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M U R P H Y ' S L A W
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Aquella noche hubo una muerte. Wells Jaha, asesinado con una herida profunda en el cuello. También se veía la falta de dos dedos de su mano derecha. Para Clarke no fue una buena noche. Ni siquiera para Shailene. Aunque no tenía una amistad cien por cien con ese chaval, le dio pena enterarse de su horrorosa muerte. Todos supusieron que lo habían atacado los terrestres.
A la mañana siguiente, todos estaban ayudando a acabar los muros del campamento. Por lo que Shailene se presentó voluntaria para ayudar a los demás a levantarlo. Llevaba desde muy temprano trabajando, por lo que decidió parar y hablar con una pequeña niña con la que no había conversado aún.
La niña tendría alrededor de los doce años, cabello rubio y ojos marrones. Se veía cansada, a pesar de que también colaboraba con los demás. Shailene decidió acercarse ella por simple curiosidad. Para hablar y saber porqué estaba ahí sola, cosa que le extrañó a la castaña.
—Eh, hola —sonrió Shailene y se sentó en uno de los troncos de árbol que había al lado de ellas. La niña alzó la mirada, y al ver que se trataba de la morena, la volvió a bajar incómoda—. ¿Cómo te llamas?
—Charlotte —respondió sin mirarla a los ojos.
—Deberías descansar. Puedo hacer tu trabajo por ti —sugirió con una sonrisa sincera, captando la atención de la niña.
—¿De verdad? —preguntó mirando a Shailene con un destello de admiración.
—Si tú quieres, claro —se encogió de hombros y se puso de pie.
Charlotte hizo lo mismo y se sentó donde estaba sentada la morena anteriormente. Por otro lado, Shailene se colocó en el lugar donde estaba la niña y comenzó a hacer su trabajo: liar un alambre en unos pequeños troncos de árbol para hacer algo parecido a un ramo. Estuvo unos segundos así, hasta que miró de reojo a la niña, la cual estaba sumida en sus pensamientos.
—Ser la única niña de tu edad, es un fastidio, ¿no? —preguntó amistosa.
De alguna manera u otra, ella y la niña tenían una cosa en común. Charlotte era la única niña pequeña y Shailene era una terrestre entre muchos jóvenes del cielo.
La niña ni siquiera pudo responder, pues uno de los muchachos que pasaba por su lado con un grandioso tronco entre manos, tropezó haciendo que soltara unos flojos gritos de dolor. Shailene paró de hacer su trabajo para ayudar al chico.
—¿Estás bien? —le preguntó Shailene, ayudándolo a ponerse en pie.
El joven la miró extrañado, pues nunca había hablado con ella. Repentinamente cambió su mirada y la miró agradecido.
