Conociendo a Salvador.

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Guadalupe.

Desperté de un sueño profundo, un sueño pacífico del cual no quería salir.

Prefería quedarme así, aletargada, sin preocupaciones, sin tener que estar pendiente del paso del tiempo.

Abrí los ojos lentamente porque la luz del sol me cegaba, hasta que me acostumbré a la luminiscencia de la habitaciòn, y lo ví.

Había un hombre al costado derecho de mi cama, totalmente dormido con el ceño fruncido.

¿Còmo alguien puede estar durmiendo y tener semejante cara de enojado?. Parecía haber dormido muy mal, porque su aspecto era pésimo.

Tenía la barba crecida, y los cabellos, de un color castaño claro, enmarañados y desprolijos aunque no muy largos.

¿Quién era ese hombre y cuanto había permanecido dormida?, comencé a pensar.

Ver las màquinas a mi alrededor y encontrar miles de cables conectados a mi cuerpo, me daban la pauta de que mi plan había fracasado. De pronto sentí un odio profundo y palpitante hacia ese desconocido que se encontraba a mi lado, porque supe que él había sido el culpable de este rotundo cambio en mi vida.

Tenía unas ganas tremendas de abalanzarme sobre él como una fiera salvaje y gritarle en la cara que yo no había pedido que me salvara, ni que me cuidara, ni que se quedara a mi lado los días que haya estado ahí postrada.

¡¿Quién se creía que era él para decidir sobre mi vida, y lo que yo quisiera hacer con ella?!.

Estaba furiosa, llena de rabia por dentro; quería salir corriendo del hospital y volver al lago, de donde nunca debería haber salido. Mi dulce sueño de paz se había esfumado en un tris.

¿Qué pretendía este hombre?, ¿que le agradeciera su " buen acto del día"?. Si buscaba eso estaba muy, pero muy equivocado y ya no esperaría a que se despertara, lo iba a sacudir con un fuerte almohadazo (a falta de otro objeto mas duro y contundente a mano), justo en la cara y decirle que se marche.

Pareció leer mis pensamientos, porque en ese instante se despertó sobresaltado, y me miró fijamente a los ojos.

Eran unos ojos verdes capaces de desnudarme en segundos, tan càlidos y a la vez tan intimidantes; llenos de un brillo que jamas había conocido. Parecía hablarme sin necesidad de palabras; sus ojos me lo decían todo.

Se me quedaron atragantadas todas las razones e insultos que a raudales iba a gritarle. Solo me quedé mirando esos grandes ojos verdes, como boba, estaba hipnotizada.

Por fin, después de ese silencio incomodo habló. Su voz era gruesa y seria; con un tono firme pero tranquilo.

- Hola soy Salvador Di maio, sé que no tengo derecho a entrometerme en tu vida..

-Al parecer no lo sabes porque sino no me encontraría conectada a estos estùpidos y ruidosos monitores.- lo interrumpí cortante.

-Si bueno, en fin. quiero disculparme, la verdad es que fué un impulso.-dijo, y vi en sus ojos una pizca de picardía, como cuando uno dice mentiras.

-Lo disculpo, aunque sinceramente me ha hecho usted, un gran daño; y ahora tengo que comenzar de nuevo.- le espetè.

-Disculpe señorita.- Dijo amablemente.-Pero hay mucho en esta vida de lo que puede disfrutar, es usted muy joven por favor, no vuelva a cometer semejante locura; seguro hay mucha gente que sufrirìa su ausencia.

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