Un sentido adiòs.

8 0 0
                                    

Salvador.

Otra vez me costaba despertar, mis ojos estaban pegados y pesaban màs de lo normal. La luz del sol iluminaba toda mi habitaciòn.

La cabeza se me partìa en mil pedazos, y un zumbido me tapaba los oìdos. Realmente no era uno de mis mejores estados. Y aùn asì, el dolor de mi corazòn me hacìa olvidar todos los otros dolores corporales. Mi madre me hacìa falta màs que nunca.

Quisiera poderle haber dicho un ùltimo "te quiero", abrazarla y reír juntos como siempre. Simplemente se habìa esfumado y me habìa dejado completamente solo.

Sè que a veces soy muy egoìsta, pero la verdad es que si existe alguien que la està pasando mal en este momento soy yo, porque estoy seguro que ella estarà disfrutando de ver de nuevo a mi padre... Si, yo soy de esos que creen que existe un cielo, otra vida después de esta , donde te reencontraras con tus seres queridos, y vivís eternamente feliz; y si no queres vivir eternamente feliz, volves a la vida terrenal.

Así que en mi teorìa mi madre estaba contenta y feliz donde se encontraba, mientras que yo estaba agonizando y sufriendo la tragedia de ya no tenerla en mi mundo.

Busquè la hora en el reloj, ya eran las cuatro de la tarde. Habìa dormido demasiado, pero ya el paso del tiempo dejò de importarme.

Me vestì apesadumbrado, no querìa salir de la cama, a sabiendas de que tenìa muchas cosas que hacer, en primer lugar disculparme con Guadalupe por comportarme como un ebrio imbècil.

Pasè por la puerta del dormitorio de mi madre, pero no me atrevìa a entrar, pordìa oler su perume todavìa, y eso me daba màs ganas de llorar como un niño y partir al mundo feliz con ella.

Supongo que nadie puede interpretar bien este apego que siento con mi madre, pero es que cuando uno se vuelve "grande" por asì decirlo, valora tantas cosas de sus padres, a las que anteriormente no les habìas dado importancia; y también compartís tantos momentos y sentimientos fortalecidos por el paso de los años, que se vuelve un amor mas fuerte que nunca. Màs en mì, que no comparto ninguna realciòn estable y buena con mis hermanos, y que no tengo un padre en el que apoyarme.

Bajè las escaleras sintiendo un nudo en el estòmago, en parte por la falta de comida, y en parte por la angustia.

Guadalupe estaba al telèfono, se habìa cambiado de ropa y estaba con el pelo ondulado y mojado, así que supuse que se ahbìa ido a su casa a cambiar. Su presencia en esta casa era un bàlsamo para mis emociones, puedo asegurarlo, y todavìa màs significaba para mì que ella estuviera acompañandomè en este momento, pues pude ver como en poco tiempo quiso a mi madre sin reservas. Y mi madre, que fuè una persona siempre muy bondadosa, le entregò su amistad màs ràpido que a ninguna otra persona, supongo que viò lo bueno que hay en ella.

Colgò el celular y se puso un mechòn detràs de la oreja. Su pelo parecìa màs renegrido que de costumbre y sus bucles volaban al compàs de la brisa veraniega. Era una muchacha simple, pero la màs hermosa que he visto, aùn cuando se enoja, y màs aùn cuando se ríe con esa risa estridente y particular.

No podìa articular ni una sola palabra, Lucrecia y los demás daban vueltas por la casa haciendo los arreglos de un funeral del que yo no habìa preparado ni la màs mínima cosa. Ella lo estaba haciendo todo por mi. No era una intromisiòn a mi vida , sino todo lo contrario estaba ayudándome y yo ni sabìa como agradecerle.

-Buenas tardes Salvador-me dijo cuando me viò parado casi a su lado.-¿podemos hablar un segundo a solas?.-

-Buenas tardes, claro.- La conduje con una mano en su espalda hasta el jardìn, allì no habìa nadie que pudiera molestarnos y parecìa que ella necesitaba que asì fuera.

Conociendo a SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora