La peor noticia.

24 0 0
                                    

Entré al salón, con mi madre colgada en mi brazo derecho; estaba muy finamente decorado, y los mozos trabajaban incansablemente trayendo copas de champagne y bocadillos de copetín a los invitados. Las mesas con seis sillas revestidas de una tela violácea estaban organizadamente esparcidas por todo el gran salón y al fondo se encontraba un pequeño escenario iluminado acorde a la ocasión, para las muestras de las donaciones.

Todo se encontraba en perfecta ubicación y  armonía, con un lujo destacable. Un orador se adueño del micrófono, instando a la concurrencia a sentarse en sus respectivas mesas. Caminamos con mi madre hasta la mesa número 2, pues éramos los principales donadores de la noche.

Las mesas se ordenaban según el "tamaño numérico" de los donativos. A mi madre y a mí nos importaba que el dinero que se destinaba para ese tipo de ocasiones, fuera el suficiente para de verdad realizar algún cambio en los beneficiarios; como esperábamos en este caso que se realizara con el mayor de los éxitos una escuela y un gimnasio para la zona norte del país; una zona realmente pobre donde los niños iban a la escuela con un papel y un lápiz, y las maestras enseñaban con la palabra, sin tiza ni pizarrón.

No hacíamos caridad para figurar en las revistas, ni en los periódicos, sino para cambiar el destino de los niños más carenciados. En cambio la mayoría, intentaba ser una figura importante y respetada, solo por hacer donativos de vez en cuando, sin importarles la causa, lo mismo les daba dar dinero para un hospital, que para una fábrica de armas.

Para mí, esa clase de gente es la que encarna la hipocresía en este país, donde rodearse de lujo es visto como un signo de fortaleza y poder, y los que no tienen nada son a quienes debemos explotar, porque pertenecen al más bajo escalón de la sociedad. Es aberrante, pero en esta sociedad materialista existe una especie de "cadena alimenticia" por llamarlo de alguna manera; donde los ricos se comen y hasta devoran a los pobres, y se hacen más poderosos si de vez en cuando le "perdonan la muerte" a algún carenciado con su ofrenda caritativa de dinero.

Si, en esa hipocresía estaba metido yo; pero aunque me molestase estar compartiendo y socializando con gente que detesto, la verdad es que mi estado actual económico màs mi estatus social, me permiten lograr buenas obras caritativas. El dinero no lo es todo, pero en la actualidad mueve montañas...

Un gran florero de vidrio con hermosas rosas rojas, decoraba el  centro de la mesa, sobre un camino de tela, color violeta oscuro. Platos de porcelana con ribetes de oro y cubiertos de plata eran la vajilla elegida para la ocasión. Estaba ya todo el mundo ocupando sus respectivos asientos cuando, como era de esperar, se abre la puerta y hace su entrada triunfal Helena Cima de Sciotto, y todas las miradas, se posaron en ella.

Llevaba un vestido largo de seda color verde esmeralda, con un escote muy tapado para lo que ella usaba normalmente, puesto que siempre le había gustado que todos admiraran sus grandes atributos. Se destacaban finamente el collar y los aros de diamantes y cuando dió la espalda para sentarse se observaba un escote que llegaba hasta el final de su espalda. Realmente muy sugestivo y provocativo por demás. Ese color verde intenso le quedaba a la perfección, y su cabello dorado brillaba mas que nunca, atado en una cola alta de caballo ajustada y firme. El peinado dejaba toda su cara al descubierto, lo que destacaba su perfecto cutis maquillado y sus ojos celestes oscuros que centellaban, como la estrella mas brillante del cielo.

Realmente era una mujer tan bella como avasallante. Como una fiera, dispuesta a todo, sin miedo a nada...

Antes de sentarse en su mesa , posó su mirada en mí;  yo, obviamente, la miraba como todos en la sala; cuando se diò cuenta de mi mirada, me guiñó sugestivamente un ojo. Rápidamente me volví a mirar el centro de mesa, no quería que Helena viniera a buscarme, esa noche solo quería disfrutar de la compañía de mi madre y de la exquisita comida ofrecida. Era lo único que me gustaba de estas fiestas, un buen catering, una música agradable para bailar, y la oportunidad de ayudar.

Conociendo a SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora