El peor dìa

13 0 0
                                    

Salvador.

Al despertar sentì un frió extraño recorrer mi cuerpo. Me desperecè, frotè mis ojos con cansancio y mirè hacia el reloj que estaba en mi mesita de luz. De pronto, como si de un resorte se tratara, me levantè bruscamente de la cama. Habìa dormido demasiado, eran las tres de la tarde y nadie habìa venido a despertarme. Entrè al baño, me duchè y me vestì con un jean azul y una remera roja de lìneas azules. Salì de mi cuarto y me encontrè justo con Lucrecia que se acercaba a mi con cara de preocupaciòn.

-Disculpe señor, pero su madre no ha salido en todo el dìa de su habitaciòn. Llamo y no contesta, ni siquiera tomò su tè de las mañanas. No quise molestarla antes, pero ahora ya estoy preocupada.-

-Lucrecia ¿como no me dijiste antes?, pudo haberle pasado algo.- Salì corriendo con el corazòn desbocado. Lucrecia corrìa detràs mio pidiendo perdòn. 

Abrì la puerta y encontrè a mi madre tendida en la cama, dormida como la noche anterior. Una sonrisa serena se dibujaba en su semblante pàlido. Mis manos temblaban. Me acerquè a ella y la toquè. Mi mundo se desvaneciò en cuestiòn de segundos, estaba helada. Mirè a Lucrecia desconcertado, no sabìa como pronunciar las palabras, mi voz no querìa salir, hasta parecìa que habìa olvidado como respirar.

-Llamà a una ambulancia, que venga de inmediato.

-Si señor. 

Lucrecia saliò disparada de la habitaciòn a realizar lo que le pedì. Me quedè estàtico sin poder comprender que es lo que habìa sucedido. Anoche ella se encontraba en perfecto estado, ¿como es que hoy ya no podìa encontrar vida en ese cuerpo tan fuerte?. Mi cabeza daba vueltas, sentìa nàuseas, y ni siquiera podìa mover un mùsculo, estaba petrificado, estancado ahì a su lado.

En vez de haber estado discutiendo con Guadalupe, deberìa haberme quedado con mi madre, y disfrutar de su compañia por ùltima vez. Los pensamientos se agolpaban en mi mente y  no me dejaban pensar en nada màs. No sè cuànto tiempo permanecì allì inmóvil frente al cuerpo de mi madre. El tiempo ya parecìa irrelevante, solo sentìa como un agujero enorme oprimìa mi pecho y me dejaba sin oxìgeno poco a poco. 

Llegaron los paramèdicos y me pidieron que me retirase, seguramente mi rostro lucìa desencajado, era así como me sentìa. Lucrecia se quedò con los mèdicos y yo esperè detràs de la puerta.

Escuchè los gritos y el llanto detràs de la puerta, ahì fuè cuando supe de verdad que no volverìa a escuchar el dulce tono de voz de mi madre.

Un enfermero se acercò a mì y me diò el pèsame. Me asegurò que ella no habìa sufrido en lo absoluto, simplemente se fue de este mundo dormida y en paz. Yo rogaba por que lo el mèdico me hablaba fuera cierto, pero en mi cabeza no podìa espantar ese terrible temor de que ella hubiera pedido mi ayuda y yo no habìa estado ahì para socorrerla.

De  mis ojos no escapaba ni una làgrima, simplemente estaba fuera de mi, en un lugar irreal, no podìa con el dolor, me estaba ahogando. Simplemente funciones vitales como el respirar se hacìan tan dificultosas y por demàs innecesario, ahora que ella ya no estaba en mi vida. Habìa tantas cosas que querrìa haberle dicho, un ùltimo "te amo" y "gracias", hubiera sido perfecto. Pero no, se habìa dormido sin que yo pudiera evitarlo, y ya no tendrìa oportunidad de sentir su càlido abrazo una vez màs.

No tenìa idea de què hacer, estaba petrificado y lo ùnico que podìa sentir era un enorme vacìo dentro de mi pecho que se ahondaba y dolìa profundamente, sì que dolìa. Los sonidos de fondo no me perturbaban, solo me quedè ahì, sentado en el suelo del pasillo, con mis manos en la cabeza, hundiéndome màs y màs en desesperaciòn y furia. POR QUÈ, ¡¿PORQUÈ SE FUÈ?!... 

Conociendo a SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora