Capítulo 9.

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Una lejana voz se escuchaba en la cabeza de Kurama al estar distraído y con la vista fija en uno de los dibujos de la clase, colgado de la pared. Era el aparato digestivo, pero su mente sus ojos no leían ni los nombres, ni las definiciones. Tampoco parecían centrarse especialmente en las formas del cuerpo humano. Restaban desenfocados, pues su mente no estaba atendiendo a las clases de matemáticas, aunque eso no era una novedad.

Ya habían pasado algunas semanas desde lo ocurrido, no muchas, pero aun seguía pensando en ello. Desde entonces que siempre que iba por su casa intentaba no encontrarse de cara al peliviolado, ya no por arranques de rabia que incitaban a asestarle cuatro bofetadas y un golpe de puño de propina, sino por pura vergüenza. Siempre que estaba con él, viendo la televisión o comiendo trataba de no dirigirle la palabra y si eso era así lo hacía con monosílabos. Todo sea para no mostrar su molestia y sus dudas.

Pero por suerte ya había dejado de acosarle. Minamisawa seguía llamándolo Kurama-kun, pero ya no mostraba movimiento físico respecto a abrazos, caricias o insinuación a un beso...

Hum... Sus besos... Y sus manos acariciándolo...

-... y en base a esta fórmula se realiza la operación. ¿Entendiste, Kurama?

-¿Eh?

El profesor que miraba a un peliazulado desubicado y algo confuso, con las mejillas ligeramente sonrojadas al pensar en aquellas cosas. Alzó una ceja ante aquella reacción.

-Ya eres un adulto, Kurama. Encuentro justo que no tenga que llamarle la atención como un niño de primaria.

-Disculpe. -Dijo el moreno con un suspiro antes de cruzarse de brazos y dejarlos caer en la mesa junto a su frente que se posó en ellos.

No debía pensar más en ello... Ya era demasiado tiempo de cabezonería, debía parar de alguna forma... Necesitaba contárselo a alguien.

El timbre sonó, anunciando así el final de las clases por hoy. Con el cuerpo adormecido y aun pensando en aquellas cosas, empezó a guardar los libros y el estuche sin abrir en la mochila. En cuanto terminó una mano se posó en su hombro, haciendo que girara el cuello hacia el dueño de esta.

Hayami estaba sonriendo de forma leve tras él y le tendía un papel con apuntes y notas.

-Toma Kurama... Creo que los necesitarás para el examen de mañana.

Cogió la hoja con una ceja alzada. Eran el resultado de los ejercicios de aquella clase y a los bordes tenía escritas fórmulas como ejemplos a como se hacía.

-¿Cuando ha dicho que hay examen?

-No hace mucho. -Hayami se llevó su mochila a los hombros y se la acomodó.- No deberías estar tan distraído...

-¡Cállate, no te importa en lo que esté pensando!

Hayami retrocedió como siempre hacía que recibía un bufido o una queja, agachando rápidamente la mirada y mordiéndose el labio inferior con disimulo.

Mierda... Ya volvió a pasarse con él. Se acercó al pálido de piel y le puso una mano en el hombro a pesar de ser más alto que él.

-Hayami, mírame un momento.

Obedeció al instante con los ojos aguados, mostando así su sensibilidad tan característica en él. Volvía a temblar ligeramente en el sitio y sus manos se entrelazaban entre ellas como método de calma a pesar de no funcionar.

-Ignora lo que acabo de decir. -Dijo Kurama con tono firme y aun apoyado en él.- No estoy en mi mejor momento y siento haberte gritado. Necesito ir a enfermería, no me encuentro muy bien. Y te agradezco que me pases los apuntes... Intentaré aprobar este examen, así que deja de llorar que no me gusta y me sacas de quicio.

ODIO CUANDO REALMENTE TE AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora