama sin cesar, apretando el pupitre con tanta fuerza que sus nudillos palidecían.

El nuevo alumno suspiró, volviendo a colocarse el flequillo en su puesto a la vez que se lo peinaba con los dedos.

-Está bien, te daré ventaja... -Bajó la mano para apoyarla en su cadera, volviendo a fijar la vista al único ojo visible del moreno.- Mi nombre es Atsushi. Minamisawa Atsushi. Vengo del norte del país y no tengo mascotas que se escapan. Ah. Y si así fuera, tendría más cuidado y diría un “Gracias” cuando alguien se la encontrara.

Un golpe bajo para Kurama. Realmente bajo.

-Tú lo que eres es un imbécil. -Masculló, enfundando las manos en sus bolsillos para azlarse de la silla y dirigirse hacia el que aun se mantenía en pie. Aun los murmullos se hacían presentes en la sala, hasta que quedó frente al llamado Minamisawa, mirándolo con el ceño fruncido y la cara de pocos amigos.- Kurama Norihito. Un par de calles abajo. No necesitas saber más.

Una nueva sonrisa se mostró en el rostro del pelimorado, extrañando al más bajo que se encontraba mirándolo aun con la misma expresión.

-Entonces ya sé lo que necesitaba... -Trató de contener una risita traviesa antes de poner su mano en la cabeza contraria y revolverle el pelo.- Kurama-kun.~

Y risas. Lo que llenó toda la aula fueron risas por ese mote que le acababa de poner Minamisawa al peliazulado, que se quedó completamente estático en el sitio sin saber como reaccionar ante aquella... Aquella... ¡Agh! ¿Qué coño era aquello?

-Debería irme. No quiero montar mucho espectáculo aquí y ahora por confundirme de clase.

Separó la mano del chico serpiente, que se quedó mirando de reojo al que desaparecía por la puerta con una sonrisa ladeada y susurrando por lo bajo, pero de forma que el moreno lo entendiera: “Ku-ra-ma-kun.~”

No pudo evitar escupir en medio de la clase. ¿Pero qué se creía ese imbécil? Vale, sí, fue él quien encontró su serpiente, pero tanta chulería en ese momento delante de él... Lo sacaba de sus casillas. Así que, tras una reprimenda por parte del profesor a la que apenas prestó atención, volvió a sentarse en su sitio y mantuvo la atención a la pizarra apagada por culpa de los remordimientos y del odio que empezaba a enervar por sus venas hacia él.

No tardó mucho en sonar el timbre, pues el espectáculo se había comido parte de la clase y Kurama dejó la mochila sobre la mesa para hacer el cambio de libros.

-Kurama e-eso no estuvo bie-...

-Ojito con lo que dices Hayami, ya estoy suficientemente caliente como para que me cabrees más.

Las palabras y la voz de Kurama, más dura de lo normal hicieron que el pobre pelirrojo se encogiera en el sitio, agachando la mirada a punto de romper a llorar. Suspiró. Hayami era un chico demasiado sensible y, a pesar de las muchas veces que hablaba de esa forma tan borde, siempre procuraba ir con cuidado al estar a su lado. Pero esta vez no pudo controlarse, por lo que puso una mano en su cabeza para acariciarla con suavidad para que el otro dejara de sollozar en silencio.

-Ya pasó... -Suspiró de nuevo, bajando a su altura al tener a Hayami sentado en la silla.- Perdona... Se me fue la voz, no fue esta mi intención.

ODIO CUANDO REALMENTE TE AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora